En la escuela espiritual de los padres de la Iglesia - Alfa y Omega

En la escuela espiritual de los padres de la Iglesia

José Francisco Serrano Oceja

Las religiosas de Iesu Communio se han lanzado a una nueva aventura. Una más de entre las muchas alentadas por la osadía apostólica de esa comunidad tan evangélica como juvenil. La publicación de los ejercicios espirituales, que en los años 2000 y 2003, les impartiera el laico, profesor de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, Juan José Ayán, supone un magnífico pistoletazo de salida para esta apuesta por ir articulando y consolidando ese carisma de servicio. Para mi gloria los he creado y ¡Qué bueno es sentir sed de Dios! no son dos libros solo de uso interno en esta realidad eclesial y en sus entornos. Suponen ambos una propuesta de profunda espiritualidad de raíz patrística, una invitación al aprecio a los padres de la Iglesia como gesto de amor por quienes tuvieron esa experiencia primigenia.

De hecho, el primer volumen de esta iniciativa comienza con la reproducción de una carta que monseñor Eugenio Romero Pose escribiera a la hermana Verónica en la que el entonces obispo auxiliar de Madrid decía, entre otras muchas afirmaciones que hoy tienen un valor renovado: «Nuestros amigos de los primeros tiempo te quieren enseñar lo que con tanta belleza expresó Hipólito, un seguidor de nuestro gran san Ireneo: “Como el Padre quiere ser creído, creámoslo; como quiere que el Hijo sea glorificado, glorifiquémoslo; como quiere que el Espíritu Santo sea donado, acojámoslo”. El dejarse llevar de la mano de los padres es la gran oportunidad de espontáneamente, con sencillez, creer, glorificar y acoger». El carisma, al fin y al cabo, de la vida consagrada.

El profesor Ayán nos ofrece, por tanto, no solo el texto de las meditaciones de esos peculiares ejercicios impartidos a la comunidad de religiosas de Iesu Communio. Nos entrega una serie de lecciones de profunda teología hecha vida en las que la voz principal resuena desde la tradición de la Iglesia, que no tiene nada que ver con ninguna forma de fosilización. En el primero de los volúmenes, nuestro autor insiste en que hay quien consideró que el dogma, como expresión, relato, narración, explicación de lo que Dios ha hecho para, por, con y entre los hombres, era el motivo y el marco adecuado para la especulación de unos pocos. Nada más ajeno a la realidad de una certera comprensión del credo –el hilo conductor de estas meditaciones primeras- que lleva pareja la íntima conexión con la vida, con la elocuencia de Dios a los hombres de hoy. Si el dogma expresa la fe, no podemos pensar que la fe no tenga nada que decir a nuestros coetáneos. De ahí que estas páginas estén muy alejadas de toda tentación sentimentalista o emotivista. Esto no quiere decir que el lector, a media que se adentra tanto en la propuesta de formulación de los artículos principales de la fe como en las reflexiones emanadas de las constituciones de Iesu Communio, perciba una singular sensibilidad hacia la palabra de Dios hecha vida. Un dato que se manifiesta con singular belleza en el segundo de los libros, dedicado a glosar el carisma de esta nueva institución al servicio de la Iglesia.

Para mi gloria los he creado (Is 43,7) y ¡Qué bueno es sentir sed de Dios!
Autor:

Juan José Ayán

Editorial:

Iesu Communio