A Dios rogando… y en la piscina nadando - Alfa y Omega

A Dios rogando… y en la piscina nadando

José María Ballester Esquivias

Para algunos estudiosos de la relación entre fe y deporte, como el profesor colombiano Tomás Bolaño, la primera señal vino dada por el san Juan al esperar delante del sepulcro a que llegase san Pedro para que éste entrase antes. Su juventud tuvo la culpa de que sus zancadas fuesen más rápidas. Pero tenía sentido de la jerarquía y, sin saberlo, de la deportividad.

Los primeros contornos de una doctrina eclesial en materia deportiva los definió san Pablo en su Primera Carta a los Corintios: «¿No saben que en el estadio todos corren, pero uno solo gana el premio? Corran entonces, de manera que lo ganen. Los atletas se privan de todo, y lo hacen por obtener una corona que se marchita; nosotros, en cambio, por una corona incorruptible».

Con el paso del tiempo, muy especialmente desde la consolidación del deporte de masas, es frecuente ver a deportistas exhibir una medalla en el cuello, o bien mirar al cielo para agradecer un triunfo. En las recientes Juegos Olímpicos de Río, sin embargo, se han dado dos casos de triunfadoras para quien la fe no es algo ocasional, sino un camino que se consolida a diario.

La primera es la estadounidense Katie Ledecky, nadadora completa donde las haya, que con solo 15 años se proclamó campeona de los 800 metros libres en los Juegos de Londres y que, en Río, ha ampliado su palmarés con dos medallas de oro.

Pues bien, Ledecky no tiene pelos en la lengua para hablar de sus creencias, que juegan un papel primordial en su vida deportiva. «Mi fe católica es muy importante para mí. Siempre lo ha sido y siempre lo será. Es parte de lo que soy y me siento cómoda al practicar mi fe. Me ayuda a poner las cosas en perspectiva», declaró al Catholic Standard. Y no se sumerge en la piscina sin antes rezar un avemaría, una oración que, según reconoce, la calma.

Por su parte, la gimnasta Simi Biles, también de EE. UU., se siente más a gusto rezando el rosario; pero «no antes de una competición, sino por mí misma…». La devoción se la inculcaron sus padres, con quienes no suele faltar a Misa. Un tipo de vida sana que ha dado sus frutos. Simone se ha marchado de Río con la friolera de cuatro medallas de oro y una de bronce. Lo nunca visto desde Nadia Comaneci. Ni Ledecky ni Biles son teólogas, se han limitado a aplicar la fe del carbonero.