Testigos de la verdad - Alfa y Omega

La noticia de la concesión del premio Nobel a Bob Dylan abrió interesantes debates sobre los límites de la literatura. Algunos argumentaban que el anterior premio se le había concedido a una periodista, Svetlana Aleksiévich, y que ese hecho ya había marcado una extensión del concepto. La academia sueca afirmó que en esa ocasión el premio se debía «por su obra polifónica» que, de acuerdo con el jurado, «es un monumento al valor y al sufrimiento en nuestro tiempo».

Es cierto que en los últimos años estamos asistiendo a un salto de las columnas de los periódicos a las cajas de los libros. Asistimos con fascinación a las crónicas de grandes como Hemingway, al que imaginamos al volante de un jeep en camino para liberar París, o a George Orwell , o a Rudyard Kipling… Hasta que se cae en la cuenta de que hemos estado buscando fuera lo que teníamos en casa.

La editorial Libros del Asteroide nos ha ayudado a ello. Lleva tiempo publicando las crónicas de Chaves Nogales o las de Augusto Assía desde el Londres bombardeado de la II Guerra Mundial (con un precioso título: Cuando yunque, yunque. Cuando martillo, martillo). Por cierto, que les puedo adelantar que otra editorial va a sacar en pocas semanas una preciosa novela gráfica de las crónicas de Valle-Inclán en la I Guerra Mundial.

Pero me gustaría también subrayar a un periodista interesantísimo. Se trata de Antonio Bermúdez Cañete. Fue también político y economista. Hace unos años, la editorial Actas publicó un volumen en el que se trataban estas tres facetas. Cierto que la de periodista es la más llamativa. Demuestra una libertad grande, propia del que es fiel a un ideal. Fue testigo de acontecimientos decisivos: acompañó a la reina Victoria Eugenia en su salida de España en abril de 1931. Fue el corresponsal de El Debate en Berlín, donde dio cuenta del ascenso del nazismo y de la persecución a los judíos (no en vano fue expulsado en 1935 de Alemania) con crónicas que leídas hoy aún impresionan, como por ejemplo aquella de enero del 34 titulada Ruda advertencia a la universidad, en la que nos introduce en una cruda intervención del ministro nazi Frick a los universitarios de Berlín. Informó de la guerra de Abisinia y entrevistó al emperador etíope Haile Selassie. Lamentablemente fue asesinado en Madrid el 21 de agosto de 1936, minutos después de ser sacado de la checa del Círculo de Bellas Artes.

Tenían razón en Suecia al admirar el periodismo cuando es testigo de la verdad.