La foto: No es con qué, sino con quién - Alfa y Omega

La foto: No es con qué, sino con quién

Alexander Selkirk inspiró a Daniel Defoe para escribir Robinson Crusoe. La isla que ven en la imagen, que fue hogar de Selkirk, se llama Isla Robinson Crusoe

Rosa Cuervas-Mons
Foto: Flickr Ashley Basil

Un mosquete, algo de pólvora, un cuchillo, herramientas y una Biblia. Es todo lo que tenía el marino escocés Alexander Selkirk cuando fue abandonado en una isla desierta en medio del Pacífico. Era 1704 y no sería hasta cuatro años y cuatro meses después, tal día como hoy en 1709, al ser rescatado, cuando volvería a ver a un ser humano. Si les suena la historia, pero con un tal Robinson Crusoe, es porque fue Selkirk el que inspiró a Daniel Defoe –que entrevistó al náufrago– para escribir su célebre novela. La isla que ven en la imagen, esa que fue hogar de Selkirk, se llama, no en vano, Isla Robinson Crusoe.

El feliz aniversario de su vuelta a la vida es momento idóneo para reflexionar sobre la clásica pregunta –a quién no se la han hecho alguna vez– de qué objetos se llevaría uno a una isla desierta. Y es buen momento, quizá, para reformularla. Porque si se trata de pasar cuatro años aislado del resto del mundo, seguramente la pregunta no sea con qué, sino con quién. Y es que, más allá del cuchillo y la pólvora –muy útiles al principio pero que fueron fácilmente sustituidos tanto en la vida real de Serlkirk como en la imaginaria de Crusoe– a los dos náufragos les faltó, sobre todo, la compañía de sus iguales.

Cuentan de Selkirk que leía la Biblia para no olvidar el lenguaje, su lenguaje, y que hablaba en voz alta por miedo a perder la capacidad de hablar. Ya en la novela de Defoe, un Robinson que se había alejado del Dios en el que un día creyó, encontró en la Biblia la tabla de salvación para superar su aventura en solitario. Y eso es importante. Porque en este mundo en el que se hacen colas de horas para comprar el último modelo de iPhone o se pasan noches en vela para aprovechar las primeras ofertas de los blackdays, no está de más recordar que, en el fondo, cuando comprendemos para qué sirven de verdad las cosas, la necesidad más real y dramática que todos tenemos es la de las personas. Y esas ni se compran ni se construyen tallando un tronco y unas piedras.