Aprender a combatir la ideología de género - Alfa y Omega

Aprender a combatir la ideología de género

Una Iglesia que no discrimina y acoge a todos tiene credibilidad para denunciar un peligro que afecta hoy a todos los menores

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Foto: EFE/Matt Mills McKnight

Con Valencia a punto de sumarse a la lista, una docena de comunidades autónomas han aprobado, o están a punto de hacerlo, leyes que parten del presupuesto acientífico según el cual el sexo biológico es irrelevante frente a la libertad de cada cual de elegir su género u orientación sexual. Más allá del disparate de elevar a rango de ley una ideología con postulados, cuanto menos, discutibles, el gran peligro de estas normativas es que obligan a los centros escolares a educar a los niños y adolescentes conforme a unos criterios que pueden provocarles daños en el desarrollo de su personalidad. Entre los argumentos que ha dado el Colegio de Americano de Pediatras en contra destaca el dato de que más de un 90 % de menores que, en algún momento, presenta disforia o confusión sobre su género lo hace de forma pasajera. En lugar de afrontar estos casos con naturalidad y sentido común, a los chicos y chicas se les lanza el mensaje de que se trata de una decisión que deben tomar ellos, con la presión que esto puede generar en períodos de la maduración marcados por la inestabilidad emocional. El profesor o el centro que se arriesguen a salirse del guion –o a presentar simplemente el matrimonio como unión entre un hombre y una mujer– pueden tener que vérselas con la justicia.

El machismo, la homofobia y cualquier otra discriminación injustificada es condenable. En esto hay que ser muy claros. Pero tanto la legislación española como la europea permiten combatir estas conductas sin exponer a los menores a «esa maldad que hoy se hace en el adoctrinamiento de la teoría del género», en palabras del Papa Francisco, que no ha ahorrado calificativos en la materia. Cuestión distinta es que la Iglesia necesite aprender a plantarle cara mejor. Ni vale mirar hacia otro lado, ni responder con formas que solo logran enquistar al otro en sus posiciones. Una Iglesia que no discrimina y acoge a todos tiene, sin embargo, credibilidad para denunciar un peligro que afecta por igual a todos los menores, independientemente de las creencias e ideas de sus padres.