«Los santos que supieron ganar la paz, no la guerra» - Alfa y Omega

«Los santos que supieron ganar la paz, no la guerra»

Oración. Hombres y mujeres de oración. Ese es el estilo que pide la Iglesia. «No para vencer la guerra, sino para vencer la paz». Palabras significativas del Papa este domingo ante más de 80.000 personas tras declarar santos a siete beatos. Dos fueron mártires, entre ellos un muchacho de 14 años salvajemente asesinado en 1928, en plena persecución religiosa en México

Andrés Beltramo Álvarez
Un mexicano sostiene un cartel de José Sánchez del Río el domingo, en la plaza de San Pedro, durante su canonización. Foto: CNS

La plaza de San Pedro se convirtió la mañana del domingo en un mosaico multicolor de banderas y estandartes. Hubo una notable presencia española, porque entre los canonizados estaba Manuel González García (1877-1940), obispo de Málaga y Palencia, fundador de las Hermanas Eucarísticas de Nazaret y promotor de la devoción a la Eucaristía.

A decir verdad, buena parte de la explanada vaticana habló español. Se hicieron sentir especialmente los fieles llegados de Argentina y México, acompañantes de los nuevos santos José Gabriel Brochero (1840-1914) y José Sánchez del Río (1913-1928). El primero fue un cura gaucho, que recorrió durante años la zona de la sierra en la provincia de Córdoba ayudando a los pobres, enfermos e indígenas, pero también promoviendo el progreso, construyendo escuelas, caminos y acueductos. Y Joselito es el joven mártir mexicano de la guerra cristera (1926-1929).

Completaron la lista otro mártir, el lasallista Salomón Leclercq (1745-1792), los sacerdotes italianos Ludovico Pavoni (1784-1849) y Alfonso María Fusco (1839-1910), además de Isabel de la Santísima Trinidad Catez (1880-1906), religiosa y mística francesa. Sobre ellos, el Papa dijo: «Los santos son hombres y mujeres que entran hasta el fondo del misterio de la oración. Hombres y mujeres que luchan con la oración, dejando al Espíritu Santo orar y luchar en ellos; luchan hasta el extremo, con todas sus fuerzas, y vencen, pero no solos: el Señor vence a través de ellos y con ellos».

Esta canonización fue peculiar. En su homilía, Jorge Mario Bergoglio no repasó la vida de cada santo, como suele ocurrir. Eran demasiados, todos juntos en una de las últimas grandes celebraciones del Jubileo de la Misericordia. Por eso el Papa optó por reflexionar sobre la santidad en general, y concentró su pensamiento en un solo aspecto: la vida espiritual.

Francisco aseguró que la oración necesita «del apoyo de otro», porque «el cansancio es inevitable, y en ocasiones ya no podemos más», pero advirtió que, con la ayuda de los hermanos, «la oración puede continuar hasta que el Señor concluya su obra».

«Orar no es refugiarse en un mundo ideal, no es evadirse en una falsa quietud», añadió. «Por el contrario, orar y luchar, y dejar que también el Espíritu Santo ore en nosotros». Y apuntó: «También estos siete testigos que hoy han sido canonizados, han combatido con la oración la batalla de la fe y del amor. Por ello han permanecido firmes en la fe con el corazón generoso y fiel».

Presencia latinoamericana

En los días previos y posteriores a la canonización, la santidad se mezcló con la fiesta cultural y el orgullo nacional de los países de origen de los beatos, con una apabullante presencia latinoamericana. Fueron más de 2.000 los fieles llegados a Roma desde diversas ciudades de México, otros 1.700 hicieron lo propio desde Argentina.

Ambos santos, Joselito y el cura Brochero son especialmente queridos por sus paisanos. Eso se notó durante las diversas actividades organizadas en la Ciudad Eterna para celebrar su memoria. Los argentinos pasaron de la cantata brocheriana con música folclórica hasta el agitar sus banderas celestes y blancas en la basílica de San Pedro, el lunes 17, en una Misa de acción de gracias encabezada por el cardenal de Buenos Aires, Mario Aurelio Poli.

Los himnos religiosos mexicanos más famosos como ¡Viva Cristo Rey! y La Guadalupana resonaron por las calles de Roma. Primero, con la procesión a lo largo de la via della Conciliazione la mañana del sábado, cuando 800 fieles atravesaron la Puerta Santa para asistir a una Misa con obispos y sacerdotes de su país, en el Altar de la Cátedra. Pero el espectáculo más vistoso lo brindaron la tarde del lunes, cuando más de 1.000 feligreses caminaron entre las callecitas del célebre barrio del Trastévere para conducir una reliquia de Sánchez del Río desde la basílica de Santa María hasta la basílica de San Bartolomé, dedicada a los mártires del siglo XX.

Ahí mismo, sobre la isla ubicada en medio del río Tíber, ya reposa la reliquia del niño cristero junto a objetos pertenecientes a otros mártires como el cardenal de Guadalajara, Juan Jesús Posadas Ocampo, o el beato Óscar Arnulfo Romero, obispo del Salvador. Y los cantos mexicanos todavía retumban, como la sorpresa que causó aquel río de gente portando la cruz, las candelas y los estandartes. Tanto, que a su paso los curiosos hacían videos y tomaban fotos, recuerdos de un espectáculo poco común. La santidad exhibida con orgullo por las calles de la ciudad.