Expedita Pérez: «Aquí no entráis si no nos matáis» - Alfa y Omega

Expedita Pérez: «Aquí no entráis si no nos matáis»

Jóvenes cristianos y musulmanes defendieron a las misioneras de los radicales

Cristina Sánchez Aguilar
Expedita con los niños refugiados de Sudán. Foto: Archivo personal de Expedita Pérez

«Nos acaban de avisar de que estos días habrá movimiento en la calle, para que no salgamos de casa». Expedita Pérez, canaria y misionera comboniana, lleva desde 2012 en Egipto. Con la llegada de Al-Sisi al poder, los grupos fundamentalistas se han radicalizado, y hay episodios de violencia contra los cristianos. Pero sus vecinos musulmanes quieren tanto a las misioneras que cuidan de ellas como si de su propia familia se tratase. «Una vez los radicales amenazaron a nuestra comunidad, pero jóvenes cristianos y musulmanes hicieron una cadena humana y decían: “Aquí no entráis si no nos matáis”». Las combonianas tienen nueve comunidades en el país, y son conocidas por su presencia en hospitales, dispensarios rurales, centros de leprosos y escuelas. La misión de Expedita está en Alejandría, donde cuida de sus hermanas ancianas y trabaja con refugiados.

¿Qué hacen las combonianas en Alejandría?
En esta comunidad cuidamos de las hermanas ancianas y enfermas. Al mismo tiempo, tenemos un asilo y una guardería que acoge unos 300 niños musulmanes, un dispensario muy frecuentado por los pobres y acompañamos a los refugiados de Sudán y Eritrea. Intentamos responder a sus necesidades de educación, porque muchos no saben árabe.

Llegó a Egipto en enero de 2012, un año después de la Primavera Árabe. ¿Cómo ha evolucionado el país?
Cuando llegué había mucha esperanza, pero con la llegada de Mursi al poder se fue apagando. Había miedo, la gente no era libre de decir lo que pensaba. Con la segunda revolución llegaron las ganas de volver a empezar, pero ahora vuelve la apatía, porque con Al-Sisi no ha sucedido lo que la gente esperaba. El país no remonta; contaba con el turismo para levantar la economía, pero la violencia esporádica hace que los extranjeros no quieran visitarnos.

Violencia provocada por los grupos fundamentalistas, que aumentan su fuerza y presencia.
El Gobierno encuentra muchos enfrentamientos por parte de los grupos fundamentalistas. Pero son una minoría. Los egipcios quieren una convivencia serena.

Expedita con un niño refugiado de Eritrea. Foto: Archivo personal de Expedita Pérez
Expedita con un niño refugiado de Eritrea. Foto: Archivo personal de Expedita Pérez

¿En Egipto hay persecución religiosa a los cristianos?
No a nivel gubernamental. De hecho, tenemos una ley que habla de inclusión y respeto, y hasta nos da la posibilidad de construir iglesias. Pero en las zonas rurales, más aisladas, los fundamentalistas encuentran un terreno apropiado para atacar a los cristianos. También a nivel diario encontramos problemas. Hay mujeres que van vestidas como musulmanas porque, si no se cubren, los insultos son cotidianos. Y aquí, por ejemplo, tenemos a una niña a la que han suspendido dos veces en el colegio por cristiana.

¿El presidente, Al-Sisi, está cerca de los cristianos?
Sí. Gracias a este Gobierno están un poco más integrados en la sociedad, sobre todo en las ciudades. El presidente tiene incluso gestos públicos de cercanía, como cuando participó en una oración tras un acto violento contra una iglesia. También hace felicitaciones públicas de Navidad.

¿Cómo viven su fe los cristianos?
Tienen una religiosidad popular muy fuerte, pero en ocasiones hay un abismo entre esa fe y la vida que llevan. Por ejemplo, si pueden engañar en el mercado, lo hacen. Tienen complejo de inferioridad y es fácil que interpreten cualquier cosa como un complot, pero son capaces de olvidar la hostilidad en un segundo. Basta que el otro tienda la mano para que superen la diferencia. Además, son radicales con los cultos y los signos, siempre llevan a la vista la cruz. Incluso la llevan tatuada en la muñeca. Y eso me pone muy contenta.

Nadie es perfecto.
No. Los cristianos tienen sus puntos débiles. Y luego encuentras musulmanes con una honestidad increíble. Como una doctora que hace 40 años que trabajaba con nosotras en un hospital islámico y cada año viene a vernos. O el vecino musulmán que nos ayuda a conducir y que cuando sabe que va a haber jaleo en la calle viene a avisarnos de que no abramos la puerta a nadie. Durante la segunda revolución los vecinos vigilaban nuestra casa.

Cristina Sánchez Aguilar
Con la colaboración de Obras Misionales Pontificias (OMP)