El mundo tiene sed de misericordia - Alfa y Omega

El mundo tiene sed de misericordia

Con múltiples gestos de misericordia, Francisco ha hecho en 2016 comprensible el Evangelio y ha tocado el corazón de muchos

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Foto: CNS

Hace un año despedíamos 2015 con un titular en portada que decía: «El mundo necesita misericordia». Entre las fotos, destacaba la de Aylan, el niño sirio cuyo cadáver fue arrastrado por las olas a una playa turca. La imagen se convirtió en icono de un mundo convulso obligado a despertar de la ilusión de haber llegado al fin de la historia, y que con la llamada crisis de los refugiados experimentó que lo que sucede en un rincón del planeta tarde o temprano afecta al resto. Pero la reacción no ha sido siempre la solidaridad. Al desconcierto que provoca un momento de la historia marcado por profundos cambios la gente ha reaccionado a menudo echándose en los brazos de líderes populistas con irreales promesas de seguridad. El repliegue nacionalista lo simbolizan la victoria de Trump en EE. UU., el triunfo del Brexit, o la elección en Filipinas de un presidente que presume de haber asesinado con sus manos a personas toxicómanas.

La propuesta del Papa ha ido en sentido contrario. 2016 ha sido, desde su perspectiva, el año de la misericordia en acción. Con múltiples gestos, grandes o pequeños, Francisco ha hecho comprensible el Evangelio y ha tocado el corazón de muchos. La foto que llevamos a portada, de su visita a la maternidad del hospital San Giovanni, llegó en solo unas horas a cerca de dos millones de personas, una prueba de que el mundo no solo «necesita misericordia», sino que tiene verdadera sed de ella. Ahí está la verdadera revolución de Francisco, el sentido último de unas reformas que, más que a un cambio de estructuras en el Vaticano, apuntan para la Iglesia a una forma de presencia en el mundo más cercana a las personas, con sus debilidades y limitaciones, sin rebajar el Evangelio, pero poniendo en el centro la ley suprema de la caridad. Eso es el discernimiento, término popularizado en 2016 por Francisco, que en la exhortación Amoris laetitia ha recordado que el cristianismo no se reduce a un conjunto de preceptos ni normas éticas, por importantes que estas sean, sino que más bien consiste en mirar la realidad con los ojos de Jesús.