Un abrazo que infunde luz - Alfa y Omega

Sergio tiene 28 años y es el menor de tres hermanos. Vive con una mujer con la que ha tenido dos hijos. Sufre esquizofrenia. Con la medicación tiene una vida normal, hasta el punto de poder trabajar como cualquier persona para ganarse el pan y sacar adelante a sus hijos. Su vida, dice, ha sido muy dura. Esta dureza le ha llevado a no creer en nada ni en nadie, pero la constancia le ha ayudado a seguir luchando. Su padre está en cárcel desde que tenía 12 años. A los 14 intentó suicidarse con una puñalada al lado del hígado. Por la influencia del alcohol y los porros, la mujer con la que vive le ha denunciado tres veces por malos tratos. En las tres ocasiones ha salido absuelto.

Hasta hace una semana su vida transcurría entre su trabajo y su casa, cuidando a sus hijos porque su mujer los tiene medio abandonados a causa de la bebida. Una nueva denuncia de la mujer por descubrirla en una mentira le ha llevado a la cárcel. Al oír decir a la juez «ingreso en prisión» se derrumbó y desquiciado comenzó a gritar. En el furgón que le llevaba a la cárcel le dijo al guardia que parase y que le rompiese la cabeza con la porra, porque «mi vida ya no tiene sentido sin poder ver a mis hijos».

Una vez en la cárcel, por su cabeza se pasa el suicidio. Se lo dice a su madre cuando le visita. La madre me vino a ver y me pidió que hablase con él. Le visito en la enfermería. Al presentarme se queda en silencio, se pone a llorar. Con mucho reparo y miedo comienza a contarme algo. Me doy cuenta de que está mal y necesita hablar, llorar, gritar… Le invito a confiar, pues estoy allí para ayudarle. Le cojo del brazo y… todo empieza a cambiar. Llora como un niño y me cuenta… No hay forma de que se anime. Un simple abrazo hace posible ver un poco de esperanza. Una sonrisa, un grito de rabia… y pensar en sus hijos le llevan a decir: «Gracias, padre. Este abrazo me ha hecho pensar que no soy un perdido, que hay personas que me quieren, que mis hijos me necesitan».

Con mucho cariño, comprensión, paciencia y escucha podemos hacer posible que, a pesar de verlo todo oscuro y sin esperanza, pueda aparecer un rayo de luz. Gracias, Sergio por ser valiente y mirar hacia delante.