Edinson y la posverdad - Alfa y Omega

El otro día estaba intentando entender qué es eso de la posverdad cuando Edinson me interrumpió. Es un niño de 8 años que casi todas las mañanas acude a la parroquia para recibir su vaso de chicha y su arepa, cuando hay.

Mientras buscaba la jarra de la crema de arroz seguía dándole vueltas al tema: o sea, que no interesa si algo es verdadero o falso sino cómo lo reciben los destinatarios y si está de acuerdo o no con los intereses de los amos del mundo. No importan los hechos sino los sentimientos que se quieren suscitar. El criterio de veracidad ha pasado de la razón al estómago o a unos centímetros más abajo. Por ejemplo, posverdad es que el nacionalismo puede ser solidario o que Castro fue un referente de lucha por la igualdad. Posverdad es afirmar que el asistencialismo es respuesta a la injusticia o que las multinacionales traen progreso; es tragar con la agenda LGTB y el asesinato del aborto. Aunque todo eso sea contradicho por los datos, como los que reflejan el último informe de la OMS sobre el sida, en el que se constata que las políticas que fomentan el relativismo moral son responsables del aumento muy significativo de esta enfermedad. La posverdad exige muchos silencios, como ocultar que está corroborado que la educación sexual que ayuda al autodominio para la donación es la única que ha dado resultados… Pero eso hay que callarlo porque no gusta y si no gusta a los que tienen poder adquisitivo, no es verdad.

Posverdad es afirmar que los regímenes totalitarios que padecemos en Iberoamérica, como el cubano o el venezolano, sirven a los empobrecidos según dicen los paniaguados de los sátrapas, aunque ninguno se viene a vivir aquí y prefieren gozar del posrealismo. Posverdad es seguir manteniendo que el capitalismo es racional, a pesar de que año tras año la desigualdad se dispara. Las 64 personas más ricas del planeta acaparan más que 3.400 millones de hermanos. La posverdad pretende hacer del crimen un acto filantrópico porque así conviene a la minoría enriquecida.

En estos pensamientos seguía, cuando Edinson me devolvió a la realidad: «¿Sabe, padre? No he comido nada desde ayer y me duele mucho aquí», dijo señalándose la cabeza. Esa es la verdad. Está ahí, objetiva, apabullante. Cristo, la Verdad, nos enseñó que los pobres son los jueces, esto es, el criterio para acercarnos a la realidad y a su juicio. Cuando nos alejamos de ellos, teórica y/o prácticamente, necesitamos inventarnos posverdades que justifiquen nuestra complicidad con el genocidio de los hambrientos. Solo acercándonos humildemente a los millones de Edinson que hay en el mundo podemos recuperar la alegría que ofrece el encuentro con la Verdad y sus manifestaciones.