Ángel Calvo, puente entre cristianos y musulmanes en Filipinas: «El diálogo interreligioso no es una mera relación espiritual» - Alfa y Omega

Ángel Calvo, puente entre cristianos y musulmanes en Filipinas: «El diálogo interreligioso no es una mera relación espiritual»

Su «primer amor», como él mismo la define, fue Basilán. No es una chica. Es un isla de Filipinas de mayoría musulmana en la que se estrenó como misionero en tiempos de la ley marcial impuesta por el dictador Ferdinand Marcos. Ángel Calvo, misionero claretiano, nació en Becilla de Valderaduey (Valladolid). Llegó al país asiático recién ordenado, en 1972. Desde entonces ha promovido el entendimiento entre comunidades cristianas y musulmanas. Arduo trabajo… En Basilán nació Abu Sayyaf, el grupo yihadista más extremista del archipiélago, que lleva desde 1991 secuestrando, asesinando y extorsionando para establecer un estado independiente regido por la sharia. «Su fundador, Abdurajak Janjalani, fue mi alumno en el colegio Claret», confiesa el misionero

Cristina Sánchez Aguilar
Ángel Calvo, con jóvenes y niños de su misión en Zamboanga. Foto: Archivo personal de Ángel Calvo

Un alumno tuyo pasó de estudiar en un colegio católico a convertirse en el líder de un movimiento yihadista. ¿Qué tiene que ocurrir para pasar así de un extremo a otro?
Los motivos por los que puede darse un cambio tan radical en un joven son muchos, pero hay un fenómeno que influye sobremanera: las universidades islámicas conceden becas a los jóvenes, y es allí donde se radicalizan. De hecho, así surgió el grupo extremista Abu Sayyaf.

Desde su llegada a Filipinas, usted ha promovido la paz entre cristianos y musulmanes.
Nada más llegar, en 1972, me encontré con una guerra entre el Ejército y los guerrilleros musulmanes del Frente Moro de Liberación Nacional (FMLN), que pedían un estado musulmán al sur del país. Intentaban reivindicar el poder que tuvieron antes de la colonización. Aunque muchos piensan que Filipinas es exclusivamente católico, desde antes de que los españoles llegaran a colonizar las islas había una comunidad musulmana muy grande, sobre todo en el sur, en la zona de Mindanao. Estaban organizados en sultanatos y tenían una gran influencia. A causa del enfrentamiento, muchas familias cristianas fueron víctimas de asesinatos y forzadas a abandonar sus tierras. Pero las comunidades musulmanas también sufrieron las consecuencias de la represión militar. Esta situación nos llevó a iniciar, junto con un equipo de seglares compuesto por musulmanes y cristianos, un programa de rehabilitación de comunidades afectadas por la guerra.

Se adentró tanto en los poblados que incluso levantó suspicacias gubernamentales…
Viví diez años en la selva, porque nuestro objetivo era acompañar de cerca a las dos comunidades —musulmanes y cristianos— en el proceso de reconstrucción de sus hogares y, a la vez, construir juntos el camino de la reconciliación. Nuestro diálogo interreligioso fue el diálogo de la vida: personas, familias y comunidades divididas y enfrentadas por el miedo, los prejuicios y la violencia, descubrieron juntos que se veían igualmente afectados por los mismos problemas básicos, como la salud, la educación, la seguridad…

Foto: Archivo personal de Ángel Calvo

Suena bien. ¿Por qué tuvo entonces que marcharse hace 20 años de la isla de Basilán?
Yo me llevaba bien con el FMLN, hablábamos mucho y me respetaban. Pero surgió Abu Sayyaf, y estos no respetaban a nadie, menos aún a los extranjeros. Secuestraron a mi compañero claretiano Bernardo Blanco y a la directora de una de las organizaciones que montamos para dialogar por la paz. Tuve que negociar mucho para que los salvaran. Terminé marchándome a otra isla 20 minutos de allí, a Zamboanga, pero fue por presiones externas. Yo no estaba de acuerdo con marcharme.

¿Cuál es su misión ahora allí?
Zamboanga es la ciudad más importante del tiempo de las colonias. Aquí todavía existe la fortaleza de la virgen del Pilar de Zaragoza, donde vivían los soldados españoles. Pero la misión es la misma: seguir trabajando por el entendimiento entre musulmanes y cristianos. Para ello organizamos cada año la Semana de la Paz.

Tras los reiterados atentados yihadistas en Europa, una de las columnas vertebrales del trabajo de la Iglesia en el continente es el diálogo interreligioso. Después de tantos años de experiencia, ¿qué recomendación nos daría?
Por mi experiencia, el auténtico diálogo interreligioso tiene que tender hacia un enriquecimiento mutuo desde los valores del otro. No puede reducirse a una mera relación espiritual sin tener en cuenta las condiciones humanas en que se encuentran las comunidades. En nuestro caso, con situaciones de pobreza, de injusticia, de falta de libertad y a veces de violencia.