La bendición de los pobres - Alfa y Omega

La bendición de los pobres

Pedro J Rabadán
Foto: AFP Photo / Osservatore Romano

Ya había escrito el artículo sobre Donald Trump, que es el personaje informativo de la semana. Y entonces vi esta imagen. Me capturó. Francisco es un Papa que da siempre buenos titulares de periódico y nos deja imágenes y gestos que dan la vuelta al mundo. Pero esta es una de las que más me han impactado, no tanto por la fuerza de la instantánea sino por lo que tiene de auténtica. Para mí, es uno de los momentos de su pontificado.

Ocurrió el viernes pasado en el aula Pablo VI de San Pedro. El Pontífice, antes de terminar el Año de la Misericordia, celebró una audiencia con 6.000 personas sin hogar. Después de escuchar los testimonios de varios de ellos, les pidió que rezasen con él y por él. Y ocurrió esto. Doce excluidos lo rodearon y le impusieron las manos, tocando sus ropas mientras abrían su corazón de par en par. Alguno parece que le pellizca, como si quisiera ver si era real lo que estaba sucediendo. Francisco se recogía en oración, compungido, emocionado. Es el abrazo de los pobres, de quienes no tienen más que lo puesto, de quienes no luchan por el poder ni la fama sino por tener algo de comer que echarse a la boca, un techo que les cobije o simplemente, una sonrisa que les haga no sentirse marginados. Ellos se sienten queridos. Al instante surge la conexión con el Evangelio, con Jesucristo rodeándose de pobres, enfermos, leprosos y pecadores. Con ellos se sentía a gusto. A ellos –a nosotros– nos trajo su mensaje de salvación.

No es un gesto más. Es una oración profunda para que Dios bendiga al Papa en su misión: «Cómo quisiera una Iglesia pobre para los pobres». Y aquí se ve que no se trata de un eslogan, sino de un firme propósito, el objetivo número uno de su papado. En nombre de la Iglesia, Francisco les pidió perdón por todos los cristianos que dan la espalda a los necesitados, que no encuentran la pobreza en el centro del Evangelio y les invitó a no dejar de soñar en que se puede cambiar el mundo. No es una meta irreal ni inalcanzable. Estar con ellos con el corazón es un primer paso. Los siguientes los tendrá que decidir cada uno.