«Los filipinos están llamados a ser los misioneros de Asia» - Alfa y Omega

«Los filipinos están llamados a ser los misioneros de Asia»

El Papa congregó a siete millones de personas en Manila, una de las concentraciones humanas más grandes de la Historia, para enviarles como misioneros al continente asiático ya bien iniciado el tercer milenio, ¡el de la evangelización de Asia!

Jesús Colina. Roma
El cardenal Tagle, arzobispo de Manila, introduce, ante el Papa, la celebración de la Misa multitudinaria, el pasado domingo, en el Rizal Park

Francisco ha batido un nuevo récord en la historia de la Iglesia. La misa conclusiva del viaje del Papa a Filipinas, el pasado domingo, reunió a siete millones de personas en Manila. Veinte años antes, el Papa Juan Pablo II, en lo que había sido una de las concentraciones humanas más numerosas en términos absolutos, había reunido a cinco millones.

Es verdad que los números no pueden describir la fe de este pueblo evangelizado por españoles, con el mayor número de católicos en Asia. Pero los rostros de esa multitud, cubiertos por impermeables amarillos para protegerse del mal tiempo, daban a entender la importancia del momento que en esta visita del Papa vivía la Iglesia católica.

El obispo de Roma aprovechó ese gran encuentro, con el que culminaba su viaje de tres días a ese país, para enviar a los católicos filipinos como misioneros del continente asiático, donde los católicos son sólo el 3,16 % de la población y los cristianos apenas llegan al 6 %. Karol Wojtyla había declarado Asia como la frontera del tercer milenio para la evangelización. Jorge Bergoglio lanza ahora a los filipinos a la vanguardia de esta misión: «Los filipinos están llamados a ser grandes misioneros de la fe en Asia».

Asistentes a la Misa del domingo en Manila.

El joven arzobispo de Manila, el cardenal Luis Antonio Tagle, sintetizó en dos frases todo lo que el Papa buscaba de este viaje: «Los filipinos rezaremos por usted, porque Jesús mismo reza por usted». Y añadió: «Mándenos como misioneros de la luz, la luz de Jesús». En los rostros de muchos de los presentes, las gotas de lluvia se fundían con las lágrimas por la emoción.

El perfil del misionero del siglo XXI

En la misa, el Papa trazó el perfil del misionero que necesita Asia, capaz de superar viejos esquemas. No se trata ya de misioneros europeos con largas barbas, o de promotores de una ideología. Los misioneros que Asia necesita, según el Papa, son bautizados, familias, que viven el amor plenamente, y que al mismo tiempo son capaces de ir contra la corriente de las «estructuras sociales que perpetúan la pobreza, la falta de educación y la corrupción».

Al mismo tiempo, Francisco recordó «la importancia de proteger a nuestras familias». Y afirmó: «Lamentablemente, en nuestros días, la familia con demasiada frecuencia necesita ser protegida de los ataques y programas insidiosos, contrarios a todo lo que consideramos verdadero y sagrado, a lo más hermoso y noble de nuestra cultura».

La teología del llanto

El Papa quiso también despedirse de Filipinas con un histórico encuentro con 30 mil jóvenes, en el que la protagonista fue Glyzelle Palomar, una niña de 12 años, que con lágrimas en los ojos reveló a Francisco cómo había recogido comida entre la basura y dormido en la calle. «¿Por qué deja Dios que pasen esas cosas, incluso si no es culpa de los niños? ¿Y por qué sólo algunas personas nos ayudan?», preguntó la pequeña filipina al Papa, tapándose la cara con las manos mientras sollozaba.

Las lágrimas de Glyzelle conmovieron al Papa, quien dejó a un lado su discurso, para improvisar una meditación en español a los jóvenes en lo que ya puede llamarse la teología del llanto. Los muchachos y muchachas, anglófonos, comprendían mucho de lo que el Papa les decía incluso sin traductor.

Glyzelle, la niña que conmovió al Papa.

Glyzelle, reconoció Francisco, «hoy ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta, y no le alcanzaron las palabras y tuvo que decirlas con lágrimas». Y añadió: «Cuando nos hagan la pregunta de por qué sufren los niños, entonces nuestra respuesta sea, o el silencio, o las palabras que nacen de las lágrimas».

La niña se presentó ante el Papa acompañada de Jun Chura, otro joven de 14 años, que también fue un niño de la calle, quien leyó un emocionante testimonio sobre la vida de los pequeños filipinos víctimas de abusos, drogas y prostitución. «Ciertas realidades de la vida se ven sólo con los ojos limpiados por las lágrimas», dijo el Papa. «Si no aprendéis a llorar, no sois buenos cristianos. Al mundo de hoy le falta llorar, lloran los marginados, lloran los que son dejados de lado, lloran los despreciados, pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades no sabemos llorar».

Éstos son los misioneros que el Papa Francisco envía a Asia en este nuevo milenio: misioneros con el rostro limpiado por lágrimas, capaces de superar las ideologías, pero sobre todo personas conscientes de su dignidad porque no son huérfanos, sino hijos de un mismo Padre, y por tanto, hermanos.