Alberto, 20 años: «¿Cómo es posible tener una discapacidad de ese calibre y sonreír?» - Alfa y Omega

Alberto, 20 años: «¿Cómo es posible tener una discapacidad de ese calibre y sonreír?»

«Lo que pensaba que iba a ser un viaje a un sitio aparentemente aburrido se convirtió en el mejor viaje de mi vida»

Colaborador

Me llamo Alberto y soy un chico de 20 años que puede decir que ha vivido por segunda vez el «cielo». Quién iba a decir que conocería este «sentimiento» de rebote, por seguir confiadamente a mi hermana hacia un «sitio» aparentemente «aburrido». Pues bien, al final resultó ser el mejor viaje de mi vida y os voy a contar por qué.

Siendo difícil describir con palabras la experiencia que vivimos cada año con la Hospitalidad de Lourdes, voy a intentar lo imposible, que es hacer entender a las personas que no lo han vivido lo que de verdad significa Lourdes. Todavía me acuerdo del primer impacto al entrar en un autobús a las 6 de la madrugada. Ver la cara de felicidad de unas personas con dificultades, que sabían a lo que iban. ¿Cómo era posible tener una discapacidad de ese calibre y sonreír?

Percibí entonces el primero de los sentimientos al mirar fijamente a un héroe llamado Arturo, que sin poder hablar ni gesticular, se comunicó con una expresión facial donde me demostró una fortaleza que no había encontrado jamás en solo un gesto. Había encontrado la VALENTÍA.

Unas horas más tarde, hablando con otro héroe llamado Pablo, me contó sin que le preguntase todos los problemas que había tenido a lo largo de los años en Lourdes, sin saber cómo me lo iba a tomar. Lo impresionante fue que él quería ser mi amigo y su forma de convencerme fue poniendo su persona sobre la mesa. Ahí sentí la verdadera representación de la HONRADEZ, y entonces supe que estos «profesores de vida» me habían dado otra lección en un mismo día, la diferencia entre buscar la verdad y amar la verdad.

El siguiente aprendizaje ocurrió un día más tarde cuando estaba ayudando a un grupo de discapacitados leves. Giré la cabeza y vi a dos hermanos con un virus muy especial, llamados Cristian y Ángel. Estos chicos son completamente dependientes y no tienen forma de comunicarse ni pueden sostenerse por sí mismos. Entonces me pregunté a mí mismo, ¿Cómo puede alguien vivir así? Espero que no me toque cuidarlos porque es demasiado complicado, y entonces vi como salían sus padres de una habitación y en cuestión de segundos los tenían cenando y sonriendo. Esas personas habían encontrado la forma de ayudar y comunicarse con sus hijos y sobretodo de hacerles sonreír, y se veía claramente que se desvivían solo por la felicidad de uno y otro y entonces encontré la verdadera definición de FAMILIA y vi que cuando quieres a tu familia da igual los límites físicos que te ponga la vida.

Dos días más tarde tuve la oportunidad de ayudar en las Piscinas de Lourdes y esta creo que ha sido la experiencia más fuerte que viviré y ni el mismísimo Cervantes podría pasarla a letra. De todas las sensaciones que tuve os voy a contar la que más me impactó. Cuando entró el primer enfermo y vi los ojos con los que miraba a la Virgen mientras que hacía sus peticiones entendí lo que es la ESPERANZA. Esa fe total en algo que no se sabe 100 % que existe confiando en que te puede ayudar.

Al día siguiente este primer (viaje) había llegado a su fin, pero yo había ganado mucho más conocimiento que en una clase magistral y por lo tanto me hice la promesa de volver al año siguiente. Lo que no sabía es que estas clases me ayudarían a mejorar en varias facetas personales a lo largo del año.

Un año después allí estaba otra vez, entrando en un autobús similar a una hora parecida, y viendo algunas caras nuevas pero otras conocidas. Lo verdaderamente gratificante fue que estas caras conocidas me reconocieron en cuanto entré por la puerta. Y entonces me dije: «me van a volver a enseñar».

Esto no tardó en afirmarse unas horas después cuando estaba hablando con una persona muy especial que se llama Aurelio. De las escasas frases que podía formular, las que más repetía con diferencia eran: ¿Qué tal estas?, ¿te has enfadado? No os podéis imaginar lo que se siente cuando una persona con tantos problemas se preocupa constantemente de tu bienestar y se despreocupa del suyo, solo ahí podemos entender lo más parecido a la BONDAD.

