La caridad, el mejor anuncio del Evangelio en una sociedad multirreligiosa - Alfa y Omega

La caridad, el mejor anuncio del Evangelio en una sociedad multirreligiosa

El Papa ha canonizado esta mañana al sacerdote José Bas (1651-1711), misionero que llegó a Sri Lanka procedente de Goa (India), en un momento marcado para los católicos por la persecución religiosa y las divisiones internas. Bas, que se distinguió por su «caridad evangélica» que «llegó a todos», sin distinción de «raza, credo, tribu, condición social o religión», es hoy modelo para los católicos del país

Ricardo Benjumea

El miércoles es el día central de la visita del Papa a Sri Lanka, con la canonización de san José Vas y la visita, por la tarde (hora local), al santuario mariano de Madhu, en la zona tamil del país, donde fue especialmente intensa la guerra civil que sacudió a Sri Lanka durante 25 años, dejando el terrible saldo de 100 mil muertos.

La Misa de canonización, celebrada en un parque a orillas del mar, con la participaron de más de 500 mil personas (la organización local eleva la cifra a en torno al millón), tuvo varios de gestos a favor de la reconciliación del país, de entrada, el uso de las dos lenguas, singalesa y tamil. El Papa recordó también que san José Bas (1651-1711) se encontró, a su llegada al país, a una comunidad católica dividida (hoy la división se produce por la pertenencia a uno u otro grupo étnico), sometida además a la hostilidad o incluso la persecución.

Procedente de Goa natal, «san José Vaz llegó a este país animado por el celo misionero y un gran amor por sus gentes», explicó el Papa. «Debido a la persecución religiosa, vestía como un mendigo y ejercía sus funciones sacerdotales en los encuentros secretos de los fieles, a menudo por la noche. Sus desvelos dieron fuerza espiritual y moral a la atribulada población católica. Se entregó especialmente al servicio de los enfermos y cuantos sufren. Su atención a los enfermos, durante una epidemia de viruela en Kandy, fue tan apreciada por el rey que se le permitió una mayor libertad de actuación. Desde Kandy pudo llegar a otras partes de la isla. Se desgastó en el trabajo misionero y murió, extenuado, a la edad de cuarenta y nueve años, venerado por su santidad».

Por ésta y otras razones, Francisco propone al nuevo santo como modelo para la Iglesia en Sri Lanka. Vaz «nos muestra la importancia de ir más allá de las divisiones religiosas en el servicio de la paz», dijo el Pontífice, quien subrayó además que, «como la vida de san José Vaz nos enseña, el verdadero culto a Dios no lleva a la discriminación, al odio y la violencia, sino al respeto de la sacralidad de la vida, al respeto de la dignidad y la libertad de los demás, y al compromiso amoroso por todos».

El amor al prójimo y el servicio a los necesitados, «quienquiera que fueran y dondequiera que estuvieran», añadió el tema «sigue siendo hoy una fuente de inspiración para la Iglesia en Sri Lanka, que sirve con agrado y generosidad a todos los miembros de la sociedad. No hace distinción de raza, credo, tribu, condición social o religión, en el servicio que ofrece a través de sus escuelas, hospitales, clínicas, y muchas otras obras de caridad. Lo único que pide a cambio es libertad para llevar a cabo su misión. La libertad religiosa es un derecho humano fundamental. Toda persona debe ser libre, individualmente o en unión con otros, para buscar la verdad, y para expresar abiertamente sus convicciones religiosas, libre de intimidaciones y coacciones externas».

San José Vaz es «un ejemplo de celo misionero», que dejó familia y hogar, y anunció a Cristo fundamentalmente a través de una «caridad evangélica» que «llegó a todos». El nuevo santo «sabía cómo presentar la verdad y la belleza del Evangelio en un contexto multirreligioso, con respeto, dedicación, perseverancia y humildad. Éste es también hoy el camino para los que siguen a Jesús».

Homilía del Papa en la Canonización de San José Vaz. Colombo, Galle Face Green

«Verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios» (Is 52, 10).

Ésta es la extraordinaria profecía que hemos escuchado en la primera lectura de hoy. Isaías anuncia la predicación del Evangelio de Jesucristo a todos los confines de la tierra. Esta profecía tiene un significado especial para nosotros al celebrar la canonización de un gran misionero del Evangelio, San José Vaz. Al igual que muchos misioneros en la historia de la Iglesia, él respondió al mandato del Señor resucitado de hacer discípulos de todas las naciones (cf. Mc 16, 15). Con sus palabras, pero más aún, con el ejemplo de su vida, ha llevado al pueblo de este país a la fe que nos hace partícipes de «la herencia de los santos» (Hch 20, 32).

