¿Vivir la fe en una familia «de toda la vida» y en la parroquia puede suscitar vocaciones? La Hermana Victoria demuestra que sí - Alfa y Omega

¿Vivir la fe en una familia «de toda la vida» y en la parroquia puede suscitar vocaciones? La Hermana Victoria demuestra que sí

Quizás no sean tan espectaculares como las grandes conversiones que suponen un giro de 180 grados en la vida. Sin embargo, la mayoría de las vocaciones religosas crecen en silencio, en ambientes tan comunes que, en ocasiones, se miran con desdén incluso dentro de la Iglesia. Por ejemplo: una joven que ha crecido en una de esas sencillas familias católicas «de toda la vida», cuya fe se enfrió en la adolescencia (como tantos jóvenes), y se confirmó en la parroquia de un barrio humilde de Cuenca, ¿puede hoy encontrar su vocación y vivirla con alegría en una congregación religiosa? El testimonio de la Hermana María Victoria, de 32 años, que hoy proponemos en nuestra sección Testimonios para el Año de la Vida Consagrada, demuestra que no sólo es posible, sino que cuando ocurre… es precioso

Colaborador
La Hermana Mª Victoria

Soy la Hermana Mª Victoria, Esclava Carmelita de la Sagrada Familia, y acabo de cumplir 32 años. «¿Qué quieres Señor de mí?» ha sido la pregunta que le hice al Señor hace unos días, durante la oración, pues precisamente el día que teníamos nuestro retiro mensual me propusieron escribir este testimonio para Alfa y Omega. Y porque nada es casual sino providencial, creo que el Señor quiere de mí que, una vez más, haga memoria creyente de mi historia de salvación. Esa «memoria agradecida» que el Papa Francisco nos invita a hacer a la Vida Consagrada, y que hoy quiero compartir contigo.

En catequesis

Nazaret era un barrio de Cuenca

Mi historia es sencilla: soy de Cuenca y crecí en un barrio humilde (un pequeño Nazaret), arropada por el cariño de una familia cristiana: mis dos hermanos mayores, a los que quiero mucho, y mis padres, que siempre han procurado lo mejor para nosotros y nos han dado todo su cariño. Menudo regalo de Dios: una familia (con sus luces y sus sombras) donde he crecido felizmente.

Durante mi adolescencia, mi fe se enfrió. Y Dios envió a las Esclavas Carmelitas de la Sagrada Familia que llegaron a mi parroquia con la misión de coordinar la catequesis y darle un poco de vida. En aquel momento pensé que, con ellas, la parroquia ya no me necesitaba y podía desaparecer. Pero, al final, permanecí unida a la comunidad parroquial. Esto me permitió poder conocer a las hermanas cada vez más y, con hilos de amor, el Señor me fue seduciendo: primero las reuniones semanales con la Hermana Mª Cruz, luego el campamento y, lo que fue determinante, mis primeros Ejercicios Espirituales en Cañizares, que es mi Betania, donde siempre que voy renuevo «el primer amor».

Trato de familia, unión contemplativa y evangelización apasionada

Lo que más me llamó la atención de este carisma fueron las actitudes de Nazaret que estas hermanas vivían y reflejaban: su sencillez, su alegría, su disponibilidad, su hacer callado como María, su trato familiar, el amor que se tenían unas a otras, como en la familia de Nazaret.

Sin decirme nada, sin forzar ninguna situación, la Hermana Mª Cruz veía como el Señor me iba enamorando (en aquella época dejé al chico con el que estaba saliendo). También yo podía observar en ellas a mujeres apasionadas por Cristo. Lo veía en su vida contemplativa de unión con Él y en su pasión por evangelizar. Y con esta trayectoria, te puedes imaginar lo que sucedió. El 7 de enero de 2001 dejé todo para responder a la llamada del Señor a ser Esclava Carmelita de la Sagrada Familia.

Una búsqueda que no acaba

Pero no pienses que aquí se acaba la historia, sino que aquí comienza porque Dios es Aquel del que dice san Juan de la Cruz: «Como el ciervo, huiste habiéndome herido, salí tras ti clamando y eras ido». Ahora estoy herida por mi Amado y le busco.

Desde mi experiencia como consagrada (hace 14 años que entré), puedo decirte que encarnar el carisma es don y tarea. Don porque es el Señor quien moldea mi corazón, y tarea porque, a veces, mi rebeldía está a flor de piel y me cuesta dejarme hacer. Pero cuando Él llama, capacita para responder a esa llamada. Y Él me llama a encarnar nuestro carisma: una vida fraterna como la de Nazaret, una intensa vida contemplativa según nuestro espíritu carmelitano (concebir a Cristo en nuestro interior) que alimenta y sostiene nuestra evangelización, y la unión con los pastores de la Iglesia (expertas en comunión eclesial, siendo puente entre los fieles laicos y los sacerdotes). Esto es lo que diferencia nuestro carisma dentro de la Iglesia.

Vida contemplativa

Expertas en comunión eclesial

Porque es parte de nuestro carisma el servicio a la Iglesia particular, nuestra labor evangelizadora se desarrolla especialmente en las parroquias, pero también en la pastoral de las diócesis, en campamentos (niños, jóvenes y familias), clases de Religión en colegios públicos, retiros y acompañamiento espiritual.

¡Qué suerte ser Esclava Carmelita de la Sagrada Familia! Él me ha llamado y me sigue llamando cada día para llenar mis días de infinito amor y felicidad. Lo hace en lo cotidiano, sin grandes manifestaciones, como en Nazaret. Y, aunque siempre ha existido ese amor, no siempre lo he sabido ver.

Hoy puedo decirte que soy inmensamente feliz siendo Esclava Carmelita de la Sagrada Familia, y que me siento tan querida por el Señor y por mis hermanas de comunidad que de lo profundo de mi interior sólo brota este canto de alabanza: «Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia» (Sal. 117).

Hna. Mª Victoria
Esclava Carmelita Sagrada Familia

¿Quieres conocer más a las Esclavas Carmelitas de la Sagrada Familia o hacer con ellos una experiencia de discernimiento?

Puedes contactar con las hermanas en ecsfcuenca@yahoo.es o llamando al teléfono 969 225 758 / 626 594 914 (Hna. Leticia)

También puedes obtener más información en la web: www.esclavascarmelitasdelasagradafamilia.es

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