Jornada de la Sagrada Familia: un techo para Yoanna - Alfa y Omega

Jornada de la Sagrada Familia: un techo para Yoanna

Este, 30 de diciembre, la Iglesia celebra la Jornada de la Sagrada Familia. En Madrid, la colecta y los donativos serán para un centro de Cáritas de ayuda a familias sin techo. «La misión de la Iglesia hoy es ser arca de Noé para las familias», dicen en su mensaje los obispos españoles

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Yoanna, con sus hijos Natalia y los gemelos Julio y Javier, en su alojamiento temporal en el centro JMJ Madrid 2011 de Cáritas Madrid. Foto: Juan Luis Vázquez

Hace siete meses, Yoanna y sus hijos, Natalia (8 años) y los gemelos Javier y Julio (5 años), vivían en un piso sin techo. Literalmente, sin techo, a la intemperie… Tampoco tenían luz ni agua corriente, y tenían que dormir todos en un mismo colchón. Era un piso ocupado, de paredes agrietadas, con insectos de todo tipo, y cuando llovía tenían que cobijarse en otra habitación para protegerse del agua y del frío. Cada vez que querían ir al baño tenían que bajar varios pisos para pedirle el agua a una vecina y así poder tirar de la cadena. En estas condiciones, los niños recayeron de su enfermedad respiratoria, y tuvieron que estar ingresados tres meses en un hospital infantil.

Sin embargo, hoy esta familia está acogida en el centro residencial JMJ 2011, uno de los cuatro centros de Cáritas Madrid que ofrecen alojamiento temporal a familias en grave necesidad y personas solas, y que será el destino de la colecta y los donativos que se recojan este viernes en la Jornada de la Sagrada Familia que se va a celebrar en la catedral de la Almudena.

Muchas de las familias acogidas en el Centro JMJ 2011 de Cáritas Madrid acudirán el viernes 30 a la Jornada de la Sagrada Familia en la catedral de la Almudena. La colecta y los donativos de las familias serán para el centro, pero quienes no puedan asistir pueden hacer su donativo en el siguiente número de cuenta de Cáritas Madrid: ES32 0075 0474 7006 0038 9032

El día que llegaron al centro, Julio y Javier no dejaban de encender y apagar la luz, todo un milagro para ellos. Y no paraban de entrar y salir del servicio. «Estaban como locos. No se creían que había luz. Y saltaban en las camas, yendo de una a otra. No se lo podían creer», recuerda su madre.

Yoanna, que se maneja en dos idiomas y tiene diez años de experiencia en hostelería en restaurantes, hoteles y aviones, respira aliviada: «Aquí hemos encontrado no solo un techo, sino una familia, y no nos ha faltado de nada. En la directora del centro, en mi trabajadora social… he encontrado una amiga, una hermana, una madre. Me han ayudado en todo porque ahora no tengo ningún ingreso, y no tengo palabras para dar las gracias por todo lo que hacen por nosotros. Me han ayudado económicamente, con alimentos, con medicación para mis hijos… El apoyo que hemos tenido ha sido muy grande».

Además, en el centro han encontrado algo con lo que no contaban cuando entraron: una familia. «Aquí las mamás nos ayudamos unas a otras. Si una enferma, otra se queda con sus hijos. Si a una le falta pan, otra se lo trae. El compañerismo es muy bueno. Nos llevamos muy bien todos», señala Yoanna.

Los niños del centro, durante estos días de vacaciones escolares. Foto: Juan Luis Vázquez

«No dejamos en la calle a nadie»

Como con Yoanna y sus hijos, las condiciones en las que las familias llegan al centro son lamentables. «Muchos llegan con un gran duelo, porque antes de perder la vivienda han perdido un montón de cosas», lamenta Mar Crespo, la directora. «Vienen con circunstancias difíciles: vulnerabilidad, escasos recursos económicos, con niños, familias que han agotado el paro y se encuentran en la calle, madres y padres solos con hijos a su cargo… Muchos llegan aquí el día del desahucio o procedentes de hacinamientos, y anímicamente están muy mal».

Las familias acogidas en este centro suelen quedarse alrededor de un año, porque esta solución es siempre temporal. Por eso trabajan desde el principio lo que llaman el ajuste de salida: «Nosotros no dejamos en la calle a nadie –afirma Mar–, pero nuestra labor no consiste en dar una vivienda definitiva. Algunos a lo mejor son adjudicatarios de una vivienda pública, pero muchos quizá tienen que compartir piso: madres con hijos que pueden alquilar un piso juntas y se pueden ayudar, o personas solas que tienen que hacer lo mismo. Al final todos tienen una salida residencial».

«No hay familia sin familias»

«No hay persona sin personas, matrimonio sin matrimonios, familia sin familias; por ello es urgente generar una cultura verdaderamente familiar», dicen los obispos de la Subcomisión de Familia y Defensa de la Vida de la Conferencia Episcopal Española, presidida por monseñor Mario Iceta, obispo de Bilbao. En su mensaje con motivo de la Jornada de la Sagrada Familia, afirman que el matrimonio es «una vocación excelente», que todos los cristianos deben «cuidar» y «proponer de un modo renovado e ilusionante».

