...y los pobres son evangelizados en Venezuela - Alfa y Omega

La evangelización de los pobres es la principal señal para identificar el Reino de Jesucristo. Así lo afirma Él mismo, tanto al inicio de su misión pública en Nazaret como al responder a la pregunta de Juan el Bautista sobre su mesianismo.

El Magisterio ha explicado claramente cómo debemos entender la transmisión del Evangelio. Lo resumimos en tres rasgos sustanciales:

1. Es Gracia encarnada. Don que no depende de nuestros logros personales o sociales, pero que no nace ni se desarrolla sin hacerse carne e historia.

2. Supone conversión de dentro hacia fuera. Es cambio radical de corazón, hábitos y mentalidad para tener los afectos, la moral y el pensamiento de Jesús. Conversión expansiva: la fe que no se hace política, economía, sociedad y cultura revolucionarias, recordaba san Juan Pablo II, no ha llegado a madurar.

3. Implica recorrer el camino de Belén a la cruz. Esto entraña que los pobres deben ser realmente sus protagonistas. El Reino se realiza cuando los últimos de la tierra asumen sus responsabilidades sin esconderse detrás de líderes ni de sotanas, ni de los que tienen dinero, poder o saberes. Cuando los sucesores de Pedro hablan de Iglesia de los pobres se refieren a una nota eclesiológica esencial sin la cual no se da el acontecimiento eclesial.

Bendigo a Papá Dios por permitirme ver, oír y tocar a diario estos signos del Reino. Estoy particularmente agradecido por las marchas silenciosas contra las causas del hambre que los empobrecidos han organizado en estas fechas para recordarnos el verdadero sentido de la Navidad. En clima de oración y sacrificio, los que no tienen para comer han preferido dedicar sus exiguos recursos a desplazarse para comunicar a otros pobres la Buena Nueva, a hacer pancartas, a pegar carteles, a conseguir un equipo de megafonía, a editar una revista… todo bajo su responsabilidad en comunión con la Iglesia.

La última de las marchas, la de Ciudad Bolívar, no se pudo realizar porque el día en que estaba prevista, esta ciudad –al igual que otras poblaciones– fue sometida a una brutal violencia alimentada por la abyecta irresponsabilidad gubernamental. Resultado: varios asesinatos y más del 90 % de los comercios saqueados. Como una fiera que de repente rompe su jaula y sin compasión dentellea todo lo que encuentra, pudimos ver cómo la hidra de la rabia acumulada teñía de sangre y odio la capital del Orinoco. Los militantes cristianos ni huyeron ni cebaron a la bestia; presididos por el arzobispo diocesano participaron en el ofrecimiento del sacrificio eucarístico y renovaron su convicción de que la principal respuesta a este caos inducido es la evangelización de los pobres.