En san José Vaz vemos un signo espléndido de la bondad y el amor de Dios para con el pueblo de Sri Lanka. Pero vemos también en él un estímulo para perseverar en el camino del Evangelio, para crecer en santidad, y para dar testimonio del mensaje evangélico de la reconciliación al que dedicó su vida.

Sacerdote del Oratorio en su Goa natal, san José Vaz llegó a este país animado por el celo misionero y un gran amor por sus gentes. Debido a la persecución religiosa, vestía como un mendigo y ejercía sus funciones sacerdotales en los encuentros secretos de los fieles, a menudo por la noche. Sus desvelos dieron fuerza espiritual y moral a la atribulada población católica. Se entregó especialmente al servicio de los enfermos y cuantos sufren. Su atención a los enfermos, durante una epidemia de viruela en Kandy, fue tan apreciada por el rey que se le permitió una mayor libertad de actuación. Desde Kandy pudo llegar a otras partes de la isla. Se desgastó en el trabajo misionero y murió, extenuado, a la edad de cuarenta y nueve años, venerado por su santidad.

San José Vaz sigue siendo un modelo y un maestro por muchas razones, pero me gustaría centrarme en tres.

En primer lugar, fue un sacerdote ejemplar. Hoy aquí, hay muchos sacerdotes y religiosos, hombres y mujeres que, al igual que José Vaz, están consagrados al servicio de Dios y del prójimo. Los animo a encontrar en San José Vaz una guía segura. Él nos enseña a salir a las periferias, para que Jesucristo sea conocido y amado en todas partes. Él es también un ejemplo de sufrimiento paciente a causa del Evangelio, de obediencia a los superiores, de solicitud amorosa para la Iglesia de Dios (cf. Hch 20, 28). Como nosotros, vivió en un período de transformación rápida y profunda; los católicos eran una minoría, y a menudo divididos entre sí; externamente sufrían hostilidad ocasional, incluso persecución. Sin embargo, y debido a que estaba constantemente unido al Señor crucificado en la oración, llegó a ser para todas las personas un icono viviente del amor misericordioso y reconciliador de Dios.

En segundo lugar, san José Vaz nos muestra la importancia de ir más allá de las divisiones religiosas en el servicio de la paz. Su amor indiviso a Dios lo abrió al amor del prójimo; sirvió a los necesitados, quienquiera que fueran y dondequiera que estuvieran. Su ejemplo sigue siendo hoy una fuente de inspiración para la Iglesia en Sri Lanka, que sirve con agrado y generosidad a todos los miembros de la sociedad. No hace distinción de raza, credo, tribu, condición social o religión, en el servicio que ofrece a través de sus escuelas, hospitales, clínicas, y muchas otras obras de caridad. Lo único que pide a cambio es libertad para llevar a cabo su misión. La libertad religiosa es un derecho humano fundamental. Toda persona debe ser libre, individualmente o en unión con otros, para buscar la verdad, y para expresar abiertamente sus convicciones religiosas, libre de intimidaciones y coacciones externas. Como la vida de san José Vaz nos enseña, el verdadero culto a Dios no lleva a la discriminación, al odio y la violencia, sino al respeto de la sacralidad de la vida, al respeto de la dignidad y la libertad de los demás, y al compromiso amoroso por todos.

Por último, San José Vaz nos da un ejemplo de celo misionero. A pesar de que llegó a Ceilán para ayudar y apoyar a la comunidad católica, en su caridad evangélica llegó a todos. Dejando atrás su hogar, su familia, la comodidad de su entorno familiar, respondió a la llamada a salir, a hablar de Cristo dondequiera que fuera. San José Vaz sabía cómo presentar la verdad y la belleza del Evangelio en un contexto multirreligioso, con respeto, dedicación, perseverancia y humildad. Éste es también hoy el camino para los que siguen a Jesús. Estamos llamados a salir con el mismo celo, el mismo ardor, de San José Vaz, pero también con su sensibilidad, su respeto por los demás, su deseo de compartir con ellos esa palabra de gracia (cf. Hch 20, 32), que tiene el poder de edificarlos. Estamos llamados a ser discípulos misioneros.

Queridos hermanos y hermanas, pido al Señor que los cristianos de este país, siguiendo el ejemplo de San José Vaz, se mantengan firmes en la fe y contribuyan cada vez más a la paz, la justicia y la reconciliación en la sociedad de Sri Lanka. Esto es lo que el Señor quiere de ustedes. Esto es lo que San José Vaz les enseña. Esto es lo que la Iglesia necesita de ustedes. Los encomiendo a todos a la intercesión del nuevo Santo, para que, en unión con la Iglesia extendida por todo el mundo, puedan cantar un canto nuevo al Señor y proclamar su gloria a todos los confines de la tierra. Porque grande es el Señor, y muy digno de alabanza (cf. Sal 96, 1-4). Amén.