A pesar de vivir en una cultura «marcada por lo provisorio», donde también hay retos como «la falta de una vivienda digna, la falta de derechos de los niños, la necesidad de mejorar la conciliación laboral y familiar, la dificultad de apreciar el don inmenso que supone toda vida humana, la búsqueda obsesiva de placer, o la necesidad de hacer del tiempo de los esposos un tiempo de calidad para escucharse uno al otro con paciencia», la familia es siempre «un horizonte de esperanza».

Para que sea realmente así, los obispos piden «una adecuada formación de seminaristas, sacerdotes y agentes de pastoral familiar», así como de «los protagonistas de esta apasionante aventura: los novios y los esposos», e instan a mejorar especialmente la preparación próxima al matrimonio y cuidar el acompañamiento durante los primeros años de vida en común. Y cuando llegan los problemas y las crisis, «el acompañamiento personalizado y paciente de los esposos por parte de la Iglesia se revela como una herramienta clave». Porque la misión de la Iglesia hoy es «ser arca de Noé, sacramento de salvación, hospital de campaña, generando un ambiente favorable en el que la familia pueda crecer y vivir en plenitud su vocación al amor».

El centro consta de 130 alojamientos divididos en módulos, de modo que si ingresa una familia numerosa se pueden unir dos módulos para hacer una vivienda más grande, y su objetivo es conducir a las familias a la plena autonomía y a una vivienda normalizada.

Pero aunque ofrezcan un alojamiento temporal, lo que dan es algo más. «Nosotros no solo ofrecemos el techo, sino un acompañamiento a las familias y personas solas –afirma la directora del centro–. Nuestro trabajo es estar con ellos, hasta el punto de que compartimos con ellos la vida y el corazón, con mucha profesionalidad y al mismo tiempo con mucha vinculación entre nosotros. Y con el apoyo de 45 voluntarios, que son muy importantes. Nuestra puerta está siempre abierta. Al final salen de aquí con una motivación y unos recursos distintos. La gente cuando se va llora por lo bien que se han sentido aquí».

El centro residencial JMJ Madrid 2011. Foto: Juan Luis Vázquez

«Este centro es un pesebre»

En el centro hay también muy buen ambiente, con mucha solidaridad. «Estar en una situación de vulnerabilidad te hace ponerte con más facilidad en la piel del otro y ser más solidario», confirma Mar. «La gente está abierta a comunicarse, a compartir, se convive muy bien. Se van conociendo y se establecen vínculos muy fuertes, y se ayudan mucho en el día a día. Por ejemplo, las madres solas con niños se ayudan mucho mutuamente. Y hay también una experiencia muy bonita: tres religiosas misioneras de la Madre del Divino Pastor que viven en un alojamiento igual al que tienen el resto de familias; son unas vecinas más, su opción es estar con las familias, ayudarlas y tener una relación estrecha con ellas».

Todo, porque a fin de cuentas, «lo nuestro es un testimonio de Dios», dice Mar. «Compartimos todo, evangelizamos desde nuestra acción. Realmente, esto es un pesebre: cuando acogemos a una familia que está en la calle, nace Dios entre nosotros. Cuando se van de aquí lloran de pena por lo arropadas que se han sentido entre nosotros. Y cuando nos dan las gracias, les decimos que en realidad nosotros somos unos enviados del de arriba».

Una celebración a lo grande

En Madrid, la celebración de la Jornada de la Sagrada Familia, organizada por la Delegación de Pastoral Familiar de la archidiócesis, arrancará a las 11 horas con la exposición del Santísimo para su adoración por parte de familias, parroquias y asociaciones familiares en la cripta de la catedral, hasta las 22 horas. Durante todo el día, el cardenal Osoro bendecirá a cada una de las familias que pasen por la catedral, en horario de 11 a 14 y de 16 a 19 horas. Finalmente, a las 19 horas, el cardenal arzobispo de Madrid presidirá la Eucaristía, con bendición de los novios incluida.

En una carta abierta a los sacerdotes, familias, asociaciones y movimientos de la diócesis, el cardenal Osoro invita a los fieles a participar en la celebración, pues «la fuente de la alegría reside en la familia, ya que es el lugar donde nace, crece y se fortalece la fuerza para amar y se manifiesta el gozo del Evangelio».

Para Fernando Simón, delegado de Pastoral Familiar de Madrid, la bendición a las familias durante toda la jornada «es un signo de lo que el Papa ha pedido en Amoris laetitia: renovar el acompañamiento a las familias y a los matrimonios para que puedan recorrer el camino que Dios les pide. De ahí que el obispo esté ahí todo el día recibiendo a las familias una a una; una solicitud pastoral que es además uno de los puntos fuertes del Plan Diocesano de Evangelización de Madrid».

La Eucaristía y la adoración al Santísimo subrayan asimismo «que la presencia real de Cristo renueva la gracia del sacramento del Matrimonio, los dones reales del Espíritu Santo para que el matrimonio siga caminando en su vocación y nunca se cansen», porque «para llegar a la plenitud del matrimonio es necesaria la presencia de Cristo».

Toda esta jornada señala por último que «la celebración, la fiesta, es algo muy importante en la vida de un matrimonio y de una familia. Las familias tienen muchos motivos para celebrar lo que están construyendo. Lo que viven es algo extraordinario para ellas mismas, para la Iglesia y para la sociedad, que se benefician también de su alegría y de su santidad. La familia es un manantial de alegría, porque recibe el amor de Dios y responde con el amor entre ellos. Todo eso hay que celebrarlo a lo grande, y tenemos que hacerlo juntos, como Iglesia diocesana».