Francisco, a la conquista de los jóvenes - Alfa y Omega

Francisco, a la conquista de los jóvenes

Los jóvenes están en el corazón del Papa. No es una frase hecha, ni un sentimentalismo edulcorado. Quiere que la Iglesia se gire hacia ellos, tantas veces discriminados e incomprendidos. Mientras en muchos templos católicos los jóvenes son cada vez más escasos, Francisco ha convocado a una cumbre mundial de obispos para abordar los desafíos de la juventud en la actualidad. Una asamblea del Sínodo. Y para preparar esa reunión, el Vaticano lanzó un cuestionario global con preguntas concretas sobre los desafíos urgentes

Andrés Beltramo Álvarez
El Papa Francisco saluda a un grupo de jóvenes durante una audiencia general, en la plaza de San Pedro del Vaticano. Foto: CNS

Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional es el tema de la asamblea general ordinaria que tendrá lugar en el Vaticano en la segunda parte del 2018. La Secretaría General del Sínodo presentó, el 13 de enero pasado, el documento preparatorio que incluyó la lista de preguntas en cuestión.

En diciembre de 2013, cuando la Santa Sede anunció el cuestionario preparatorio al Sínodo sobre la familia, el gesto se convirtió en noticia mundial. Los periodistas presentaron la iniciativa –sin precedentes– como un referéndum sobre la doctrina católica. Y destacaron preguntas sobre matrimonio, divorcio, sexualidad y moral.

Pero el objetivo nunca fue poner a discusión la enseñanza de la Iglesia sino, más bien, realizar un diagnóstico crudo y realista sobre las dificultades que afronta la familia moderna. Un punto de partida para un debate intenso que incluyó dos asambleas, en octubre de 2014 y 2015. Aquel cuestionario captó la atención mediática por los temas que incluía, varios de ellos candentes. Tal atención abrió una polémica.

En cambio, la lista de preguntas ahora dirigidas a los jóvenes resulta menos controvertida. Al menos en apariencia. Porque leyéndola atentamente se puede descubrir una preocupación evidente en quienes las redactaron: el abandono y distancia hacia la juventud, prevaleciente no solo en la sociedad, sino también en la Iglesia.

El cuestionario, desde su encabezado, resulta sugerente. Entre otras cosas pregunta a todas las conferencias episcopales del mundo cuál es el porcentaje en cada país, en las personas de 16 a 29 años, de nini, los jóvenes que ni estudian ni trabajan. Una categoría producto de la sociedad posindustrial.

El potencial de la protesta juvenil

Lejos de ocuparse de poner en duda el celibato sacerdotal y otras cuestiones controvertidas, como algunos polemistas profetizaron, el texto se concentra especialmente en el acompañamiento que la Iglesia da a muchachos y muchachas en su vida concreta. Además de temas descontados como el «impacto del desarrollo del mundo digital», la droga y la violencia, se incluyen preguntas sobre cómo encauzar el «potencial de protesta» juvenil.

«Los jóvenes a menudo se sienten descartados y rechazados por el sistema político, económico y social en el que viven. ¿Cómo escucháis este potencial de protesta para que se transforme en propuesta y colaboración?», se lee en uno de los interrogantes. «¿Qué formación ofrecéis para sostener el compromiso de los jóvenes en el ámbito sociopolítico con vistas al bien común?», agrega otro.

Dos preguntas que consideran a la juventud como un sujeto activo y no pasivo, simple receptáculo de las acciones ajenas. Es la mirada del Papa, resumida en su famosa frase: «¡Quiero que hagan lío!», dirigida por él a sus compatriotas durante su viaje a Brasil en 2013.

«Mediante el recorrido de este Sínodo, la Iglesia quiere subrayar su propio deseo de encontrar, acompañar, hacerse cargo de cada joven, ninguno excluido. No podemos ni queremos abandonarlos a las soledades y a las exclusiones a las cuales el mundo los expone. Que su vida sea una experiencia buena, que no se pierdan en caminos de violencia o de muerte, que la desilusión no los aprisione en la alienación», explica el documento preparatorio.

