El cardenal Parolin ofrece la ayuda de la Iglesia para sanar las heridas del conflicto en Colombia - Alfa y Omega

El cardenal Parolin ofrece la ayuda de la Iglesia para sanar las heridas del conflicto en Colombia

El secretario de Estado vaticano asistió el lunes a la firma de los acuerdos de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC, y pidió una Colombia en la que todos puedan «convivir sin masacrase»

Ricardo Benjumea
El secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, en Cartagena (Colombia), el lunes 26 de septiembre. Foto: EFE/Christian Escobar Mora

El secretario de Estado vaticano, el cardenal Parolin, asistió el lunes a la firma del acuerdo de paz en Cartagena de Indias entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC para transmitir a los colombianos «la cercanía del Papa Francisco», que «ha seguido con gran atención los esfuerzos de estos últimos años en la búsqueda de la concordia y la reconciliación».

En una liturgia de la palabra celebrada a continuación, el número dos de la Santa Sede resaltó que el Pontífice «varias veces ha animado estos esfuerzos, sin obviamente tomar parte en las soluciones concretas que han sido negociadas y sobre las cuales decidirán de manera libre, informada y en conciencia los propios ciudadanos» en el referéndum que se celebrará el próximo domingo.

Las encuestas vaticinan una victoria del sí, pero un tercio de la población anuncia que votará en contra. La oposición la lideran los expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana, dos políticos católicos. Para evitar enfangarse en polémicas, el Vaticano y la Iglesia colombiana han evitado en lo posible implicarse en la contienda partidista, pero es más que evidente su apoyo al proceso, que pone fin a un conflicto de más de 50 años, con el balance de 200.000 muertos, unos 45.000 desaparecidos y más de seis millones de desplazados.

En los últimos 15 años, gracias a la ayuda militar estadounidense, las FARC han visto reducidos sus efectivos a la mitad, hasta menos de 8.000 combatientes. Los expertos coinciden sin embargo en que es imposible una vitoria total, en un país donde en amplias extensiones de territorios el Estado está totalmente ausente. Eso ha obligado a aceptar concesiones a la antigua guerrilla marxista, hoy más bien convertida en una milicia dedicada al lucrativo negocio del narcotráfico.

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos y el máximo líder de las FARC, Rodrigo Londoño Echeverri, se saludan tras firmar el acuerdo de paz, el 26 de septiembre, en Cartagena (Colombia). Foto: EFE/Mauricio Dueñas Castañeda

Devolver la esperanza a Colombia

Pero es hora de pasar página y de mirar al futuro. Al abrazo entre el presidente Juan Manuel Santos y el líder guerrillero, el comandante “Timochenko”, asistieron una decena jefes de Estado de América Latina, junto a personalidades como el rey emérito Juan Carlos de España o el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.

En la ceremonia religiosa celebrada en el santuario de San Pedro Claver, Parolin afirmó ante todos ellos que «estamos, sí, al final de una negociación, pero también al inicio de un proceso todavía abierto de cambio, que requiere el aporte y el respeto de todos los colombianos».

Tras una ofrenda floral al jesuita español que defendió en el siglo XVII a los esclavos africanos llevados por sus compatriotas al puerto de Cartagena de Indias, el Secretario de Estado aseguró que hoy la Iglesia debe realizar hoy una tarea similar en Colombia para restituir la dignidad y devolver la esperanza a las «víctimas de la injusticia».

Es deseo del Papa «asumir el riesgo de convertir cada parroquia y cada institución en un hospital de campo, en el lugar seguro en el que se puedan reencontrar quienes experimentaron atrocidades y quienes actuaron desde la orilla de la violencia», añadió el cardenal. Lo primero es «acercarse» a la víctima «sin restricciones de tiempo, hasta el punto de identificarse con él». Es necesario sanar esas heridas para afrontar con garantías un futuro en Colombia en «el cual convivir sin masacrase y en el cual poseer convicciones diversas en el marco del respeto de las reglas democráticas, de la dignidad humana y de la tradición católica de esta gran nación».