Takayama Ukon era experto en el uso de las armas, pero fue «guerrero de Cristo con el ejemplo» - Alfa y Omega

Takayama Ukon era experto en el uso de las armas, pero fue «guerrero de Cristo con el ejemplo»

El cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de Santos, beatificó este martes al señor feudal japonés y mártir Justo Takayama. Durante la celebración, afirmó que el Evangelio no es «extraño a la cultura japonesa»

AsiaNews
Foto: AFP Photo/Jiji Press

Este martes fue beatificado en Osaka el mártir japonés Justo Takayama Ukon (1552-1615), también conocido como «el samurái de Cristo».

Señor feudal en el Japón de las persecuciones perpetradas contra la «religión de Occidente», eligió el camino de la humillación y del exilio antes que renegar de la fe cristiana. Habiendo perdido sus propiedades, su cargo, su estatus social, el honor y la respetabilidad, se convirtió en un vagabundo y fue obligado a exiliarse. Con su familia y otros 300 cristianos japoneses huyó a Manila, donde murió el 4 de febrero de 1615.

La Misa de beatificación fue presidida por el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.

Japón, bendecido por los mártires

En su homilía, después de hacer una reflexión sobre el martirio y sobre la civilización cristiana del amor, el cardenal recordó hasta qué punto la Iglesia en Japón «fue bendecida con el espléndido testimonio de numerosos mártires» y de qué modo el beato Justo fue él mismo «un extraordinario testigo de la fe cristiana en tiempos difíciles, de contrastes y persecución».

El celebrante luego continúo recorriendo la vida del beato y su labor como «incansable promotor de la evangelización del Japón», mientras describía los rasgos distintivos de su figura: «Educado en el honor y en la lealtad, un auténtico guerrero de Cristo, no con las armas, en las cuales él era un experto, sino con la palabra y el ejemplo».

Al recordar cómo su comportamiento era profundamente evangélico, el cardenal subrayó el hecho de que Justo Takayama Ukon no considerara el Evangelio como algo extraño a la cultura japonesa. En efecto, al igual que los misioneros jesuitas, rehuía la polémica apologética. Vivía su fe, y la vivía como japonés que era, valorando las tradiciones edificantes de su cultura.

«La beatificación de Justo –concluyó el cardenal Angelo Amato– es una semilla evangélica que la Providencia esparció en Japón y en el mundo. El ejemplo de nuestro beato nos impulsa a todos nosotros a una vida de fe y fidelidad al Evangelio de Jesucristo».