Periodismo que habla de Dios - Alfa y Omega

Periodismo que habla de Dios

Hay veteranos que llevan 20 años en la redacción. Otros acaban de llegar hace apenas un mes. El equipo de redacción de este semanario es joven, lleno de alegría del Evangelio y de ganas de hacer buen periodismo. En estas líneas nos presentamos, y os contamos quiénes somos y cuáles son nuestros sueños y esperanzas para el futuro. Siempre, por supuesto, acompañados por vosotros, los lectores, que sois los que hacéis posible que sigamos aquí jueves tras jueves. Gracias por leernos

Redacción
Todo el equipo de Alfa y Omega en la puerta de nuestra redacción, en la madrileña calle La Pasa. Foto: Carlos González García

«Si no hablamos de Jesús, no hablamos de nada»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Redactor

Vine para un mes y llevo ya casi 14 años. 14 años que dan para mucho. Para conocer a la Iglesia muy de cerca, y asombrarme cada vez más de cómo Dios se fía de nosotros para «que te conozcan a Ti y a quien Tú has enviado: Jesucristo». Me asombra cada vez que conozco nuestros pecados y debilidades, tiranteces y discordias, y me asombra más todavía cómo Dios se fía de mí para hacer de evangelista, que no otra cosa es este oficio de periodista de información religiosa: el oficio de contar a Jesús. Porque si no hablamos de Jesús, no hablamos de nada; o, como decía Benedicto XVI, «si no damos a Dios, damos demasiado poco» (esto también vale para los periodistas del gremio). 14 años después me maravilla cómo la gracia se derrama sobre nuestras sombras, y cómo Jesús se hace papel para llegar hasta ustedes. Él es tan humilde que necesita nuestra carne para llegar hasta la sed de los demás.

Seguiremos contándolo.

La alegría del Evangelio

María Pazos Carretero
Documentación

Para mi Alfa y Omega no es solo la empresa donde trabajo, se ha convertido en mi casa. Llevo 15 años intentado aportar mi granito de arena a la evangelización. Es una gracia de Dios trabajar aquí. En todos estos años han ocurrido muchos acontecimientos en la Iglesia y hemos ido informado puntualmente a nuestros lectores, poniendo todo nuestro cariño y esfuerzo en cada página. Al cumplir los 1.000 números tengo que dar muchas gracias a Dios por todo lo que esto supone. También sé que tengo que seguir dando el máximo, puesto que nuestro trabajo es un servicio. Gracias a Alfa y Omega he tenido la oportunidad de conocer a muchas personas con las que he aprendido a ver la vida con otros ojos. Espero que podamos seguir anunciando la alegría del Evangelio a todos.

¡Qué suerte!

María Martínez
Redactora

No deja de sorprenderme la reacción que causa en gente de Iglesia saber que trabajo en Alfa y Omega. «¡Qué suerte!», suelen repetir. «¡Qué exagerados!», he pensado alguna vez, desde esa rutina que da por descontada la luz y se fija más en las sombras. Pero luego les agradezco que me despierten y me recuerden que mi trabajo me permite nutrirme cada día de la vida de la Iglesia, de la amplitud y profundidad de su doctrina, del testimonio de tantas vidas entregadas en la calle de al lado o en la última isla del Pacífico, del tesoro de sus santos conocidos y anónimos. Intentar compartirlo con los demás de la mejor manera posible casi es, solo, el precio de recibir tanta riqueza.

Vamos por el buen camino

Cristina Sánchez Aguilar
Redactora

Querría que de mayores fuéramos el semanario y la página web de referencia de los católicos en España. Es más, querría que cuando cualquier lector —sea católico o no, o practicante o no— de ABC abra los jueves el periódico no pueda resistirse a hojear Alfa y Omega. Que la contraportada de un misionero perdido en una isla de Vanuatu que evangeliza entre tribus hasta hace poco antropófagas sea tan atrayente que quiera saber por qué ese hombre hace semejante locura. Y ahí, entre esas líneas, el lector se encuentre con Dios. Quiero que esto mismo ocurra en Facebook y en Twitter. Quiero que www.alfayomega.es sea la web de cabecera de todo aquel que quiera conocer la rica vida de la Iglesia. Y que quiera formarse sobre los acontecimientos de la actualidad a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia. Y creo, aseguro vaya, que vamos por el buen camino.

A por el continente digital

José Calderero @jcalderero
Redactor

Si hablamos de futuro quizá sea el que más tenga que decir, y no porque posea el don de profecía, sino porque soy el que más futuro tiene por delante. Dicho de otro modo, sí, soy el más joven de la redacción. Por ello, sin olvidarme del número en papel, mi principal cometido es la página web y las redes sociales. Quizá alguno de los que lean este texto no haya entrado jamás en nuestra web. Quizá alguno no sepa ni lo que es una red social. Pero en ellas navegan 2.300 millones de jóvenes y probablemente se pasen el día sus hijos o nietos. Alfa y Omega quiere entrar en contacto con ellos para que, a su vez, ellos puedan entrar en contacto con Cristo.

Cuando crezca

Fran Otero
Redactor

Mi mirada sobre Alfa y Omega no puede ser más que de futuro. He sido el último en subirme a este proyecto. De hecho, he puesto mi granito de arena a solo once de los 1.000 números que celebramos. ¡Si todavía estoy en pañales! Cuando crezca, sería feliz si nuestras páginas siguen siendo voz para los que no la tienen y una puerta de la Iglesia siempre abierta.

Mil gracias

Ricardo Benjumea
Director

Debía ser noviembre de 1994. Jueves, día de cierre, ocasión en las que solían darnos las dos o las tres de la mañana. Acababa yo de incorporarme a Alfa y Omega como becario, ayudante de maquetación y de lo que se terciara. Empezaba a hacerse tarde y don Javier Martínez, entonces obispo auxiliar, me insistió en que llamara a casa. Se reía con ganas imaginando la reacción de mis padres: «¿En el arzobispado? ¿Eso qué es, el nombre de una discoteca?».

Tras la cena de bocadillos —catalanes, al gusto de Alex del Rosal, responsable diocesano de medios—, el despacho del obispo no tardaba en llenarse otra vez de humo de tabaco. Nadie parecía tener prisa en marcharse, contagiados todos por el entusiasmo de algo nuevo que empezaba.

A Fernando de Haro le sustituiría unos meses después Raquel Martín como redactora jefe. Llegarían luego José Antonio Ullate, José Francisco Serrano… Y también Ignacio, Coro, Inma, Álvaro, Benjamín, Anabel, Rosa, Juan, Marta, Carmen, Maite, María, Alicia, Laura… Y cómo olvidar a Ana, Cristina, Óscar, José Antonio, Dora, Sonsoles, Macarena, José María, María Jesús, Bea, Ruth, Elena, Loreto, Cati… No hay en este número 1.000 páginas suficientes para dar las gracias a todos. Ni a tantos colaboradores que, del primer al último número, han regalado y siguen regalando a este semanario su tiempo, su prestigio, su cariño, su entusiasmo… Ni a tantas empresas e instituciones amigas que han creído en el proyecto y lo han hecho económicamente viable.

Entre idas y venidas, he visto cambiar muchos nombres y muchas caras, pero rara vez faltó esa ilusión capaz de soñar siempre con un «más difícil todavía». Y de aguantar los desengaños y las frustraciones, que también los ha habido en este tiempo. A todos, a los que estuvieron y a los que están, a los que en algún momento han formado parte de una u otra forma de esta familia —de forma muy especial las personas que nos leyeron y que nos leen—, gracias, mil gracias. ¡Y que cumplamos muchos más!