Cada minuto - Alfa y Omega

En ocasiones puede parecer que lo ordinario va cubriendo poco a poco, como un manto de nieve, de forma silenciosa, aquel ideal que un día descubrimos y al que estábamos llamados. A la rutina la miramos despectivamente, sin caer en la cuenta de que cada minuto, por anodino que parezca, nos prepara para la hora definitiva. Y entiéndase esta hora como toda vocación a la que estamos llamados cada uno. Lo cotidiano entonces, se vuelve delicioso, siempre que hayamos podido vislumbrar (y a veces esto cuesta un poco y necesitamos ayuda) aquello que nos dijeron que teníamos escrito en el corazón.

Escribía estas palabras en el margen de Al otro lado de la verdad (Ediciones Teconté) de Shia Arbulú, que con ella ha dado el salto de la dramaturgia y de la dirección de escena a la novela. Lleva la etiqueta de literatura juvenil, que tiene como público principal ese lector, inmerso en esa etapa crucial de la vida, al que es tan complicado recomendarle un libro. A los que acompañamos a estos buscadores de sentido en plena efervescencia que son los adolescentes, a veces nos resulta aterrador aconsejarles lecturas: querríamos acertar de pleno y no vale cualquier cosa, porque eso de «lo importante es que lean, da igual lo que sea», encierra una peligrosa trampa. Sí, tenemos los clásicos, que nunca fallan, pero también tenemos que dirigir la mirada a la creatividad actual.

Y aquí Shia Arbulú acierta de pleno. Porque recrea (quizá debería escribir re-crea, así separado con un guion, para subrayar el sentido) el relato de Peter Pan y los niños perdidos. Sitúa la acción en nuestros días, donde el interrogante de la crisis económica plantea diversas consecuencias. En esas, Ada, una chica de 16 años, que demuestra una interesante madurez en un momento crucial de su vida pues sus padres están inmersos en un proceso de separación, recibe la visita de Puk, un joven misterioso. Después descubrirá que Puk, que desdeña toda convencionalidad, vive como quiere en un parque de atracciones abandonado junto con otros niños, sin reglas, sin órdenes, sin anhelos. Y se le plantea a Ada un buen reto: ¿Se puede vivir así?

Lejos de maniqueísmos encontramos en la novela unos diálogos que seguro motivarán ocasiones para mirar a nuestra realidad. Porque a veces los que creemos de primeras como antagónicos, nos pueden ayudar a encontrar lo extraordinario en lo ordinario, a plantear el alcance y significado de la etapa que se está viviendo, y vislumbrar esa llamada que todo hombre tiene en su corazón. Recordando que cuanto más alto apuntemos, más lejos llegará nuestra flecha.