Al día siguiente nos tocó hacer una «guardia» y estuvimos toda la noche velando por los enfermos pensando que se iban a levantar e iban a necesitar ayuda ya que era su segundo día. Para mi sorpresa todos durmieron del tirón mostrando una cualidad muy importante que es la CONFIANZA; nos conocían de un día y ya estaban seguros con nosotros a su lado. Una vez escuché cómo un señor con una discapacidad importante le decía a su camillero: «Da igual por donde vayamos, yo te sigo a donde sea, porque sé que siempre me dejas cerca de la Virgen». Entonces le pregunte al chico; «Hace cuánto le conoces?» Y me contestó, con esa amabilidad con la que todos los voluntarios se comunican: «Me lo acaban de dejar, no es ni de mi equipo y es mi primer año». ¿Os imagináis tener esa cantidad de problemas, vivir en una residencia apartada de la sociedad, sentir que la gente se olvida de ti y aun así confiar ciegamente en las personas que ves simplemente 5 días al año?

Unos minutos después nos dirigíamos un grupo de voluntarios y discapacitados a comprar unos souvenirs para sus familias cuando nos dio por ir a tomar un café (habíamos dormido 3 horas por lo bien que nos lo habíamos pasado la noche anterior) y entonces me di cuenta que uno no había pedido café y vi cómo otro se dio cuenta, se acercó, y discretamente le ofreció la mitad del dinero que tenía encima para que su «amigo», que acaba de conocer hacía dos días, pudiese tomar un café. Este señor al que llamábamos Josele había renunciado a sus compras para que una persona que acaba de conocer tomase el café que tanto queríamos todos. Esto es la verdadera GENEROSIDAD, cuando das la mitad de tu dinero renunciando a tus propios caprichos para hacer feliz a una persona.

En los últimos días de este segundo viaje, una amiga mía de 6 años con Síndrome de Down, se convirtió en la profesora más joven que he tenido y me enseño lo que es verdaderamente la FELICIDAD. Esta niña, pese a lo que ha tenido que sufrir por ser diferente y no entender ciertas cosas, se pasa el día sonriendo, se fija en las pequeñas cosas, es capaz de notar cuándo estás triste y cuándo estás enfadado y se te acerca, aunque no te conozca, te da un abrazo, te sonríe con la sonrisa más sincera que he visto y te mira con unos ojos que te transmiten tranquilidad y ganas de luchar en cualquier situación. Esta niña goza de la virtud de la felicidad y del don de transmitirla y solo tiene 6 años.

En una ocasión estaba yo hablando a mis compañeros y a las madres de nuestros profesores sobre lo que había sido este año para mí, cuando vi que todos los enfermos me estaban escuchando sin pestañear pese a sus dificultades de concentración. No pude seguir hablando, así que corté mi discurso y me fui a sentar. Entonces vino Valentina corriendo, me dio ese beso suyo característico con ese abrazo imponente y me enseño la verdadera GRATITUD. Esa niña con un abrazo me había demostrado cómo dar las gracias de la forma más sincera posible.

Las lecciones de vida que estos «maestros» me han enseñado llegaban cada día que estaba con ellos en cualquier momento. Estas personas, en mi opinión, no son enfermos, son diferentes. Pero nos enseñan virtudes como la valentía, la honradez, la relación familiar, la esperanza, la bondad, la confianza, la generosidad, la felicidad, la gratitud, y muchas otras virtudes… solo tenemos que ser capaces de saber mirar esos detalles que ellos siempre nos regalan. Estas personas, si les damos la oportunidad, nos van a enseñar las virtudes que necesitamos para vivir de la forma más cercana a Dios y de la forma más completa posible. Estos a los que llamamos enfermos son el regalo que nos hace el cielo para que sepamos lo que es el verdadero amor que puede dar Dios. Por eso me gustaría agradecerles las lecciones que nos han dado cada día de este viaje; a sus familiares, por luchar con ellos; a los jefes del equipo verde de Lourdes, por ayudarme a ver estos detalles; a mis compañeros, por crear el mejor ambiente posible, y al consejo de la Hospitalidad de Nuestra Señora de Lourdes que hace posible que vivamos esta experiencia que para mí es de las experiencias más completas que se pueden vivir.

Aparte de aprender todas estas cosas, te encuentras en un ambiente amable y divertido, tanto con los enfermos como con tus compañeros. Merece la pena probarlo, como dijo un amigo que se llama Nacho: «este viaje adictivo cada año es mejor que el anterior y cada año se aprende más».

Alberto Rodríguez-Fraile