Entre ángeles anda el juego - Alfa y Omega

Entre ángeles anda el juego

Gabriel dirige por orden del Altísimo toda la operación del Nacimiento. Cuenta con ayudantes en la Corte celestial, pero se reserva las actuaciones más importantes…

Alfredo Amestoy
Belén monumental de la Asociación Belenista Castellana, en Valladolid. Foto: EFE/R. García

¿Quiénes son los ángeles? La Corte celestial. ¿Cómo son? Invisibles… salvo cuando aparecen para cumplir alguna misión divina. ¿Cuántos son? Si utilizamos nuestras ridículas cuentas… miles de millones (solo los dedicados a la custodia individual de los actuales pobladores de este planeta tienen que ser 7.000 millones). ¿Cuándo actúan? Esto solo Dios lo sabe. Pero cabe pensar que los arcángeles lo hacen en las grandes oportunidades… Por ejemplo, lo hicieron en los días del Nacimiento del Hijo de Dios. Hubo otras ocasiones que merecieron grandes despliegues: el Día de la Resurrección la logística corrió a cargo de un importante comando angelical. San Mateo le adjudica la apertura de la losa y desarmar a los guardianes del sepulcro en medio de un gran temblor de tierra y entre fuego de relámpagos. En otros momentos, claro, ha actuado Miguel, y qué decir de Rafael, el sanador, enviado para curaciones como la de Tobías… Sin olvidar al gran embajador plenipotenciario, a Gabriel, comisionado para el gran evento de la encarnación y nacimiento de Cristo.

Gabriel, al parecer, dirige por orden del Altísimo toda la operación del Nacimiento. Cuenta con ayudantes, uno de los cuales se convertirá en el enlace con José al que se dirigirá en tres momentos decisivos: cuando le prepara para la gran noticia y le tranquiliza, pidiéndole que no tenga el menor reparo y acepte que el Mesías va a ser concebido por el Espíritu Santo; cuando le ordena huir a Egipto y cuando, de vuelta de Egipto, le aconseja que, en lugar de ir a Judea, se encamine a Galilea.

Otros ayudantes, qué duda cabe, se encargan de la llegada de los Reyes Magos a Belén. De que la estrella no deje de guiarles; de que retornen después a sus países sin hablar con Herodes… Pero Gabriel se reserva dos actuaciones personales muy importantes. Una, la visita a Zacarías para decirle que su mujer Isabel, a pesar de su edad va a tener un hijo. Gabriel, cosa que no hará con la Virgen, dice a Zacarías quién es. Se lo dice, ya que no se fía de que vaya a guardar el secreto.

La misión más importante

La otra acción de Gabriel es la más relevante que jamás ha desempeñado una criatura humana o angélica: el anuncio a la Virgen de que ha sido elegida entre todas las mujeres para concebir en su vientre al Hijo de Dios hecho hombre. La mujer le cree: «Hágase en mí según tu palabra». ¿Contaba Gabriel con esta respuesta de María? Seguro que sí. Pero a él correspondió disipar cualquier duda de la doncella y transmitirle que san José iba a ser el sigiloso guardador del secreto más sublime de todos los tiempos.

Ante este éxito, previsto pero quizás también muy gratificante para Gabriel, no es de extrañar que de vuelta a la Corte celestial se movilizara para organizar la gran fiesta que iba a seguir al nacimiento en la noche del día 24. En primer lugar, un ángel elegido por Gabriel, persuasivo y, como dice el evangelista Lucas, «rodeado de fulgores», se aparecería a un grupo de pastores reunidos en torno a una hoguera para combatir el frío. Les diría que no temieran, que les traía una buena nueva, que allí cerca había nacido un Salvador, el Mesías y al que iban a encontrar recostado en un pesebre. Acto seguido los pastores se pondrían en marcha camino del portal y en ese momento al ángel se le uniría una gran muchedumbre del ejército celestial que alabarían a Dios y dirían: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad». A continuación los ángeles les dejarían en el portal de Belén y retornarían al cielo.

Así se cumplió este programa que san Lucas pormenoriza con satisfacción y regocijo. Es un homenaje al papel que desempeñaron los ángeles aquella primera Navidad y a fe que no exagera cuando habla de «muchedumbre de ángeles». Vive Dios que Gabriel tampoco echó la casa por la ventana o puso a la Corte celestial por las nubes.

Que en la Navidad recordemos la movilización de las huestes angélicas no hace sino subrayar la presencia de la Corte celestial a través de su cuerpo diplomático y de sus mejores servidores en el nacimiento del Hijo de Dios, por otro lado desprovisto de todo lujo y en medio de una pobreza que raya con la miseria.

Es Mateo el que reproduce lo dicho por Jesús con relación a los ángeles: «No despreciéis a uno de estos pequeños porque, en verdad os digo, que sus ángeles ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos». O cuando dice a Natanael: «En verdad os digo que veréis abrirse el cielo y a los ángeles del cielo subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre».

¡Que nos acompañen los ángeles en esta Navidad que ellos tanto protegieron y contribuyeron a que fuera posible! En esta Navidad de 2016 pido a Dios que no permita que cunda el desánimo y se nos vea desangelados.

El mundo está desangelado, ¿quién lo angelará? El angelador que lo angele buen angelador será.

De su pregón navideño para COPE Marbella