La estrategia del Sí a Cristo - Alfa y Omega

La estrategia del a Cristo

Desde el inicio de su ministerio en Madrid, el cardenal Rouco ha impulsado diferentes iniciativas misioneras: Misión Universitaria, Jubileo 2000, III Sínodo diocesano, Misión Joven, Misión Madrid, además de la JMJ Madrid 2011… Han sido veinte años de evangelizar y de dar a conocer a Cristo a multitud de madrileños, una misión que ha reforzado la comunión en el interior de nuestra archidiócesis

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
El cardenal Rouco presenta al Santo Padre Francisco, en la Plaza de San Pedro, los frutos de la Misión Madrid

Desde 1994, Madrid ha vivido en tensión misionera. Preocupado por el avance de la secularización, el cardenal ha alentado durante todos estos años numerosas iniciativas que han ido más allá de las estrategias de despacho, pues «nada se puede si no se tiene claro lo esencial: el a Jesucristo».

Misión Universitaria: No ocultéis a Cristo a vuestros compañeros

Como una apuesta moderna y renovada de las misiones populares que ya estaban funcionando en la diócesis, surgió en Madrid, durante el trienio 1996-1999, la Misión Universitaria, que contemplaba una catequesis semanal acompañada de testimonios personales, exposiciones y acciones caritativas, en las universidades madrileñas.

«Desde que llegué a Madrid —afirmaba entonces el cardenal Rouco—, he deseado esta misión en la Universidad. Es preciso desempolvar la experiencia cristiana, y volver a las formas primeras de vivir y anunciar a Cristo. No basta con desempolvar; hay que traer frescura radicalmente nueva, y de forma muy directa. Hay que evangelizar de nuevo en este mundo desolado por dentro. A este mundo desesperado hay que decirle: ¡Hay salvación!».

Al más de un millar de estudiantes y profesores de las universidades, colegios y centros universitarios de Madrid, el cardenal les alertaba de que «no hablar del amor de Cristo a los que nos rodean sería empezar a perder a Cristo. No ocultéis a vuestros compañeros vuestra experiencia del Señor».

Especialmente interesante de esta primera toma de contacto misionera fue el descubrimiento para muchos de la riqueza de la Iglesia diocesana. Muchos universitarios vinculados a algún movimiento pudieron descubrir el mismo Espíritu en jóvenes de otras realidades eclesiales y, de modo particular, de las distintas realidades parroquiales. Además de una iniciativa misionera, la Misión Universitaria fue también una experiencia de comunión en la Iglesia.

Jubileo 2000: El Evangelio, la Noticia insuperable

En el camino hacia el gran Año Jubilar 2000 propuesto por san Juan Pablo II para toda la Iglesia, también participó la Iglesia en Madrid. El cardenal insistía entonces en anunciar a Dios a quienes todavía no le conocen «con toda discreción y respeto, pero también con toda la sinceridad y claridad», porque, en definitiva, la primera forma de caridad es la verdad. Por eso, pidió «redoblar nuestro esfuerzo para que todos —niños, jóvenes, mayores— conozcan, como nosotros conocemos, la misericordia de Dios Padre».

Para ello, la diócesis prosiguió las misiones populares que ya se venían realizando en las parroquias, se organizaron jornadas de evangelización durante la Cuaresma… El cardenal también pidió a los sacerdotes madrileños cuidar específicamente el sacramento de la Penitencia; y gracias a esta preparación jubilar de las familias surgió la Plataforma de promoción de la familia, Profam, con el fin de promover el desarrollo de la familia cristiana.

Todo ello fue acompañado de acciones concretas de labor social: se abrió una nueva residencia para mayores, de Cáritas-Madrid; se puso en marcha una institución diocesana para la rehabilitación de drogadictos, así como el programa Sal de la calle para personas sin-techo; o la Casa diocesana de los pobres, que hoy constituye el Programa de Viviendas Jubileo 2000. En esta línea, se sitúa también la convocatoria del cardenal Rouco para pedir públicamente la condonación de la deuda externa a los países del tercer mundo. A todos los fieles madrileños, el cardenal propuso entonces visitar a los hermanos necesitados o con dificultades, enfermos, encarcelados, ancianos solos, minusválidos…, «como haciendo una peregrinación hacia Cristo presente en ellos».

