Acoger a Jesús, no tener miedo y dar rostro humano a Dios - Alfa y Omega

Acoger a Jesús, no tener miedo y dar rostro humano a Dios

«Dejar a Dios entrar en todos los rincones de nuestra vida», saber que «nada hay imposible para Dios», y la gran tarea de «dar rostro humano a Dios», porque sabemos que después «todo lo pone Él»: esta es la Navidad que nos invita a vivir monseñor Osoro, arzobispo de Madrid, en la Escuela de María. La Curia diocesana madrileña ha tenido hoy la tradicional celebración de Navidad junto a su arzobispo; después de las palabras del obispo auxiliar monseñor Fidel Herráez, el arzobispo de Madrid, en un discurso sin papeles, mostró las tres lecciones que nos dejó María «en esa primera Navidad». Éstas son las palabras de monseñor Osoro:

Redacción

Muchas gracias don Fidel por estas palabras que me has dirigido. Muchas gracias de corazón a todos por este momento, que es quizá el primero que tengo de poder estar reunido junto a todos vosotros.

Al ver esta imagen de la Virgen aquí, me parece que es muy bueno que estemos unos segundos en la Escuela de María. En esta Escuela quizá podemos aprender muchas más cosas que en otros lugares, incluso que en aquellos a los que yo os pueda convocar. Yo quisiera que os quedaseis en esa primera Navidad, con tres palabras que aprendemos es esta Escuela de María:

1. Acoger a Dios en nuestra vida y en nuestro corazón: dejarle entrar en todos los rincones de nuestra vida, en todas las moradas de nuestra existencia, como lo hizo la Santísima Virgen María, que se convirtió en esa vasija bellísima que solamente contenía a Dios. Sólo. Ella nos invita a acoger a Dios, precisamente en estas circunstancias, en estos momentos de la historia de los hombres. Es verdad que existen muchas necesidades y hay muchas situaciones realmente difíciles, pero nosotros debemos tener el convencimiento de que el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande. La primera que lo vio fue la Virgen, y por eso puede decir: Hágase en mí según tu palabra. Ella aceptó el reto; aceptemos todos este reto.

2. No tener miedo, porque nada hay imposible para Dios: María, ante aquella propuesta que le hacían, pensó: ¿Cómo va a ser esto?… –El Espíritu vendrá sobre ti, para Dios nada hay imposible. Que nosotros los cristianos tengamos este convencimiento; esto sólo lo podemos aprender asistiendo a esta Escuela. Nada hay imposible para Dios. Lo que a nosotros nos parece difícil, lo que nosotros, desde la lógica, nos parece imposible, y además con razones para pensar que es imposible, con Dios es posible. ¡Es posible! Y nosotros no estamos pidiendo sólo desde nosotros. Si nosotros estamos anunciando el Evangelio hoy es porque es posible, en este momento y en estas circunstancias, aunque nos parezca difícil.

3. Demos rostro a Dios: ésta es nuestra gran tarea. Si hemos acogido al Señor, si no tenemos miedo, demos rostro humano a Dios, porque lo más bello de la Santísima Virgen María fue esto. Y ante esto, no solamente los creyentes, sino también los incrédulos, ante el belén de alguna manera reciben esta luz en sus vidas. Esta es una interpelación permanente para todos, creyentes y no creyentes; interpelación para mostrar el rostro de Dios. Vamos a dar ese rostro. Es verdad que la tarea nuestra será que seamos ese cristal transparente que hace percibir ese rostro, porque el resto lo pone todo Dios: su gracia, su riqueza, su amor, su valentía, su entrega, su sencillez… Todo lo pone Dios. Fundamentalmente lo que tenemos que hacer es decir al Señor: Mira, toma este cristal, que a veces es oscuro, pero Tú puedes hacer posible que aparezcas Tú en nosotros, y hacerte presente en la vida de los hombres. Por eso, queridos hermanos, en la medida en que podamos, desde los servicios y tareas que estamos llamados a realizar, desde los encuentros que vamos teniendo día a día con otras personas…, que descubramos que nuestro gran compromiso tiene que ser el mostrar el rostro vivo, atrayente, de nuestro Señor Jesucristo. Él hace posible que la gente que se acerca a nosotros nos pueda decir, como le dijeron al Señor: Quédate con nosotros, no nos estorbas, estamos muy a gusto contigo.

¡Feliz Navidad a todos y muchísimas gracias por vuestro trabajo y todo lo que hacéis en los diversos campos de la vida pastoral de la diócesis! Los que estáis casados y tenéis familia, llevad también mi bendición a vuestro hijos, a vuestras esposas, vuestros maridos, vuestros nietos, ¡y a los que tengáis bisnietos también! ¡Feliz Navidad a todos!