Su infancia se acabó en un minuto - Alfa y Omega

Esta es una historia real. El padre de la familia que ves en la foto trabajaba como jornalero en la plantación de té Moulovi Tea Estate, en un pueblecito llamado Giasnogor. Murió bastante joven, a los cuarenta y pico años. Dejó viuda y dos hijos varones. En las plantaciones de té de Bangladés solo se permite trabajar a un miembro de cada familia. Como puedes ver, el hijo menor, de nombre Rifat, a la izquierda, está enfermo de nacimiento: sufre una microcefalia que retarda su crecimiento físico y mental. La madre se ocupa de él las 24 horas del día, porque hay que hacerle todo. Es evidente que ella no podía reemplazar a su marido en la plantación. Y si nadie de la familia reemplaza al muerto, la empresa les despedirá de la miserable casa en la que viven, que no pertenece a los trabajadores, sino a la compañía de té. Hay que saber que esta gente gana unos salarios de menos de un euro al día y no pueden ahorrar absolutamente nada. Ser expulsados de la casa significa ser expulsados al vacío. Así que alguien tenía que tomar el lugar del padre, y ese alguien fue el hermanito mayor, a la derecha en la foto.

A Muhammad, que así se llama, se le acabó la infancia en un minuto. De repente pasó del estatus de estudiante de escuela al de hombre de la casa. Tenía 14 años. Todos los sueños del muchacho se desvanecieron en un minuto. Las aspiraciones que pudiesen anidar en su joven corazón, sus deseos de estudiar, de salir del agujero negro en el que vive su familia, todo se fue al traste. Y como era un niño, en lugar de pagarle el salario normal le pagaban la mitad.

Me quedé muy impresionado con todo esto la primera vez que los conocí, al poco tiempo de llegar a Giasnogor. Recuerdo que la madre me mostró a Rifat con un cariño infinito, que me invitó a entrar en su casa y tomarme un té. Todo haciendo gala de una hospitalidad exquisita, como es tradición en Bangladés. La familia es musulmana. Desde entonces, va ya para tres años, hemos intentado ayudar en lo que hemos podido. Algunos amigos que nos visitaron se quedaron impresionados y decidieron echar una mano económicamente a la familia, con ayuda de una religiosa marista le hemos llevado a un centro de rehabilitación, les hemos incorporado al programa mensual de nutrición, etcétera.

Ahora Rifat está perdiendo peso alarmantemente. Todo lo que come lo vomita. Los médicos dicen que no pueden hacer gran cosa. Yo creo que la madre, en su corazón, está preparada para el desenlace cuando Dios quiera. Y yo… doy gracias a Dios por poner esta familia (y muchas otras en situaciones similares) en mi camino, para que aprenda de ellos tantas cosas que no se estudian en los libros. Y le rezo con frecuencia por ellos.