El Dios que tanto me esperó - Alfa y Omega

El Dios que tanto me esperó

2015 nace con dos Jubileos debajo del brazo: el del V centenario de santa Teresa de Jesús, y el del Año de la Vida Consagrada. Las diócesis y congregaciones de toda España ponen al alcance de todos, o sea, de ti, la gracia de la Indulgencia Plenaria, que otorga la Iglesia como signo de la misericordia de Dios. Pero, ¿de qué habla la Iglesia cuando habla de misericordia? En una conversación con Alfa y Omega, el padre David Jiménez, carmelita descalzo y prior del convento de la Santa, en Ávila, explica en qué te afecta a ti (y a nosotros), en este 2015, eso de la misericordia de Dios…

José Antonio Méndez

A ver si me aclaro: la misericordia de Dios ¿frena un poco su justicia ante nuestros pecados? ¿O es al revés?
Ganar el Jubileo es disfrutar de la misericordia y de la justicia de Dios, para dejarse transformar por ellas. Nosotros pensamos que, ante nuestros actos, Dios actúa con justicia, y así es. El problemas es que vemos su justicia como la nuestra, o sea, un poco justiciera. Por eso, nos cuesta entender que, cuando la Santa dice: «Vos sois Juez justo», no dice sólo que es un juez que no se deja corromper, sino que la justicia de Dios, como dice santa Teresita de Lisieux, mira todo el corazón. Para Él, Justicia y Misericordia van unidas.

Pero verlo así, ¿no termina por llevarnos a un conformismo que impide mejorar?
La experiencia de santa Teresa de la misericordia no es la experiencia de un simple buenismo. Ella se dio cuenta de que el problema no está en cómo Dios nos juzga, sino en cómo entendemos que nos quiere: «Antes me cansé yo de ofenderle que el Señor se cansó de perdonarme…; pidamos al Señor que no nos cansemos nunca de recibir», escribió. Es decir, el problema no está en Dios, sino en nosotros, que nos cansamos de ser queridos incondicionalmente por Él. Nos vemos ruines, nos despreciamos por no poder cambiar cuanto quisiéramos de nosotros mismos, y terminamos yéndonos por otros derroteros.

Y entonces, ¿qué podemos hacer en 2015 para no ser tan pecadores?
En el Libro de la Vida, santa Teresa escribe algo impresionante: «Muchas veces he pensado espantada de la gran bondad de Dios, y regaládose mi alma de ver su gran magnificencia y misericordia. Sea bendito por todo, que he visto claro no deja sin pagarme, aun en esta vida, ningún deseo bueno. Por ruines e imperfectas que fuesen mis obras, este Señor mío las iba mejorando y perfeccionando y dando valor, y los males y pecados los escondía. Aun en los ojos de quien los ha visto, permite Su Majestad se cieguen y los quita de su memoria. Dora las culpas». La misericordia no es un salvoconducto ni un todo vale. Al contrario: es ponerme ante el amor radical de Dios lo que me transforma. Al ver de verdad lo que Dios me da, no me sale: ¡Bah! pues hago cualquier cosa y ya me perdonará, sino que me hace cambiar. Poco a poco, pero por completo. Y no por mi voluntarismo, sino por su gracia, que cuenta conmigo. La Santa lo dice así en Camino de Perfección: «Señor, que no nos entendemos, mirad a ver si Vos nos entendéis, que venimos vacías las manos para ser curados por Vuestra misericordia».

No sé si he vivido haciendo el primo
Ante nuestra querencia de ser como el hermano mayor de la parábola del hijo pródigo (Oye, que me porto bien y me esfuerzo, ¿qué pasa?; ¿es que no hace falta ser así?), los místicos descubren que, en realidad, sólo la misericordia de Dios hace cambiar de vida, de verdad. Cuando santa Teresita de Lisieux se confiesa y el confesor le dice tus pecados no desagradan a Dios, ella escribe: «Nunca pensé que mis pecados pudieran no desagradar a Dios. Desde ese momento, empecé a navegar por los mares de la confianza y del amor». ¡Ojalá nos pase eso a nosotros!

Bien mirado, parece más razonable pensar en lo bueno que es Dios siempre, más que en lo bueno que yo quiero ser en 2015…
A mí me ayuda pensar en que santa Teresa habla del Señor como del «Dios que tanto me esperó». A pesar de mis ofensas, siempre me espera. La misericordia de Dios que nos acerca el Jubileo no es un borrón y cuenta nueva, sino algo tan esencial como esto: sólo la persona que te quiere como eres, incluso con tus pecados y faltas, con tu ruindad, es la que te hace cambiar. «Amor mueve amor». En 2015, Dios me abraza de nuevo, para empezar de nuevo. Es el Dios que tanto me esperó.