Venezuela, o sobre cómo congelar la crisis y el diálogo - Alfa y Omega

Venezuela, o sobre cómo congelar la crisis y el diálogo

Los opositores divididos por ambiciones presidenciales y una parálisis total en la relación entre el gobierno y el Parlamento. Mientras tanto, la Santa Sede espera

Vatican Insider
Protestas en Venezuela

Ernesto Samper, ex presidente de Colombia y actual secretario general de Unasur (Unión de las Naciones Sudamericanas), gran y tenaz patrocinador del diálogo entre el gobierno del presidente Nicolás Maduro y las oposiciones, explicó la situación congelada que vive Venezuela (en donde la Unión, entre mil dificultades, trata de resucitar una intermediación que muchos consideran un fracaso definitivo) a Radio Caracol: «Por una parte hay una oposición que no se pone de acuerdo. Está dividida. Hay una competencia entre tres dirigentes que legítimamente están aspirando a llegar a las elecciones presidenciales. De esta competencia entre ellos surgen críticas y desacuerdos recíprocos. Después está la cuestión de la grave tensión entre el gobierno y el Parlamento: el gobierno no reconoce autonomía al Parlamento y este no reconoce legitimidad al poder ejecutivo».

De todo para «desmantelar» el papel de la Santa Sede

El diagnóstico de Samper parece honesto y preciso, aunque tenga los trazos oscuros de un cuadro sin solución aparente. En esta situación se vio involucrada, en contra de su voluntad, la Santa Sede: su deseo de favorecer un acercamiento entre las partes desde hace más de cuatro años ha sido gradualmente neutralizado. Desde hace meses, en las esferas del gobierno y de la oposición se habla de «desmantelar» el papel de la Santa Sede, a pesar de que su presencia y sus gestiones hubieran sido pedidas por las partes con documentos oficiales por separado. Ahora está claro que solo se trataba de jugadas tácticas.

Desde octubre del año pasado, ninguno de los dos interlocutores (gobierno y oposición) ha respondido positivamente (ni lealmente) a las exhortaciones de la Sede Apostólica, que pretendían buscar un diálogo sincero y constructivo. Ambas han tratado en todo momento de utilizar la disponibilidad y la presencia vaticana a su favor y en más de una ocasión han intentado explotarla en contra del respectivo adversario político. La prensa vaticana está llena de ejemplos de esta batalla sin reglas, en la que se aprecia el juego de arrastrar al Vaticano a favor de una parte contra la otra.

En un momento preciso (y queda claro al releer los hechos más recientes, como la suspensión de la tercera reunión prevista inicialmente para el mes de diciembre y que después fue postergada para fracasar finalmente) el Vaticano se ha visto atrapado en una situación en la que ninguna de las fuerzas políticas ha tenido la intención de dialogar con la otra para resolver los dramáticos problemas del país. El gobierno y la oposición pidieron la ayuda del Vaticano solamente para beneficiarse y hacer propaganda, por lo que, en este juego, el Episcopado venezolano ha debido afrontar una constante y grave desorientación.

Contra toda esperanza

Solo en este contexto es posible comprender por qué la Santa Sede fue disminuyendo su papel y su presencia. El Papa, y con él toda la diplomacia vaticana, siguen estando convencidos de que en Venezuela no hay más soluciones practicables que la búsqueda de acuerdos y la definición de métodos para superar las diferencias, es decir el diálogo. Esto es lo que el Vaticano siempre ha sostenido y apoyado, y seguramente es lo que seguirá haciendo; sin embargo, por el momento, la única vía posible parece ser la de la espera, que, se cree, no debe ser pasiva. Según la Santa Sede, ambas partes, tarde o temprano, deberán encontrar una solución a este «impasse» en Venezuela, por lo que el nuncio apostólico en Caracas, monseñor Aldo Giordano, no deja de trabajar en este sentido y no se cansa de recordar que a menudo hay que tener confianza contra toda esperanza.

En los últimos días, ambas partes indicaron que recibieron una invitación del Pontífice para participar en un encuentro en el Vaticano con dos representantes del gobierno y dos de la oposición. Después de una primera y tibia respuesta afirmativa, llegó en los últimos días un neto rechazo de los partidos que se oponen al gobierno venzolano, que afirmaron: «Aceptaremos la invitación solamente si el gobierno respeta y aplica los acuerdos alcanzados en los dos primeros encuentros del diálogo nacional». No es difícil comprender que a estas alturas es poco lo que la Santa Sede puede hacer. La gravedad de la crisis nuevamente se encuentran en el enfrentamiento entre ambas partes, pues tanto el gobierno como la oposición acabaron con la mediación de la Unasur, retrocediendo de esta manera a la situación en la que se encontraban hace un año.

