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He visitado Zaragoza por motivos familiares y patrióticos. En esta gran ciudad se percibe cómo la esencia de España se ha fraguado aquí y cómo no se puede entender nada de lo que es España en su máxima grandeza, sin esta Cesaraugusta multisecular, y que tiene su máximo referente en la basílica del Pilar contra la que nada pudieron ni pueden: ni el feroz Napoleón, ni las bombas satánicas que para su destrucción lanzaron los enemigos de España, y que penden de sus paredes arropadas por las banderas de la hispanidad; ni los que ahora quieren pasar página con laicismo reaccionario y sectario, que desprecia cuanto ignora.
La hispanidad tiene en Rubén Darío su máximo y más esplendoroso poeta. El centenario de su muerte se celebra en este 2016, pero es hoy postergado y olvidado por la cultura oficial. Rubén Darío celebró la hispanidad como mejor sabía y podía, con la riqueza más grande que hoy tiene la comunidad hispánica, y su mayor título de gloria: la lengua común que es el español, objeto de desprecio y silencio en la misma España que lo vio nacer, por parte del fanatismo fundamentalista y separatista que abomina de todo lo que une a la españoles: la bandera, la unidad territorial y la unidad espiritual del humanismo cristiano con base en el Evangelio.
Dentro de unos meses dejaré España. Y me voy con el dolor de saber que España es hoy un enfermo que no tiene cura, porque los males que padece no los quiere reconocer… Al dar la espalda a Dios, muestra una gran indiferencia y soberbia. El Papa en La alegría del Evangelio nos dice que «un mal enquistado en las estructuras de una sociedad tiene siempre un potencial de disolución y de muerte». Pues bien, uno de los males enquistados en nuestra sociedad es el crimen del aborto, aceptado legalmente en sus leyes como un derecho. Ante el silencio cómplice de nuestros gobiernos y de los medios de comunicación, no puedo sino gritar: ¡Basta! ¡Cese esta matanza de inocentes o España se desintegrará!
Sobre el quinto centenario de la Reforma protestante escribe muy atinadamente don Fernando García de Cortázar en el Alfa y Omega del pasado 6 de octubre. Es verdad que los alemanes le están dando mucho esplendor al acontecimiento: La ruta de Lutero, varios libritos… Se queja don Fernando de la poca contestación entre intelectuales católicos; la suya está muy bien, breve y atinada. En agosto también De Prada en el ABC trató el asunto en cuatro entregas; algo es algo. Finalmente le agradecería a don Fernando un poquito más de cortesía del filósofo para los que no estamos demasiado versados en cultura histórica y teológica.