La cárcel también es Iglesia - Alfa y Omega

La cárcel también es Iglesia

«Jamás he visto tanta misericordia en la calle como la que he visto en prisión», dice David, un preso de Murcia. «A los internos ya los ha condenado un juez; no tenemos que volver a condenarlos nosotros», subraya Antonio, un funcionario del mismo centro. Ambos han participado junto a otros 1.000 internos de todo el mundo, 25 de ellos españoles, en el Jubileo de los presos en Roma

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
La expedición española que participó en el Jubileo de los presos, ante la basílica de San Pedro. Foto: Pastoral Penitenciaria CEE

«Soy un privilegiado, no me lo creo todavía. Estoy muy feliz, me acuerdo mucho de mi mujer, de mis hijos, de mi madre y mis hermanos. Y también de aquellas personas a las que he hecho daño. Me sale un arrepentimiento y una buena fe a tiempo… Me siento perdonado y siento la misericordia de Dios. Me siento muy en paz». Si hay alguien que ha experimentado los frutos de este Año de la Misericordia ese es Antonio, un preso de Jaén, a quien casi no le salían las palabras tras el encuentro con el Papa este sábado en el Jubileo de los presos.

Las 70.000 personas privadas de libertad en España se vieron representadas de alguna manera en la expedición española que participó en el Jubileo: un total de 25 presos –18 hombres y 7 mujeres–, acompañados de voluntarios, capellanes, familiares y trabajadores de Instituciones Penitenciarias. Juntos peregrinaron en libertad por las calles de Roma turnándose para llevar la cruz con la que atravesaron la Puerta Santa de la basílica de San Pedro.

Fue una mujer, Nieves, de Castellón, la que tuvo el privilegio de llevar el crucifijo al entrar en el templo: «He sentido una cosa impresionante que no se puede describir, algo muy fuerte. Desde que he pasado la Puerta creo que mi vida ha dado un cambio radical. Nunca me habría imaginado que estando privada de libertad iba a poder estar aquí. Ojalá Dios nos ayude un poco a rehacer nuestras vidas para ir por el camino bueno, y llevar una vida estable ya para siempre», dice.

Desde Murcia, otro interno, David, reconoce que «esto es un privilegio. Esto es empezar una nueva vida. Esto es volver a nacer». Lo dice uno que ha vivido mucho y ha pasado por mucho más, y que tras pisar la prisión y entrar en contacto con los capellanes y voluntarios de pastoral penitenciaria, hoy afirma: «Jamás he visto tanta misericordia en la calle como la que he visto en prisión». De esta experiencia de David participa también Antonio, un funcionario del mismo centro. ¿Se puede vivir en la cárcel la misericordia? Contesta con rotundidad: «A los internos ya los ha condenado un juez; no tenemos que volver a condenarlos nosotros. Lo primero que podemos ofrecer es humanidad, y lo segundo es respeto. Y ayudar en la medida que podamos».

Nieves entra con la cruz por la Puerta Santa. Foto: Pastoral Penitenciaria CEE

Los presos son hijos de Dios

Al padre Florencio Roselló, director del departamento de Pastoral Penitencia de la Conferencia Episcopal Española, lo que más le ha asombrado de estos días ha sido «ver cómo todos los internos se relevaban para llevar la cruz, con mucho respeto y devoción, cómo la miraban. Lo vivían con una sencillez y espontaneidad muy evangélicas, como las personas con las que se encontraba Jesús en el Evangelio. Los internos se identifican mucho con la cruz, a veces más que con la Resurrección, por su experiencia personal. La cogían como si fuese lo más preciado que podían tener en ese momento».

A los presos les ha impactado mucho que «la persona más importante del mundo haya querido pasar un día con nosotros», como destacaba una de las mujeres de la expedición. «Que el Papa les hable y celebre la Eucaristía con ellos –continúa el padre Roselló–, cuando han sido marginados siempre en todas partes, les impresiona. La gente ha vuelto renovada y encantada. El Papa les ha dado esperanza, les ha animado a mirar adelante y reconstruir sus vidas y sus historias, sabiendo que la vida vale la pena».

Como fruto de este Jubileo, Roselló espera que la gente «comprenda que la cárcel también es Iglesia, que los presos también son comunidad e hijos de Dios, y que, si su proceso penitenciario lo permite, también pueden participar en actos con la sociedad en libertad». Pero sobre todo anhela «que los propios presos perciban que Dios, a través del Papa Francisco, los mira con ojos de misericordia, los abraza y los perdona».