Separados y divorciados: El duelo de la primera Navidad solo - Alfa y Omega

Separados y divorciados: El duelo de la primera Navidad solo

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Foto: Jaime García

«Tres meses después de que mi marido me dejara, me encontré completamente sola, con un bebé de 1 año, sin mis padres cerca, sin trabajo y viviendo en una casa con amenaza de desahucio. Era mi primera Navidad separada, y fue muy dolorosa». Hace cinco años, a esta mujer las luces y adornos de Navidad no le hacían ilusión, sino muchísimo daño. Su marido los abandonó, dejó de pagar la casa y la echó de la empresa en la que ella trabajaba sin contrato y sin nómina. Y se quedó sin nada.

«En diciembre salía a pasear por la calle con mi niño y las veía decoradas con todos los adornos, y yo sin embargo me sentía muy triste porque veía familias con niños viendo los juguetes, las luces… Me sentía tremendamente sola, aun con mi bebé. En Navidad las familias se juntan y ves que tú no tienes esa familia por la que luchaste. Eso es muy duro, la verdad. Cuesta mucho en estas fechas quitarte esa idealización de la familia que tenía», dice.

Pero peor fue la segunda Navidad tras su separación. Después de un «durísimo proceso de divorcio, con acusaciones graves, injustas y sin pruebas», sin cobrar la pensión alimenticia y con la orden de ejecución del desahucio a primeros de diciembre, tocó fondo. «Yo tenía trabajo pero no podía dejar al niño con mis padres ni pagar a una persona para que se encargarse de él. Recé mucho y lloré mucho» esos días. Al final, después de muchas vueltas, dejó el piso «para que mi hijo no viviera esa situación», y fueron acogidos en casa de amigos y familiares. Vivió así tres meses, «sin casa y sin nada, con mucho dolor encima. Estaba destrozada y sin fuerzas. Además ese año le tocó a mi exmarido tener a mi hijo en Nochebuena y Navidad, unas fechas que siempre habían sido muy importantes para mí. Estaba sola, y nada tenía sentido».

Entonces acudió a su guía de Betania, el grupo de acogida de mujeres separadas fundado por María Luis Erhardt. «Ella me dio el sentido que necesitaba. Me dijo: “Hoy nace el niño Jesús. Solo, pobre, como tú te sientes en este momento. Ahora puedes entender como se sintió la Virgen al dar a luz en medio de la nada. Sin casa, sin dinero, en un pesebre. Haz lo mismo: recibe al Niño Jesús y céntrate en Él”. A mí todas esas palabras me ayudaron muchísimo».

Un sentimiento de duelo

En estos días se multiplica el sentimiento de tristeza de muchos hombres y mujeres que han pasado por una separación o divorcio. Por eso es también necesario el calor de los grupos de apoyo. En la parroquia de Nuestra Señora de la Visitación, en Las Rozas (Madrid), el grupo Emaús de mujeres separadas y divorciadas va a tener una cena de Navidad en la propia parroquia. En el Grupo Santa Teresa, de la diócesis de Toledo, organizaron recientemente una jornada especial: visitaron un cotolengo y compartieron su experiencia. Y también en Betania hombres tienen previsto organizar una cena estos días.

«La primera Navidad es la más dura, porque te pilla de nuevas», afirma uno de los hombres asiduos de este último grupo. En estas fechas se topan de bruces con una compañera no deseada: la soledad. «Empiezas a recordar las navidades anteriores, y te aparece como un sentimiento de duelo. Te acuerdas de la ilusión que te hacía la Navidad, y de cuando los niños eran pequeños… Los días que no tienes a los niños y te toca echar la vista atrás son los más desoladores. Y cuando llega el día de Reyes es incluso peor».

Con el tiempo, «las cosas van cambiando, los hijos crecen, y vas asimilando la situación, pero te vuelves más frío, porque ya no vives la Navidad como la vivías antes». Por eso es necesario «tener un plan, porque si no se te cae la casa encima. Depende de cada uno cómo pasar el duelo de las primeras navidades solo, porque hay gente que se deprime y no sale de casa». Y buscar «la compañía de familiares y amigos», y de aquellos que han pasado por tu misma situación y te pueden entender.

«Un gesto de empatía y de cariño»

La mujer protagonista de este artículo pide a las familias «un gesto de empatía y de cariño. Eso hace muchísimo. Con un simple gesto cariñoso te están dando todo. Cariño, no juzgar. Es bueno que sepan por qué pasamos las personas separadas y divorciadas. No eres una alegre separada ni estás feliz. Hemos pasado por la destrucción de nuestra familia y eso es muy duro».

Además, «nos hace mucho bien ver familias sanas. A mí me emociona ver y conocer a un matrimonio verdaderamente sano, que se quieren y se cuidan y hacen las cosas bien. No lo rechazo ni me da envidia, sino que me hace mucho bien saber que se puede vivir un buen matrimonio con la ayuda de Dios. Nos hace mucho bien que entablen amistad con nosotros y nos acojan de alguna manera. Nos hace no perder la esperanza. Y que tu hijo pueda ver que aunque no lo tenga en casa, los buenos matrimonios sí existen y sí se pueden dar. Que vea que lo normal es un matrimonio que se quiere y se cuida».