El venerable Francisco Méndez - Alfa y Omega

El venerable Francisco Méndez

Joaquín Martín Abad

El 2 de febrero de 1885 –Candelaria como hoy– desde el alba caía en Madrid aguanieve; tanta que por la noche tuvieron que sonar bocinas de alarma para alertar a quienes vivían en casas cercanas al cauce del río que el Manzanares se estaba desbordando.

Esa misma mañana en la iglesia del real monasterio de la Encarnación que, además de servir para la comunidad de monjas Agustinas Recoletas y vecinos, estaba haciendo de parroquia real –pues había sido demolida la titular del Buen Suceso de la Puerta del Sol y aún no había sido construida la sucesiva de la calle de la Princesa– el párroco, don Francisco de Asís Méndez Casariego, se disponía a celebrar la santa Misa, ante una imagen de Nuestra Señora de las Victorias. Misa y fecha que marcaron el origen del instituto de las Hermanas Trinitarias de Madrid con media docena: la sierva de Dios Mariana Allsopp González-Manrique, nacida en México; Eladia Casanova, turolense; Ángeles Pascual, burgalesa; Mercedes Solá, barcelonesa; Carmen Saiz, madrileña; y María Alcaín, donostiarra. O sea, madrileñas –menos una– de fuera de Madrid. Todas vivieron y murieron como Hermanas Trinitarias para la liberación verdaderamente cristiana de la mujer, realizada por mujeres desde el XIX y, las que siguieron –hasta ahora mismo– con «una puerta siempre abierta».

Méndez Casariego había nacido en Madrid en 1850. Al saber, en el Retiro, que un amigo dejaba el seminario trocó su porvenir de ingeniero por el de cura, ya que sintió su vocación sacerdotal para sustituirlo. Y fue ordenado presbítero en 1874.

Después de servir en la parroquia, nombrado en 1885 canónigo del primer cabildo de la recién catedral de Madrid (entonces San Isidro) atendió a las Trinitarias y fundó también, desde 1915, el hogar Porta Coeli para la educación de golfillos que pululaban por Madrid.

Francisco es, pues, el primer canónigo de la catedral de Madrid que va para santo, venerable desde 1993 a falta, para su beatificación, de un milagro que requiere nuestra fe y oración.

Hoy, en la Jornada de la Vida Consagrada, recordamos la fecha del nacimiento de estas trinitarias en Madrid y a su fundador; y que un canónigo también puede ser santo.