¿Salvó la Divina Misericordia el avión de la película Sully? - Alfa y Omega

¿Salvó la Divina Misericordia el avión de la película Sully?

El avión del vuelo 1549 de US Airways caía hacia el río Hudson, en Nueva York. Fred Beretta, un pasajero, se dio cuenta de que era la Hora de la Misericordia, y se encomendó a ella. El avión amerizó sin daños que lamentar, y desde entonces se habla del «milagro del Hudson»

María Martínez López
Los pasajeros del vuelo 1549 esperando a ser rescatados. Foto: RTVE

Este viernes se ha estrenado en España Sully, la película dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Tom Hanks en el papel del capitán Chesley Sullenberger. Sullenberger, o «Sully», logró amerizar en el río Hudson el avión que pilotaba, y que acababa de despegar de Nueva York con dirección a Charlotte (Carolina del Norte) con 155 personas a bordo. Era el 15 de enero de 2009, a las tres y media de la tarde. El choque con una bandada de aves había inutilizado los motores del avión cuando todavía estaba a muy poca altura.

Es el caso del vuelo 1549 de US Airways. También conocido como «el milagro del Hudson», por el hecho de que no hubiera víctimas mortales, ni heridos graves. Pero la calificación como «milagro» también puede relacionarse con la intervención real de Dios. Así, al menos, lo cree Fred Beretta, un pasajero católico. El que, mientras el avión se precipitaba hacia el suelo, había pedido a la Divina Misericordia que tuviera piedad de ellos.

Beretta, un banquero, se encontraba en viaje de negocios en Nueva York. El día anterior, revisando su maletín, entre informes y hojas de cálculo, había encontrado un folleto olvidado que explicaba cómo rezar la coronilla de la Divina Misericordia.

Fred Beretta con su familia

Misa antes de despegar

El hallazgo fue muy oportuno, pues solo dos semanas antes Fred había hecho una resolución de año nuevo para tratar de mejorar su espiritualidad. El daño que la crisis económica había causado a sus ahorros le habían hecho reflexionar sobre lo realmente importante de la vida.

Así que Fred, que ya había rezado la coronilla en el pasado, se puso manos a la obra en su habitación del hotel. Al día siguiente, sus reuniones acabaron antes de lo pensado y pudo ir a Misa en San Patricio antes de dirigirse al aeropuerto de La Guardia. Allí compró un libro sobre la Eucaristía, cuya lectura lo absorbió hasta después de embarcar en el avión. Su historia comenzó a circular porque Beretta sintió la necesidad de compartirla con Vinny Flynn, autor del libro sobre la Eucaristía, que fue quien la hizo pública.

En una entrevista a la web www.thedivinemercy.org, narró poco después: «Continué leyendo hasta que despegamos, luego guardé el libro, cerré los ojos y comencé a reflexionar sobre lo que estaba leyendo. Entonces sentí el impacto, hubo una explosión y el avión comenzó a sacudirse violentamente. Yo estaba sentado en la silla 16A, detrás de una de las alas. Podía ver el humo salir del motor izquierdo y olía a gasolina».

«Solo podíamos rezar»

Fred, que es también piloto privado, se dio cuenta de que el segundo motor no estaba funcionando. «Escuchamos gritos que venían de la cabina. Nos miramos unos a otros pero no decíamos nada, lo único que podíamos hacer era rezar».

En ese momento, pensó en su familia, su mujer y sus cuatro hijos. También en el tiempo que había perdido viviendo su fe a medias. Y llegó a la conclusión de que Dios le había permitido encontrar el libro sobre la Divina Misericordia y el de la Eucaristía para prepararle a bien morir.

En ese momento, miró el reloj, y se dio cuenta de que eran las tres y media, poco después de las tres de la tarde, cuando Jesús murió en la cruz. Y recordó la promesa del Señor a santa Faustina Kowalska: «Esta es la hora de la gran misericordia. En esta hora nada le será negado al alma que lo pida por los méritos de mi Pasión». «Recé con profundo sentimiento y sinceridad «Dios por favor sé misericordioso con nosotros»».

«En la situación más precaria que podría imaginarme –contó–, Dios me enseñó la paz verdadera, la cual se encuentra cuando se acepta Su voluntad. Eso es lo que debemos hacer en esta vida y no preocuparnos por cosas insignificantes, sino que entregarnos totalmente a Dios».