Un Sínodo abierto

El cuestionario previo es una de las grandes novedades introducidas por Francisco en el Sínodo. Una institución surgida después del Concilio Vaticano II como cuerpo de consulta del Papa y que, en la última década, llegó a exhibir clamorosas limitaciones. Desde su llegada al pontificado, Bergoglio decidió sacudir esta estructura y dinamizarla. Por eso cambió el formato de las discusiones, aboliendo los discursos preconfeccionados y dejando gran libertad a los padres sinodales para expresarse.

Eso significó limitar el acceso de la prensa a las discusiones en el pleno. Como contrapartida dio permiso a cada obispo de hablar libremente en entrevistas individuales. Además, se introdujeron discusiones en pequeños grupos (llamados círculos menores) inmediatamente después del debate en el aula de cada tema. Esto ha permitido discusiones más fluidas y propuestas más certeras, evitando ampliar demasiado el abanico de las aportaciones.

Los cambios, al principio, generaron perplejidad. Quizás no fueron bien comprendidos. Muchas polémicas rodearon la asamblea extraordinaria del Sínodo en octubre de 2014. También se cometieron errores, como la publicación a la prensa de textos de trabajo, bocetos aún no votados por la asamblea. Esto generó gran tensión y las quejas –incluso públicas– de algunos cardenales.

No era para menos: de repente cambió un modelo que había funcionado desde hacía décadas. No se necesitaron grandes proyectos ni interminables discusiones; con algunos ajustes en aspectos clave aprobados por el Papa fue suficiente para cambiarle radicalmente la cara al Sínodo. Una reforma en la práctica que está destinada a consolidarse en octubre de 2018 durante la tercera asamblea del actual pontificado.

El Papa quiere mantener esa libertad en la forma de afrontar los asuntos, de frente. Él lo llama «parresía». Y también la innovación. Por eso, desde marzo próximo, la Secretaría General del Sínodo pondrá en línea una página web desde la cual consultará a los jóvenes sobre sus expectativas y su vida. Con esas respuestas se conformará el Instrumentum Laboris, el documento de trabajo que guiará los debates de los obispos en Roma.

«Hagan sentir su grito»

Al comienzo de este nuevo proceso sinodal, Francisco ha querido dirigirse específicamente a los muchachos y muchachas, con una carta de su puño y letra publicada en varios idiomas, animándoles a un mayor protagonismo en el mundo y en la Iglesia, además de pedirles que se involucren activamente en este sínodo.

«Muchos jóvenes entre ustedes están sometidos al chantaje de la violencia y se ven obligados a huir de la tierra natal. El grito de ellos sube a Dios, como el de Israel esclavo de la opresión del Faraón», escribe el Papa, haciendo referencia a los relatos bíblicos. Francisco expone que, si bien «el ruido y el aturdimiento» parecen reinar en el mundo, el llamamiento de Dios a ponerse «en camino» hacia una sociedad más justa y más fraterna sigue resonando en el corazón de los jóvenes. Por ello les invita a descubrir el proyecto divino para sus vidas, aunque estas se encuentren marcadas por la precariedad y la caída.

Francisco los insta a seguir el grito «que surge desde lo más íntimo» y que nace del corazón de un joven que no soporta la injusticia y no puede doblegarse a la cultura del descarte, ni ceder ante la globalización de la indiferencia. «Un mundo mejor –añade– se construye también gracias a ustedes, que siempre desean cambiar y ser generosos. No tengan miedo de escuchar al espíritu que les sugiere opciones audaces, no pierdan tiempo cuando la conciencia les pida arriesgar para seguir al maestro. También la Iglesia desea ponerse a la escucha de la voz, de la sensibilidad, de la fe de cada uno; así como también de las dudas y las críticas. Hagan sentir a todos el grito de ustedes, déjenlo resonar en las comunidades y háganlo llegar a los pastores».