El Año Jubilar se vivió de manera especial en la catedral de la Almudena, con peregrinaciones casi diarias y una emotiva Vigilia de oración al pasar al año 2000, en la Nochevieja de 1999, con una convicción: «El Evangelio es la mejor, la más insuperable Noticia que el hombre haya nunca podido oír y oirá jamás», dijo el cardenal.

Sesión del Sínodo diocesano

III Sínodo diocesano: Nadie está dispensado de la misión

En el año 2002, el cardenal arzobispo convocó el III Sínodo diocesano, para fortalecer la acción evangelizadora de la Iglesia en Madrid. Lamentaba entonces que, «en Madrid, ya hay gentes cuya forma de vivir está sin relación alguna con la Iglesia», y también bautizados que «se han apartado de la fe hasta el punto de renegar de ella», así como «personas que eligen caminos confusos para buscar el sentido a su vida, buscándola en otras religiones e incluso en planteamientos humanistas desarraigados de su origen cristiano». Precisamente, en su Carta pastoral preparatoria del Sínodo, titulada Discípulos de Jesucristo, testigos de la esperanza, el cardenal tenía muy en cuenta que muchos viven como si Dios no existiera.

Más de 28.000 personas, integradas en unos 2.500 grupos, se reunieron durante tres años en parroquias de la diócesis para hacer propuestas de acción apostólica, en una iniciativa cuyo primer fruto fue el mero hecho de reunirse para hablar de la propia fe, en un clima de oración y de búsqueda de la voluntad de Dios. El proceso finalizó con la Asamblea sinodal, que se reunió durante catorce sábados para analizar Cómo vivimos la fe; Cómo la anunciamos a los alejados; Cómo celebramos los sacramentos; Cómo vivimos la comunión en la Iglesia y Cómo damos testimonio de Jesucristo; porque «nadie puede sentirse dispensado de transmitir la fe».

Misión Joven: ¡Cristo vive!

Esta toma de conciencia de identidad y de misión dio como primer fruto, en 2006, la Misión Joven, pues el cardenal alertó de que Madrid podía estar «cayendo en la tentación de una nueva Babel». Se implicaron jóvenes sacerdotes, seminaristas, consagrados, jóvenes seglares, solteros o casados; además, como en todas las misiones de los últimos veinte años, las monjas contemplativas de la diócesis tuvieron el encargo de rezar por sus frutos. La tarea era, sencillamente, predicar el Evangelio: «Proclamar que Cristo vive, que nos ama y ha venido a buscar al hombre para llevarle al lugar de donde nunca debería haberse apartado, el reino de Dios», decía entonces el arzobispo de Madrid.

Fueron dos años que, en palabras de uno de aquellos jóvenes, «han significado el intentar dar un testimonio valiente de la fe a compañeros que han oído hablar de Cristo, o lo ven en el arte, el cine, etc., pero que realmente no le ven la trascendencia que tiene». Y otra joven contaba su experiencia tras salir a predicar por las calles de su barrio: «Hemos anunciado que Cristo ha resucitado y que Dios nos ama. Al final, escucha más gente de la que te imaginas. La gente joven estaba bebiendo, fumando porros…, y pensaban que les íbamos a echar la moralina. Se quedaban impactados de que se les dijera que no íbamos a juzgarlos, sino a darles testimonio de que Cristo había resucitado, y de que también les ama a ellos».

Durante dos años se sucedieron en Madrid conciertos, musicales, charlas, experiencias, así como momentos de oración y de predicación… ¡Y hasta la cajita medicinal con el crucifijo —Nadie tiene amor más grande— fue fruto de la Misión Joven! Todo concluyó con la peregrinación de 4.000 jóvenes al Cerro de los Ángeles, para dar gracias a Dios por los frutos de la misión. Fue un tiempo de gracia por el que muchos jóvenes volvieron a la vida sacramental, y otros muchos tomaron conciencia de que seguir a Cristo como discípulo conlleva también ser misionero: «Ha sido y es un tiempo muy gozoso que ha transformado mi vida, y le ha dado un giro de 180 grados. Jamás imaginé que esto me llevaría a implicarme muchísimo más con la realidad de los jóvenes que buscan ser felices y no saben cómo», explicaba uno de ellos.

