El autor, siempre el autor - Alfa y Omega

El autor, siempre el autor

Javier Alonso Sandoica

Para el no iniciado, que aún debe quedar alguno escondido por ahí, postear significa subir a tu Twitter, a tu blog, a Facebook o lo que sea, un artículo o material de tu cosecha que quieras compartir con el mundo conectado. Por cosas de las amistades virtuales, me llegó hace poco una viñeta muy lúcida, que constreñía a un golpe de vista la evolución histórica de los conflictos de los personajes literarios. La denominada literatura clásica proponía tres encuentros/desencuentros claves: entre el hombre y la naturaleza, el hombre con los demás hombres, y el hombre con Dios. En la época moderna, los conflictos se debatían entre el hombre y la sociedad, el hombre contra sí mismo, y el hombre sin Dios. En la era posmoderna, atención, el conflicto tiene un campo de batalla mucho más complejo: el hombre actúa contra la tecnología, el hombre contra la realidad y el hombre contra… contra el mismo autor de la novela.

Retengamos el último elemento, el presuntamente más inverosímil. A finales del siglo XX hubo debates acaloradísimos sobre el papel prescindible del autor en su propia obra. El autor hipercontemporáneo ya no es un Shakespeare que nos situaba en un mundo acotado por mojones bien visibles: los principios morales, la existencia de Dios, la responsabilidad de las acciones, los fenómenos de causa-efecto, la visión de una esperanza garantizada por los hechos vividos… Ahora, el autor debe asemejarse a un Dios ausente, desaparecido, o a quien se le ha puesto una orden de alejamiento, propio de la estricta contemporaneidad. En un mundo que algunos quieren calificar de postcristiano, ya no existe una realidad significativa, nadie nos ha puesto en este mundo para descubrir a su autor, ni existen patrones intrínsecos. Todo es sucesión de acontecimientos sin sentido, asuntos que van y vienen, no hay conexiones entre las cosas, ni hilos significativos. Por tanto, el autor es un mezclador de argamasa de sinrazones que fluyen.

Es muy poco posmoderno atreverse a volver a definir al autor como causa de la trama, creador de personajes y conductor invisible de acontecimientos. Porque tal reconocimiento supondría casi la aceptación de una metafísica. Pero, seamos sinceros, el autor está ineludiblemente ahí, nos contará fragmentos de existencia con su estilo, pero está.

El autor nunca desaparece.