Qué pasa con los sacramentos - Alfa y Omega

¿Qué estamos haciendo los católicos con los sacramentos?, ¿cómo estamos participando en ellos? Yo no sé hasta qué punto asumimos que es «todo el misterio de Cristo» el que se da en cada uno. Parece que nos acercamos a ellos como a derechos y no como a dones, a «signos visibles de la gracia». Duele. A lo mejor es también por eso que estamos en un hospital de campaña: porque somos muchos los enfermos y hay dolor.

En las últimas semanas, por mor de cuestiones acerca de síes y noes en relación con padrinos de Bautismo o con nulidades matrimoniales, estoy identificando algo nuevo para mí: el español medio con el que me relaciono no solo es un experto en política y fútbol, aunque casi el 40 % no vote y un porcentaje aún mayor no vaya al campo a ver un partido; el español es también experto en teología.

En plena conversación acerca de estos temas, intentando que las cosas no desfilaran por el camino de la discusión ni de las emociones, se me ocurrió preguntar a uno de mis interlocutores cuánto hacía que no confesaba. Silencio incómodo. También pregunté a otros qué pensaban acerca de pedir la Unción de los enfermos para un pariente que estuviera muy delicado u hospitalizado por causa grave. Más silencio. Conclusión: los sacramentos de sanación no venden, porque requieren mirarse hacia adentro y están relacionados con el pecado. O sea, que solo vale hablar del bautismo como derecho, de la eucaristía como magia, de la confirmación como manifestación pública de no sé qué y del matrimonio como acto social. Lo he escrito todo con minúsculas por respeto. Del Orden no hablamos, porque «eso solo afecta a los curas» (sic).

«“Quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado”. Moisés se tapó la cara, porque temía ver a Dios» (Éx 3,5-6). Entonces: ¿Dios es un coleguita que no merece respeto y a quien podemos exigir lo que nos interese en cada momento?; ¿establecemos nosotros las normas, determinamos el contexto y manejamos el alcance? Habrá que remangarse, dar mejor ejemplo, ser más coherente. Y dar gracias a Dios porque nos permite hacerlo.