Protagonistas de un tiempo nuevo - Alfa y Omega

Protagonistas de un tiempo nuevo

Niños, padres, abuelos… Miles de familias llenaron durante todo el domingo la catedral de la Almudena, para celebrar la Jornada de la Sagrada Familia. Monseñor Osoro recibió y bendijo personalmente a todas las que quisieron acercarse a saludarle. En la cripta, se celebró una cadena de adoración eucarística de 24 horas por las necesidades de las familias

Ricardo Benjumea
Una de las familias que se acercaron a la catedral de la Almudena recibe la bendición del arzobispo de Madrid.

Vivimos un cambio de época. Se necesita «hoy más que nunca» el testimonio de familias cristianas que anuncien el Evangelio. Ésta fue una idea repetida de principio a fin por monseñor Osoro, durante las más de 24 horas de celebración de la Jornada de la Sagrada Familia en Madrid. «Una nueva época está naciendo», y «no podemos retirarnos los cristianos de algo que nace», decía el arzobispo cercanas ya las 8 de la tarde, al término de rezo de Vísperas en la catedral, con el que se puso fin a los actos.

«El Señor nos ha elegido para que seamos santos, pero no con nuestra fuerza, sino con la fuerza y la santidad de Jesucristo», añadió don Carlos. «Somos su rostro, somos su presencia. ¡Salgamos a este mundo, a todos los lugares donde vivimos! No tengamos miedo de mostrar ese rostro, porque, a pesar de que nos veamos pequeños, quizá sin fuerzas, la fuerza la pone el Señor». Desde ese convencimiento («¿Qué miedo puede tener un cristiano, si tiene la vida del Señor por el Bautismo?»), monseñor Osoro exhortó a las familias cristianas a estar «siempre alegres», y también a saber mirar a su alrededor, porque «tenemos que aprender» de los demás. «Todo lo que es verdadero, noble, justo, amable, laudable, si lo encontráis por ahí, y veis que lo tienen otros, recogedlo. ¡Es de Dios!».

Terminado el rezo de Vísperas, monseñor Osoro aún tuvo tiempo de conversar animadamente con las parejas de novios a las que acababa de dar la bendición, y con los músicos de la Orquesta y Coro de la JMJ. Nada en su aspecto ni en su ánimo delataba el tremendo desgaste físico al que se había sometido.

Poco después de las 10 de la mañana, monseñor Osoro había empezado a bendecir a las familias que, desde unas horas antes, hacían cola en la catedral. La bendición se interrumpió a las 12, para la celebración de la Misa, concelebrada por el nuncio del Papa, monseñor Renzo Fratini, y el obispo auxiliar de Madrid monseñor Fidel Herráez. Terminada la Eucaristía, monseñor Osoro siguió recibiendo a familias, y sólo se permitió una breve pausa para tomar el caldo que le habían llevado a la sacristía.

Cada familia o grupo se hizo una foto con el arzobispo. Unas 2.100 fotos se han publicado en la página web del Arzobispado, a disposición de los interesados. Teniendo en cuenta que hubo gran cantidad de familias numerosas y extensas (con tíos y primos), y también grupos de parroquias o asociaciones, hablar de 12 ó 13 mil personas es un cálculo relativamente conservador. A estas cifras hay que añadir las 2.500 personas que participaron en la Misa en la catedral, y las 1.500 que tuvieron que conformarse con seguirla desde la pantalla instalada en el exterior, en la Plaza. Y las centenares, miles, que hicieron turnos de adoración al Santísimo en la cripta de la catedral desde las 7 de la tarde del sábado, o las que abarrotaron nuevamente en la tarde del domingo la catedral para el rezo de Vísperas.

Sonrisas y lágrimas

La familia López Ríos fue la primera en recibir la bendición del arzobispo. Félix, Esther y sus cinco hijos celebraron el domingo el cumpleaños de Marta, una de las pequeñas, con un madrugón para poder estar poco después de las 8 en la catedral. Así les dio tiempo a saludar a don Carlos, invitarle a la celebración del 40 aniversario del Colegio de Fomento Los Olmos (en el barrio de la Estrella), desayunar en una cafetería cercana, y coger buen sitio para la Misa.

