De cuando las heridas no cicatrizan - Alfa y Omega

De cuando las heridas no cicatrizan

Jaime Noguera Tejedor

Bien porque no las sabemos curar, bien porque no las queremos curar, bien porque no nos dejamos curar. Las tres cosas se dan en este precioso libro. Una niña judía, a la que inicialmente acogen en un internado de monjas católicas, avanza en años, pero no crece ni madura, ni física ni psicológicamente, porque su incomprensión y su dolor no se lo permiten. Sus padres han sido probablemente asesinados por ser judíos; su amiga Beatriz, único refugio, no sabe sacarla de su pantalla interior; los padres de su amiga, que la llevan a vivir con ellos, tampoco. Léa, la protagonista, convierte sus incomprensiones en obsesiones: ¡qué difícil tener 5 años, que te arrebaten todo y de todo, y no ser capaz de construir una vida… porque no tienes cimientos! Porque Léa confiaba en reencontrarse con sus padres… hasta que supo que no sería posible y vio de cerca el mal absoluto, encarnado en un superviviente de la salvajada nazi. El final es doloroso y atroz.

Me apena la dureza con que la autora trata a unas monjas que salvaron la vida de esta y otras niñas, pusieron el bien moral por encima de sus intereses y buscaron soluciones, aun a costa de sufrir incomodidades e ingratitudes. No juzgo que quien sufre tanto sea incapaz de agradecer lo bueno que encuentra en el camino. Pero, en ocasiones, es así.

La novela nos ayuda a mirar el detalle de los horrores, reparar en los dobleces, incorporar a la vida las dificultades más profundas de los afectos. En el fondo, trata de cómo las personas en ocasiones (¿con frecuencia?) esperamos de los demás lo que suponemos de ellos… por los clichés que conocemos, sin preguntar ni confirmar y, además, erigiéndonos en jueces del destino.

Pero, a la vez, es un libro bonito que hace pensar en los sentimientos más humanos y que relaciona las opciones de las personas con las decisiones que parten de sus emociones. Un canto a la capacidad de escuchar que tienen los buenos: sentirse escuchado es en sí mismo un aprecio, pues en la propia escucha se valora el deseo de interiorizar lo que se está percibiendo y comprendiendo. Hay ocasiones en que los demás no necesitan que les des consejos ni les ofrezcas sugerencias, simplemente quieren que alguien les escuche.

La conciencia no te abandona porque está en tus palabras y te ayuda a explicarte la vida. El problema viene cuando cambias la conciencia por el vacío o por el odio o por una mezcla de las dos cosas, que es lo que le ocurre a Léa.

Léa, personaje central, está a caballo entre dos culturas y dos educaciones, la del lujo y la de la austeridad, sirve de guía para aproximar una iniciación a la mitología del horror, para presentar diferencias en la cosmovisión de lo politizado y lo vivido. Ni siquiera la bondad de las relaciones interpersonales entre los que la quieren y ella, que no se deja querer, permite conducir la novela hacia un final feliz. Pero la verdad de los hechos es tozuda.

Con todo, una lectura agradable por lo bueno del ritmo literario y tremendamente honrada en cuanto a los sentimientos. Buena. Además, adecuada para traperos del tiempo: no importa que dejes la lectura abandonada durante unos días, pues recuperas el asunto en cinco líneas.

Un paisaje de cenizas
Autor:

Élisabeth Gille

Editorial:

Nocturna, 2015