El Papa reclama a la comunidad internacional ayuda urgente para Sudán del Sur - Alfa y Omega

El Papa reclama a la comunidad internacional ayuda urgente para Sudán del Sur

Ante la hambruna declarada en Sudán del Sur, «ahora es más necesario que nunca el compromiso de todos para no quedarse solo en declaraciones, sino que sean concretas las ayudas alimentarias y se permita que puedan llegar a las poblaciones que sufren», ha afirmado Francisco después de la catequesis de este miércoles

Redacción
Foto: AFP Photo/Alberto Pizzoli

El Papa Francisco ha reclamado a la comunidad internacional ayuda urgente y concreta para el «atormentado» Sudán del Sur, víctima de «un conflicto fratricida» al que se suma «una grave crisis humanitaria que afecta a la región del Cuerno de África y que condena a muerte a millones de personas, entre ellos a muchos niños». El lunes, el Gobierno del país decretó la hambruna en algunas zonas del país; una situación que afecta a unas 100.000 personas.

Durante la audiencia general de este miércoles en la plaza de San Pedro, el Pontífice ha expresado su «particular preocupación», y ha subrayado que ahora «es más necesario que nunca el compromiso de todos para no quedarse sólo en declaraciones, sino que sean concretas las ayudas alimentarias y se permita que puedan llegar a las poblaciones que sufren».

Hacia una nueva creación

Antes, durante su catequesis semanal, Francisco ha analizado otro texto bíblico sobre la esperanza, en concreto el capítulo 8 de la Carta a los Romanos, que habla sobre cómo la creación espera verse liberada de la esclavitud del pecado. El Papa ha alertado de que es este mismo pecado el que nos hace pensar «que la creación sea nuestra propiedad», en vez de «un don maravilloso que Dios ha puesto en nuestras manos».

Guiado por el egoísmo, «el ser humano termina por destruir incluso las cosas más bellas que le han sido confiadas», transformándolas en un «signo triste y desolado del orgullo y de la voracidad humana». Así ocurre, por ejemplo, con algo tan necesario y hermoso como el agua, que se contamina entre otras causas por la explotación minera.

Sin embargo, los gemidos de la naturaleza no son estériles, sino «los de quien sufre, pero sabe que está por venir a la luz una nueva vida». Del mismo modo, «el cristiano vive en el mundo y sufre los signos del mal y del egoísmo pero, al mismo tiempo, ve todo con los ojos de la Pascua; sabe que ahora vive un momento de espera, que va más allá del momento presente», ha explicado. Todo lo que el hombre ha desfigurado «con su impiedad», Dios «lo recrea y reconcilia en su amor».

Texto completo de la catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Muchas veces estamos tentados en pensar que la creación sea nuestra propiedad, una posesión que podemos explotar a nuestro agrado y del cual no debemos dar cuenta a nadie. En el pasaje de la Carta a los Romanos (8,19-27) del cual hemos apenas escuchado una parte, el Apóstol Pablo nos recuerda en cambio que la creación es un don maravilloso que Dios ha puesto en nuestras manos, para que podamos entrar en relación con Él y podamos reconocer la huella de su designio de amor, a cuya realización estamos llamados todos a colaborar, día a día.

Pero cuando se deja llevar por el egoísmo, el ser humano termina por destruir incluso las cosas más bellas que le han sido confiadas. Y así ha sucedido también con la creación. Pensemos en el agua. El agua es una cosa bellísima y muy importante; el agua nos da la vida, nos ayuda en todo. Pero al explotar los minerales se contamina el agua, se ensucia la creación y se destruye la creación. Este es sólo un ejemplo. Existen otros. Con la experiencia trágica del pecado, rota la comunión con Dios, hemos infringido la originaria comunión con todo aquello que nos rodea y hemos terminado por corromper la creación, haciéndola así esclava, sometida a nuestra caducidad. Y lamentablemente la consecuencia de todo esto está dramáticamente ante nuestros ojos, cada día. Cuando rompe la comunión con Dios, el hombre pierde su propia belleza originaria y termina por desfigurar alrededor de sí cada cosa; y donde todo antes hablaba del Padre Creador y de su amor infinito, ahora lleva el signo triste y desolado del orgullo y de la voracidad humana. El orgullo humano explotando la creación, destruye.

Pero el Señor no nos deja solos y también ante este escenario desolador nos ofrece una perspectiva nueva de liberación, de salvación universal. Es aquello lo que Pablo pone en evidencia con alegría, invitándonos a poner atención a los gemidos de la entera creación. Los gemidos de la entera creación… Expresión fuerte. Si ponemos atención, de hecho, alrededor nuestro todo clama: clama la misma creación, clamamos nosotros los seres humanos y clama el Espíritu dentro de nosotros, en nuestro corazón.

Ahora, estos clamores no son un lamento estéril, desconsolado, sino –como precisa el Apóstol– son los gemidos de una parturiente; son los gemidos de quien sufre, pero sabe que está por venir a la luz una nueva vida. Y en nuestro caso es de verdad así. Nosotros estamos todavía luchando con las consecuencias de nuestro pecado y todo, alrededor nuestro, lleva todavía el signo de nuestras debilidades, de nuestras faltas, de nuestras cerrazones. Pero, al mismo tiempo, sabemos de haber sido salvados por el Señor y ya se nos es dado contemplar y pregustar en nosotros y en lo que nos rodea los signos de la Resurrección, de la Pascua, que opera una nueva creación.

Este es el contenido de nuestra esperanza. El cristiano no vive fuera del mundo, sabe reconocer en la propia vida y en lo que lo circunda los signos del mal, del egoísmo y del pecado. Es solidario con quien sufre, con quien llora, con quien es marginado, con quien se siente desesperado… Pero, al mismo tiempo, el cristiano ha aprendido a leer todo esto con los ojos de la Pascua, con los ojos del Cristo Resucitado. Y entonces sabe que estamos viviendo el tiempo de la espera, el tiempo de un deseo que va más allá del presente, el tiempo del cumplimiento. En la esperanza sabemos que el Señor quiere sanar definitivamente con su misericordia los corazones heridos y humillados y todo los que el hombre ha deformado en su impiedad, y que de este modo Él regenerará un mundo nuevo y una humanidad nueva, finalmente reconciliada en su amor.

Cuántas veces nosotros cristianos estamos tentados por la desilusión, por el pesimismo… A veces nos dejamos llevar por el lamento inútil, o quizás nos quedamos sin palabras y no sabemos ni siquiera que cosa pedir, que cosa esperar… Pero todavía una vez más viene en nuestra ayuda el Espíritu Santo, respiro de nuestra esperanza, el cual mantiene vivo el clamor y la espera de nuestro corazón. El Espíritu ve por nosotros más allá de las apariencias negativas del presente y nos revela ya ahora los cielos nuevos y la tierra nueva que el Señor está preparando para la humanidad. Gracias.