Misión Madrid: un paso más

Tras la Misión Joven, llegaron los preparativos y la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud 2011, que hicieron de Madrid el pulmón misionero de la Iglesia durante varios años. Sin embargo, lejos de aflojar el paso en la evangelización, el cardenal Rouco lanzó a la archidiócesis a una nueva iniciativa misionera que ha durado dos años: Misión Madrid, que nació apenas nueve meses después de la JMJ.

Jamás imaginé que me implicaría tanto con los que buscan ser felices y no saben cómo

Como todos los impulsos de evangelización en estas dos décadas, Misión Madrid comenzó con una llamada a la conversión como paso previo a la misión. Así, el pistoletazo de salida de Misión Madrid fue una peregrinación a Fátima con un tono penitencial.

Durante estos dos años, desde el comienzo de la Misión Madrid, en Fátima, se han producido distintas peregrinaciones de las Vicarías a la catedral de la Almudena, la celebración del sacramento de la Confirmación de más de mil jóvenes, el vía crucis 14 estaciones, 14 dolores, la Misión en los colegios, y numerosas actividades en parroquias, hospitales e instituciones diocesanas. Además, se inauguró el Centro para familias JMJ 2011, hubo Vigilias de oración, misiones marianas, conferencias, catequesis sobre el Credo, campañas de caridad, rastrillos solidarios, iniciativas culturales, educativas y universitarias, encuentros de formación, una escuela de evangelización, charlas-testimonio, misiones por las calles…

Sólo Dios sabe cuántas personas se han encontrado con Dios a lo largo de todos estos veinte años de evangelización en Madrid; pero siguen siendo pocas, pues, como dijo el cardenal al finalizar Misión Madrid, «se ha hecho mucho, y somos conscientes de que queda mucho por hacer». De momento, Madrid ya ha aprendido a hacer misión.

Ser misionero es una gracia

Preocupación grande del arzobispo en estos años ha sido el avance de la apostasía silenciosa; la fe influye cada vez menos en la vida social. Por eso, el empeño de que Jesucristo fuera anunciado y de que los madrileños se dejaran iluminar por la Verdad, que es Él mismo, y organizaran su vida según los criterios del Evangelio, ha marcado su ministerio.

Una certeza fundamental se ha mantenido siempre: la fe en Jesucristo orienta, ilumina, da vida; lejos de Dios, la persona se deteriora. Es la certeza que ha marcado todo el trabajo preparatorio del Año Jubilar 2000, la larga preparación del Tercer Sínodo, las iniciativas misioneras postsinodales y la JMJ. Ha marcado el servicio a los pobres que tanto ha habido que reforzar últimamente: no puede reducirse a la ayuda puramente material. Benedicto XVI lo formuló magistralmente cuando recibió a los participantes en el Sínodo, peregrinos en julio de 2005: «En una sociedad sedienta de auténticos valores humanos y que sufre tantas divisiones y fracturas, la comunidad de los creyentes ha de ser portadora de la luz del Evangelio, con la certeza de que la caridad es, ante todo, comunicación de la verdad».

La luz del Evangelio se ha querido llevar a todos los ámbitos: parroquias y barrios, universidad, hospitales, jóvenes, familias, colegios. Se ha contado con todos, sin forzar a nadie. Ser misionero es gracia, no fruto del sometimiento a una disciplina. Se ha clarificado la conciencia de que la misión nace del encuentro con el Señor en su Palabra y en la Eucaristía; de otro modo, no hay envío. Las necesidades de los hermanos pueden ser apremiantes, y nuestra compasión muy viva, pero si no somos discípulos de la Verdad, no podemos tener la caridad de comunicarla.

Los frutos humanamente visibles no han sido siempre muy positivos, pero quienes, sabiéndose llamados, se han decidido a responder participando en la acción misionera, han podido reconocer su propia transformación, su crecimiento y la alegría que se les concede.

Ángel Matesanz
Vicario para el Sínodo y Secretario General de Misión Madrid