Alfa y Omega: nombre y tarea - Alfa y Omega

Alfa y Omega: nombre y tarea

Quiero dar gracias a Dios por Alfa y Omega. Este número 1.000 es para mirar hacia adelante. La Iglesia no envejece, siempre es joven. ¡Qué bueno es saber leer la historia!

Carlos Osoro Sierra
Foto: María Pazos Carretero

La Iglesia es la gran compañera de camino en el que estamos. Alfa y Omega es un medio de comunicación con el que esta ha deseado mostrar que la palabra de Dios se mantiene viva y que Cristo no solo es una figura del pasado, sino que está presente. Durante estos años, en sus 1.000 números, ha pretendido dar ese mensaje esencial del Concilio Vaticano II que los Papas han interpretado tan bellamente; un mensaje que la humanidad necesita y que se encarna en Jesucristo: Dios es amor. Todo debe partir de esto y todo debe llevar a esto. Como dice san Pablo, «si no tengo caridad, nada me aprovecha» (cf. 1 Cor 13, 3). Sin amor todo carece de sentido y de valor.

Quiero dar gracias a Dios por Alfa y Omega, por quienes tuvieron la intención de hacernos vivir con aquellas palabras del profeta Isaías: «Levántate, brilla, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti» (Is 60, 1). ¡Qué perspectiva nos dan estas palabras cuando las aplicamos a la Iglesia! La Iglesia es humanidad iluminada, bautizada en la gloria de Dios, es decir, en su amor, en su belleza, en su señorío. Bien sabe la Iglesia que con su humanidad, que tiene límites y miserias, pone más de relieve la obra del Espíritu Santo. No se jacta de nada, sí de su Señor. Sabe que su luz no es de ella, que no es suya la gloria, pero tiene la alegría de ser en medio de los hombres signo e instrumento de Aquel que es luz de los pueblos (cf. LG, 1). Mostrar esto sigue siendo la pretensión de Alfa y Omega. El número 1.000 es para mirar hacia adelante. La Iglesia no envejece, siempre es joven. ¡Qué bueno es saber leer la historia! El Papa Francisco nos está impulsando a ver que la Iglesia, según va pasando el tiempo, se hace cada vez más joven, entre otras cosas porque camina al encuentro del Señor y se acerca cada día más a la única y verdadera fuente de la que mana la juventud, la regeneración y la fuerza de la vida.

Alfa y Omega es nombre y tarea, que se concreta en estas direcciones:

1-. La realidad del mundo no se sostiene sin Dios. ¿Qué es la realidad? ¿Qué es lo real? ¿Son realidad solamente los bienes materiales, los problemas sociales, económicos y políticos? Aquí está un error de las tendencias dominantes, como nos dice de formas diferentes el Papa Francisco. Poner al ser humano fuera del centro es un error destructivo. No se puede fiscalizar el concepto de realidad amputando la realidad fundante y decisiva que es Dios. Por eso Alfa y Omega es una voz importante. No es voz quejumbrosa ni de malos agüeros; es una voz de esperanza, que propone realidades concretas en las que Dios no ha sido negado, anulado o desplazado, sino que es esencial para la libertad de los hombres y para eliminar toda clase de dictaduras. Pretende decir que quien excluye a Dios de la realidad falsifica el horizonte de lo humano, que termina con recetas y soluciones destructivas.

2-. Cristo es la respuesta a todas las situaciones del ser humano. Frente a un relativismo difuso que no reconoce nada definitivo y que pretende tomar como criterio último el yo personal y los propios caprichos, Alfa y Omega quiere entregar y regalar otra medida: al Hijo de Dios, que es también verdadero hombre, que es la medida del verdadero humanismo.

3-. No podemos olvidar nunca esta pregunta: ¿quién es mi prójimo? Jesús responde siempre invirtiendo la pregunta y mostrando, como hace en el relato del buen samaritano, que cada uno de nosotros debe convertirse en prójimo de toda persona con la que nos encontremos. Amar es comportarse como el buen samaritano.

4-. Urge provocar a los hombres a que se abran al amor de Dios y a vivir en comunión. Llegando al corazón de todos, sin excepción. Ello lleva a quienes son protagonistas de sus páginas a alcanzar el corazón de todos sin excepción. Hay que hacerlo proponiendo testigos y realidades que así lo manifiesten. Para dar testimonio hay que tener experiencia personal de Cristo, donde la comunión y la unidad es una condición muy importante para una mayor credibilidad. Se vive verdaderamente y damos vida, anunciamos con obras y palabras, cuando estamos en comunión existencial con Jesucristo. Hay que estar insertos en Él, así nos vemos a nosotros y a los demás de un modo nuevo. Él es la vida misma. La vida nos llega de experimentar que somos amados por Él, que es la Vida; nos viene de vivir con Él y de amar con Él.

5-. Hay que mostrar a quien es alimento, aliento y muestra de la verdad y de la libertad. La exhortación apostólica Sacramentum Caritatis nos lo dice: «Jesús es la estrella polar de la libertad humana: sin Él pierde su orientación, puesto que sin el conocimiento de la verdad, la libertad se desnaturaliza, se aísla y se reduce a arbitrio estéril» (n. 2).

Con este quinteto, Alfa y Omega desea continuar su andadura fiel al momento histórico que viven los hombres y a los que tiene que llegar la Buena Noticia.