Diálogo verdadero

La carta del cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, del primero de diciembre de 2016, que muchos juzgaron inoportuna, en realidad, a casi tres meses de distancia, se revela profética. En ese documento, el purpurado reflexionaba sobre las condiciones mínimas del diálogo verdadero, que son las que no han existido en estos meses por lo que empeoró radicalmente la crisis en el país sudamericano. Estas fueron las palabras del cardenal Parolin en la carta sobre las «dos condiciones que hacen posible y eficaz el diálogo» (¡posible y eficaz!), evitando «el peligro de hacer que se vuelva estéril y frustrante». Primera condición: capacidad para el «reconocimiento recíproco como personas», sujetos de «dignidad inherente e inajenable, dotados de razón y libertad, con vocación para la búsqueda del bien común». Segunda condición: «Voluntad seria para respetar los eventuales acuerdos alcanzados así como su aplicación puntual, sin tergiversaciones o condiciones ulteriores».

Las observaciones del cardenal Parolin sobre estas dos condiciones terminan con una reflexión importante, pertinente, necesaria y urgente, y que, en definitiva, es la cuestión de fondo de esta crisis: «También es cierto –escribió el purpurado– que un lenguaje agresivo, violento y poco sincero no favorece ese mínimo clima de confianza recíproca que es necesario para un fructífero desarrollo del diálogo, que debe tener como objeto único el bien común del pueblo. Solo desde esta perspectiva se podrán superar las divergencias existentes sobre la oportunidad del diálogo o su instrumentalización, imponiendo a las partes la responsabilidad de no abandonar la Mesa del diálogo por intereses políticos personales, de partido o ideológicos. En fin, en relación con los contenidos y las concesiones recíprocas entre las partes en juego, es oportuno subrayar que los derechos se respetan, no se negocian».

Nuevas insidias y todos cada vez más débiles y menos creíbles

En estos días muchas voces, incluidas las de analistas de relieve, se han preguntado con fuerza: «Fuera el Vaticano de Venezuela». También surgió una crítica muy singular: el único resultado de la mediación vaticana ha sido conceder más tiempo a Maduro para consolidar sus posiciones. La otra cara de la moneda responde: el diálogo que apoya el Vaticano ha dado tiempo a la oposición para reorganizar sus fuerzas.

Obviamente no es así, porque, en primer lugar, la Santa Sede no desempeñaba ningún papel de mediación sino de acompañamiento para ayudar a buscar las mejores condiciones para un diálogo auténtico. No optó ni por el gobierno ni por la oposición, por lo que nunca se dejó utilizar ni por uno ni por la otra. Su único horizonte ha sido el bien del pueblo venezolano, que es el que está pagando el precio de la necedad de sus gobernantes y de los políticos. Ese pueblo que está extenuado por las condiciones de vida que se le han impuesto, por la racionalización de comida y bienes de primera necesidad (y con precios elevadísimos), y, sobre todo, sin esperanza y serenidad.

Entre otras cosas, a pesar de que por el momento el diálogo ha fracasado o ha sido congelado por la voluntad irresponsable de ambas partes, se ha visto que sí es posible sentarse alrededor de una mesa para negociar, puesto que sucedió en dos ocasiones. El problema es otro, y la Sede Apostólica no tiene nada o casi nada que ver: el gobierno de Maduro, que ahora también debe afrontar las acusaciones y las amenazas de la administración Trump, y el archipiélago de las oposiciones no desean dialogar de verdad, aunque se obstinen con declaraciones públicas que digan lo contrario.

Lo que está sucediendo esté restando credibilidad a ambas partes en el panorama político latinoamericano, y el riesgo es que, cuando se vean verdaderamente obligadas a encontrar acuerdos y necesiten el apoyo de amigos y «facilitadores», no habrá nadie dispuesto a quedar atrapado en sus mezquinos jueguitos de palacio. Está convencida de ello la mayor parte de las cancillerías de América Latina y de Europa.

Luis Badilla y Francesco Gagliano / Vatican Insider