El infierno en casa: cuando los abusos se dan en la familia - Alfa y Omega

Uno de los peores dramas que lamentamos en nuestra sociedad es el abuso de los menores. Esta historia, aunque dura, pretende ser un recordatorio de que toda prevención y vigilancia siempre es necesaria. Una mamá joven, bastante apartada de la fe, comenzó a frecuentar un grupo espiritual que le gustó. Poco a poco fue incrementando su espiritualidad y en el sacramento de la confesión, descubrió la sanación interior que tanto necesitaba. Dios fue iluminando su vida hasta que un día, por medio de la oración, descubrió horrorizada que ella misma había sufrido abusos de pequeña. Lo había bloqueado en sus recuerdos y quedó oculto en su subconsciencia. Ahora recordaba todo. Por fin entendía ciertas obsesiones que le amargaban. Gracias a su fe no se derrumbó, sino que pudo encajarlo y asumirlo. Lo peor era que el agresor sexual fue su propio padre.

Entonces se alarmó, porque esta mujer tenía una hija pequeña, y con frecuencia el abuelo –el padre, que ahora sabía que era un pedófilo– iba a la casa y se quedaba con la niña. El abuelito y la nieta pasaban ciertos momentos a solas. Entonces, se armó de valor y le preguntó con delicadeza a su hijita. La niña, avergonzada, reconoció que su abuelito se portaba mal con ella y contó todo.

El dolor fue máximo para esta mujer: el abuelo abusaba de la nieta, como antiguamente había hecho con ella. Enseguida se encaró con su padre y le prohibió ver a su nieta. Le denunció a la Policía para que se apartase definitivamente de ellos. También recordó que su madre –la abuela de la niña– lo sabía, pero protegía al agresor. Rompió con sus padres y liberó a su pequeña niña de lo que ella sufrió durante años, y por el profundo dolor, había ocultado en su interior. Orar, no es tanto para obtener cosas, sino para ser liberado y liberar a otros.