Un hospital pediátrico, segunda estación del Vía crucis del Papa en Cracovia - Alfa y Omega

Un hospital pediátrico, segunda estación del Vía crucis del Papa en Cracovia

Redacción

Segunda estación del Vía crucis. Unas horas después de visitar Auschwitz, el Papa se ha acercado en la tarde del viernes al Hospital pediátrico de Universitario de Cracovia. Niños en sillas de ruedas ocupan las primeras filas, varios de ellos sin pelo, huella inequívoca del cáncer.

Tras el saludo de la primera ministra, el Papa toma la palabra. «Me gustaría poder estar un poco cerca de cada niño enfermo, junto a su cama, abrazarlos uno a uno, escuchar por un momento a cada uno de vosotros y juntos guardar silencio ante las preguntas para las que no existen respuestas inmediatas. Y rezar».

No existen respuestas de la razón humana al holocausto judío. Tampoco al sufrimiento de los niños. Pero «el Evangelio nos muestra en repetidas ocasiones al Señor Jesús que encuentra a enfermos, los acoge, y también que va con gusto a encontrarlos. Él siempre se fija en ellos, los mira como una madre mira al hijo que no está bien, siente vibrar dentro de ella la compasión».

Francisco denuncia a una sociedad «contaminada por la cultura del descarte», que margina a los débiles y a los enfermos y dejan solas a las familias de las personas dependientes.

«Cómo quisiera que, como cristianos, fuésemos capaces de estar al lado de los enfermos como Jesús, con el silencio, con una caricia, con la oración», dice el Pontífice.

Pide a todos gestos de «amor concreto». «Multipliquemos las obras de la cultura de la acogida, obras animadas por el amor cristiano, el amor a Jesús crucificado, a la carne de Cristo», anima. «Servir con amor y ternura a las personas que necesitan ayuda nos hace crecer a todos en humanidad; y nos abre el camino a la vida eterna: quien practica las obras de misericordia, no tiene miedo de la muerte».

Francisco concluye con palabras de ánimo «a todos los que han hecho de la invitación evangélica a “visitar a los enfermos” una opción personal de vida: médicos, enfermeros, todos los trabajadores de la salud, así como los capellanes y voluntarios».

«Que el Señor os ayude a realizar bien vuestro trabajo, en este como en cualquier otro hospital del mundo. Y os recompense dándoos paz interior y un corazón siempre capaz de ternura», les dice.

Tras los discursos, el Papa reza el Ave María con los enfermos y sus familiares. Se acerca después a los niños, uno a uno. Les abraza, les bendice, les acaricia… Los gestos de ternura son su herramienta para superar la barrera del idioma.

Discurso del Papa

Queridos hermanos y hermanas:No podía faltar, en esta mi visita a Cracovia, el encuentro con los pequeños ingresados en este hospital. Os saludo a todos y agradezco de corazón a la primera ministra las amables palabras que me ha dirigido. Me gustaría poder estar un poco cerca de cada niño enfermo, junto a su cama, abrazarlos uno a uno, escuchar por un momento a cada uno de vosotros y juntos guardar silencio ante las preguntas para las que no existen respuestas inmediatas. Y rezar.El Evangelio nos muestra en repetidas ocasiones al Señor Jesús que encuentra a enfermos, los acoge, y también que va con gusto a encontrarlos. Él siempre se fija en ellos, los mira como una madre mira al hijo que no está bien, siente vibrar dentro de ella la compasión.

Cómo quisiera que, como cristianos, fuésemos capaces de estar al lado de los enfermos como Jesús, con el silencio, con una caricia, con la oración. Nuestra sociedad, por desgracia, está contaminada por la cultura del descarte, que es lo contrario de la cultura de la acogida. Y las víctimas de la cultura del descarte son precisamente las personas más débiles, más frágiles; esto es una crueldad. Sin embargo es hermoso ver que, en este hospital, los más pequeños y necesitados son acogidos y cuidados. Gracias por este signo de amor que nos ofrecéis. Esto es el signo de la verdadera civilización, humana y cristiana: poner en el centro de la atención social y política las personas más desfavorecidas.

A veces, las familias se encuentran solas para hacerse cargo de ellos. ¿Qué hacer? Desde este lugar, donde se ve el amor concreto, diría: multipliquemos las obras de la cultura de la acogida, obras animadas por el amor cristiano, el amor a Jesús crucificado, a la carne de Cristo. Servir con amor y ternura a las personas que necesitan ayuda nos hace crecer a todos en humanidad; y nos abre el camino a la vida eterna: quien practica las obras de misericordia, no tiene miedo de la muerte.

Animo a todos los que han hecho de la invitación evangélica a visitar a los enfermos una opción personal de vida: médicos, enfermeros, todos los trabajadores de la salud, así como los capellanes y voluntarios. Que el Señor os ayude a realizar bien vuestro trabajo, en este como en cualquier otro hospital del mundo. Y os recompense dándoos paz interior y un corazón siempre capaz de ternura.

Gracias a todos por este encuentro. Os llevo conmigo en el afecto y la oración. Y también vosotros, por favor, no os olvidéis de rezar por mí.