La muerte llega a Pemberley - Alfa y Omega

Este miércoles y jueves celebraremos en el CEU un Congreso Internacional sobre Novela Policíaca. Al amparo del Club Chesterton, que el año pasado organizó otro Congreso Internacional sobre Jane Austen. Y es justo en la confluencia de esos dos temas, aparentemente antagónicos –Jane Austen y la novela policíaca– donde se sitúa La muerte llega a Pemberley.

P. D. James, reputadísima autora de novela policíaca, escribe esta obra en homenaje a su autora favorita de la infancia, cumplidos ya los 80 años, y sin nada que demostrar. «Por el disfrute», como dice una buena amiga mía. Ella de lo que entiende es de crímenes, no solo por sus más de 20 novelas sobre el asunto, sino por la propia experiencia profesional: ha trabajado varias décadas en departamentos legales y policiales, y por eso arranca su novela en una noche tenebrosa y coloca el descubrimiento del cadáver lo antes posible.

Pero que nadie se lleve a engaño: esta no es una novela policíaca al uso. Es un homenaje a una autora y, más aún, a unos personajes. Las hermanas Bennet, con sus maridos y sus hijos, con sus padres, con su pasado y sus preocupaciones, han acompañado a la autora toda la vida, por eso ahora P. D. James les rinde su particular tributo. No solo ellas (hay guiños a otras obras de Austen, como Persuasión o Emma), pero sobre todo ellas.

Enrique García-Máiquez daba en el clavo, como suele, cuando hablaba de esta novela en su artículo «Amor, lujo y asesinato». Afirmaba que es comprensible el deseo de continuar las historias que nos acomete a los lectores, dada nuestra aspiración a la eternidad. Repasaba varios ejemplos de escritores que lo han hecho, con mayor o menor fortuna. Y terminaba, lapidariamente, tachando este hecho de «vampirizar el mayor talento ajeno», el de crear personajes vivos.

¿Quién no ha sentido la tentación de continuar la historia de algún libro que nos ha atrapado poderosamente? El acierto de P. D. James es doble: por un lado, no ocultar que trata de prolongar el encanto que Orgullo y prejuicio ha provocado en su ánimo hasta el punto de desembocar en un final que el lector siente que Austen habría considerado lógico o, si se quiere, coherente con la trama de la que parte. Por otro lado, no limitarse a una secuela de la obra primitiva, sino aportar la sabiduría específica del género que ella domina, el policíaco, aunque ello suponga comenzar con «una disculpa a la sombra de Jane Austen».