«La única respuesta es la mano tendida» - Alfa y Omega

«La única respuesta es la mano tendida»

Ahora más que nunca, es necesario intensificar el diálogo interreligioso, señalan tanto responsables de Iglesia, como los principales líderes musulmanes franceses, a quienes los atentados de París sorprendieron en el Vaticano

Ricardo Benjumea
El Papa saluda a cuatro imanes franceses en la mañana del primer atentado en París

Pura coincidencia. En la misma mañana del atentado contra el semanario Charlie Hebdo, al término de la Audiencia general de los miércoles, el Papa tuvo un breve encuentro con cuatro imanes franceses, con quienes rezó unos instantes por la paz en Oriente Medio y en el mundo. Los imanes habían acudido a Roma, en representación de la comunidad musulmana francesa, a un encuentro que se celebraría al día siguiente, jueves, con el Presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo interreligioso, el también francés cardenal Jean-Louis Tauran.

Tras la Audiencia general, Francisco saludó además a 6 supervivientes de Auschwitz, en el 70 aniversario de la liberación del campo de concentración nazi. Otra coincidencia. El antisemitismo sigue todavía vivo en muchos puntos del planeta. En Francia, se han multiplicado en los últimos años los ataques contra la comunidad hebrea, forzando a muchos judíos a abandonar el país con destino a Israel. El ataque, el viernes, contra un supermercado Kosher, en el que murieron cuatro rehenes, fue una trágica demostración de que las quejas de la comunidad judía son fundadas.

Construir puentes

Una concatenación de circunstancias acortaba la distancia que separa Roma de París, y situaba al Vaticano en el epicentro de la actualidad. Los 4 imanes abandonaban la Plaza de San Pedro cuando se conocieron las primeras noticias del atentado contra la revista satírica, con el trágico saldo de 12 muertos. La agencia de noticias I. Media recogió sus rotundas palabras de condena por los hechos. El rector de la mezquita Burdeos, Tareq Oubrou, pidió a sus compatriotas musulmanes «salir a la calle en masa para expresar su disgusto por la confiscación del Islam por parte de estos extremistas, esos locos». A su juicio, «los musulmanes están traumatizados». Hay una «mayoría silenciosa» que ha sido tomada por los extremistas como rehén.

Acompañaba a los imanes monseñor Michel Dubost, obispo de Evry-Corbeil-Essonnes y Presidente del Consejo para las Relaciones Interreligiosas de la Conferencia Episcopal de Francia. «La única respuesta» frente a hechos como éste es la «mano tendida» entre creyentes de distintas religiones, dijo.

Éste es el mensaje que ambas partes transmitieron tras su reunión del jueves, en la que reafirmaron que «el diálogo interreligioso es la única vía que podemos recorrer juntos para eliminar los prejuicios». Los responsables religiosos –decía el comunicado firmado por el cardenal Tauran y los imanes– deben promover cada vez más una «cultura de la paz y de la esperanza», que sea capaz de vencer el miedo y «construir puentes entre los hombres».

El documento enfatiza que, «sin la libertad de expresión, el mundo está en peligro», pero al mismo tiempo se cuida de marcar distancias claras con caricaturas blasfemas u ofensivas contra los creyentes musulmanes o cristianos, como las que tantas veces ha publicado Charlie Hebdo. Por eso se pide a los medios «una información respetuosa sobre las religiones, sus seguidores y sus prácticas, favoreciendo de esta manera una cultura del encuentro».

El Islam es profesado por un 6 % de la población francesa, pero su crecimiento es rápido. En 2030, el Pew Research Center estima que más de un 10 % de los franceses serán musulmanes.

Cardenal Tauran: «La religión es parte de la solución»

Construir esa cultura del encuentro se ha convertido en la primera prioridad del diálogo interreligioso. Sin ocultar su crítica de que existen aún importantes asignaturas pendientes dentro del Islam –fundamentalmente la falta de respeto a la libertad religiosa en las sociedades musulmanas–, el cardenal Tauran valoraba, en una entrevista publicada el sábado por el diario Avvenire, la creciente sensibilidad entre los líderes musulmanes frente al uso de la violencia en nombre de Dios, y se mostraba convencido de que «la religión no es la causa de estas fechorías», sino que, por el contrario, «no pueden no ser parte de la solución».

El Presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo interreligioso se refería a los conflictos en Oriente Medio, pero sus palabras pueden aplicarse a Francia, donde, al fulgurante ascenso de los populismos xenófobos y nacionalistas, se suma la desafección social de importantes bolsas de hijos de inmigrantes, muchos de ellos musulmanes, tentados por los grupos yihadistas. Uno y otro fenómeno se retroalimentan mutuamente, generando un peligroso clima de tensión social, cuyo estallido pretende forzar precisamente el terrorismo islámico. Al mismo tiempo, un creciente número de expertos coinciden en señalar que la estrategia de la República de erradicar la presencia de la religión del espacio público ha fracasado en su pretensión de lograr la integración de los diferentes colectivos; más bien, ha contribuido a su desafección. Eso, sin olvidar el pecado original del laicismo francés, que se impuso, tras la Revolución, mediante una cruel persecución contra los católicos. La matanza de La Vendée y otros acontecimientos posteriores demostraron (el siglo XX traería muchos otros ejemplos) que la crueldad de las llamadas guerras de religión palidece al lado de los ateísmos de Estado.

Jóvenes parisinos rezan por las víctimas juto a la catedral de Notre Dame

La violencia jamás es justificable

El Papa recibía, el jueves, en audiencia al cardenal André Vingt-Trois, un encuentro programado ya desde hace tiempo. Tras el atentado del miércoles, estando ya en Roma el arzobispo de París, el Secretario de Estado vaticano, cardenal Parolin, le envió un telegrama en nombre del Papa, que se unía «en oración al dolor de las familias golpeadas por el luto y a la tristeza de todos los franceses».

La reacción del Pontífice se difundió también a través de un comunicado firmado por el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el padre Lombardi. «Cualquiera que sea la motivación –se lee en el texto–, la violencia homicida es abominable, no es jamás justificable; la vida y la dignidad de todos deben ser garantizadas y tuteladas con decisión, toda instigación al odio debe ser rechazada, el respeto del otro debe ser cultivado».

En esa nota, el Papa expresaba «su cercanía, su solidaridad espiritual y su apoyo a todos aquellos que, según sus diversas responsabilidades, continúan trabajando con constancia por la paz, la justicia y el Derecho, para curar en profundidad los orígenes y las causas del odio, en este momento doloroso y dramático, en Francia y en toda parte del mundo marcada por tensiones y violencias».

El Papa Francisco ofreció, además, la Misa de esa misma mañana en Santa Marta, la primera celebrada tras la pausa navideña, por las víctimas de la víspera. Este suceso «nos hace pensar en tanta crueldad» de la que el hombre es capaz; «en tanto terrorismo, ya sea el terrorismo aislado, o el terrorismo de Estado», dijo el Papa al comienzo de la homilía. «Rezamos en esta Misa por las víctimas de esta crueldad. ¡Tantas! Y pidamos también por los crueles, para que el Señor cambie su corazón».

Cuando la Santa Sede difundió estas palabras, acababa de producirse una nueva muerte, la de una agente de la policía municipal de París, en un tiroteo, durante la operación de búsqueda de los terroristas. También llegaban noticias de ataques contra objetivos musulmanes en distintas partes del país, aunque sin consecuencias que lamentar.