No hubo muchas, pero sí resultó llamativa la presencia de personas solas, como una mujer mayor que contaba, tras recibir la bendición del obispo, que cada año ha participado en la Misa de la Sagrada Familia, en la Plaza de Colón, para pedir por sus hijos, alejados de la Iglesia, alguno de los cuales arrastra serios problemas familiares y personales. Como ella, otras muchas personas le pidieron a don Carlos oración por terribles dramas personales: abortos en la familia, enfermedades, rupturas, infidelidades… También asistieron embarazadas que querían compartir con monseñor Osoro su alegría por el nuevo hijo, novios a punto de casarse, padres con niños que se aprendieron para el nuevo arzobispo una poesía para felicitarle la Navidad…

Don Carlos tiene para cada persona una sonrisa, una palabra amable, un consejo… A las familias, se las ve marcharse felices, sonrientes. Cuando se les pregunta por el nuevo formato de la Misa de la Sagrada Familia, lo califican de precioso, entrañable, muy emotivo

Todas reconocen que las celebraciones de los últimos años, en la Plaza de Colón, dieron relieve público a la fiesta de la Sagrada Familia, y destacan la necesidad de dar testimonio público de la familia en una cultura que a menudo ignora –cuando no agrede– a las que llama familias tradicionales. Monseñor Osoro –arzobispo de Oviedo, primero, y después de Valencia– fue uno de los habituales en las Misas de Colón, pero este año, tras escuchar a los demás obispos españoles y a los sacerdotes de Madrid, optó por dar paso a este nuevo formato, local y diocesano.

Un río de gracia

Mientras una riada humana desfilaba por la Almudena, unos metros más abajo, en la cripta de la catedral, se celebraba una cadena de 24 horas de adoración eucarística, desde las 7 de la tarde del sábado. De aquí –decía al comienzo el sacerdote don Fernando Simón, Delegado de Pastoral Familiar–, «va a brotar un río que va a llegar a muchísima gente; que va a tocar el corazón de multitud de matrimonios en crisis, que sufren, que tienen problemas. No los veis, pero habrá miles de matrimonios que deseen quererse más, matrimonios que no se rompan, mujeres que no aborten…».

La adoración al Santísimo y el rezo de Vísperas cerró el día de la Sagrada Familia.

La adoración se inició con la celebración de la Misa, presidida por el sacerdote don Jesús Higueras, párroco de Santa María de Caná (Pozuelo de Alarcón), parroquia que tenía a su cargo el primero de los turnos de adoración. Monseñor Osoro se dedicaba mientras a confesar a algunos fieles. Tras la Misa, el arzobispo dirigió unas breves palabras, pidiendo a Dios «ánimo» para todas las familias cristianas, para «que sean familias valientes», que, «con su testimonio de vida, se sientan responsables de entregar y anunciar la alegría del Evangelio». Dicho esto, se unió a la asamblea en adoración.

Protagonismo de toda la diócesis

Unas parroquias fueron dando el relevo a otras en la cripta durante toda la noche y el día siguiente. La organización tuvo este año especial cuidado en que todas las parroquias, movimientos, asociaciones… tuvieran su espacio; en que ésta fuera una fiesta en la que toda la diócesis pudiera sentirse protagonista.

El domingo, en la Misa, lee la admonición de entrada una mujer invidente, acompañada de su familia; la Primera lectura corre a cargo de un padre de familia gitano, junto a su mujer y sus hijos. Lee la Segunda lectura una familia del movimiento Comunión y Liberación.

«Necesitamos, necesita este mundo, la fecundidad de la familia cristiana», diría don Carlos en la homilía. «Trabajemos en apoyo de las familias fundadas en el matrimonio. ¡Eso sí que es garantizar el futuro de la Humanidad!», añadió. La familia cristiana, la que pone a Dios en su centro, es «lo más actual y lo más moderno. Lo antiguo», lo que no tiene futuro, porque no puede proporcionarlo, «es vivir marginando a Dios».

Tras la homilía, las familias cristianas renuevan su compromiso apostólico. «Queridos esposos, padres, abuelos, hijos: ¿queréis perseverar en la misión de custodiar, manifestar y comunicar el amor de Dios por la Humanidad, y el amor de Cristo por la Iglesia, su esposa?», les pregunta don Carlos. «¿Queréis ser testigos de un amor nuevo, de una alegría grande, que será el fermento de una cultura renovada, que pasa por la defensa del amor y de la vida como bienes básicos y comunes de la Humanidad?… ¿Queréis experimentar siempre la alegría del Evangelio de la familia, y ser testigos de esta alegría, en los hogares, en la Iglesia y en la sociedad, de modo particular allí donde las diversas pobrezas materiales, sociales o espirituales precisan de un anuncio convincente de esperanza y salvación?».

Terminada la fiesta de la Sagrada Familia, se recogen los donativos depositados por las familias, que serán entregados a los arciprestazgos de las zonas con mayores necesidades de Madrid. En otra urna, las familias depositaron sus intenciones, que la archidiócesis encomendará a diversas comunidades de contemplativas.