Por un nuevo impulso cristiano - Alfa y Omega

España, gran parte de Europa, vive dañada por la acumulación de crisis irresueltas. De la natalidad a la destrucción de la alta cultura, y la emergencia educativa. De la injusticia social manifiesta a la solidaridad entre generaciones. Hay una crisis institucional y política que hace desconfiar de las instituciones, de la que no escapa la Unión Europea, al tiempo que nuevas leyes y la cultura oficial promueven una gran ruptura antropológica.

La raíz de todo ello es la crisis moral y ética; de valores y virtudes compartidas. A ella no es ajena el hecho de que el cristianismo se ha convertido en marginal cultural y políticamente, sin capacidad para incidir en las ideas que nos gobiernan. Sufre además una exclusión religiosa que se hace patente en el debate público. En él se puede razonar desde todo tipo de creencias excepto desde la cultura cristiana. La realidad muestra descarnadamente que no hay interlocutores políticos fiables para los cristianos, porque la ideología moral y antropológica de los partidos parlamentarios es, con matices marginales, la establecida por Zapatero. Todo esto es asumido pasivamente por la mayoría, a pesar de la gravedad de sus consecuencias, o contestado por un activismo, minoritario, reactivo y aislado.

Solo un nuevo impulso cristiano puede propiciar la salida de esta sociedad de las aporías, del callejón sin salida al que lo ha conducido la cultura y la política hegemónica. Porque solo él da respuesta integral a todas las crisis acumuladas. Un impulso que tiene cuatro componentes esenciales:

El más decisivo es el despertar de los bautizados, de los calificados como católicos no practicantes, a pesar de que por la gracia del sacramento se han revestido de Cristo (Ga 3, 27). Es una semilla que necesita ser laborada para que crezca, mediante una tarea ingente que no existe. Son tantos, que solo el despertar de una parte significará la transformación radical de la sociedad. Un segundo impulso radica en un proyecto cultural para toda la sociedad proyectado desde el cristianismo, como respuesta a las necesidades y carencias del hombre y la mujer de hoy. El tercero, la elaboración e impulso de aplicaciones de la doctrina social de la Iglesia para configurar nuevas políticas públicas. Y el cuarto, pero no el menor en importancia, el impulso de la familia para fortalecerla en el imaginario social y en las medidas políticas.