«No es momento para la desesperanza» - Alfa y Omega

«No es momento para la desesperanza»

La Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), reunida en Madrid los días 30 de septiembre y 1 de octubre, ha aprobado la Nota Defender la vida humana es tarea de todos

Ricardo Benjumea
«Estamos donde estábamos en 2009». Un momento de la masiva manifestación Cada vida importa, en octubre de 2009

«La vida humana es sagrada e inviolable», resaltan los obispos de la Comisión Permanente en la Nota Defender la vida humana es tarea de todos. «Es especialmente grave -señala la CEE- la responsabilidad de quienes, habiendo incluido entre sus compromisos políticos la promesa de una ley que aminoraba algo la desprotección de la vida humana naciente que existe en la vigente normativa del aborto, han renunciado a seguir adelante con ello en aras de supuestos cálculos políticos». Pero «no es momento para la desesperanza y el desencanto», afirman los obispos, que animan a los católicos a seguir implicándose, junto a diversas «asociaciones eclesiales y civiles», en el «apoyo a la vida», la «promoción de la mujer» y en la «solidaridad con los más necesitados de la sociedad», como es el caso de las mujeres embarazadas con problemas. Existen numerosos voluntarios y organizaciones, que «nos animan a seguir adelante, extendiendo la civilización del amor y la cultura de la vida, y a abrazar sin condición a todos, especialmente a los que más sufren».

El PP ya no es un mal menor

Al día siguiente de presentar la Nota, el Secretario General y portavoz de la CEE, don José María Gil Tamayo, negó en COPE, pese a lo publicado por algunos medios, que el Gobierno hubiera informado previamente a la CEE de la retirada del anteproyecto de Ley orgánica para la Protección del no nacido y de los Derechos de la mujer embarazada. Más bien al contrario, el cardenal Parolin, Secretario de Estado del Papa, preguntó a Soraya Sáenz de Santamaría sobre la cuestión en el encuentro que ambos mantuvieron en el Vaticano el 15 de septiembre, y la Vicepresidenta del Gobierno esquivó el tema. Al término de esa reunión, preguntada por la prensa, Sáez de Santamaría negó haber hablado de la reforma del aborto. «No hemos abordado ese asunto», dijo, y remarcó que la conversación había sido «de marcado carácter social».

El malestar entre los católicos con el Gobierno es evidente. Preguntado al término de la Permanente por la desafección del electorado católico hacia el PP y la campaña que promueven algunas organizaciones para que no se vote a este partido, Gil Tamayo respondió que, «desde la Transición, los obispos nunca han dicho a quién se tiene y a quién no se tiene que votar». Eso no significa, sin embargo, que no haya estos días diversas reflexiones de obispos a título individual sobre el dilema moral que plantean las próximas elecciones en España, «pues ninguno de los partidos que componen el arco parlamentario defiende abierta y plenamente el derecho a la vida», como ha dicho el obispo de Osma-Soria, monseñor Gerardo Melgar. Muchos católicos votaron al PP «como un mal menor», con la esperanza de que retirara «la ley del aborto en vigor». Pero «ese mal menor ya no existe», y este partido «se ha convertido en el mal mayor», dice en una entrevista con el delegado diocesano de Medios de Comunicación, don Rubén Tejedor.

Un momento de la reciente reunión de los obispos de la Comisión Permanente de la CEE

En una reciente carta, el obispo de San Sebastián, monseñor Munilla, recordó un precedente similar, cuando un «número significativo de militantes del PNV se dio de baja en su militancia política cuando su partido asumió los postulados abortistas».

Queda siempre la opción de votar a pequeños partidos que sean claros en la defensa de la vida y la familia, pero algunos de ellos mantienen posturas incompatibles con la doctrina social de la Iglesia en materias como la acogida a los inmigrantes. En el entorno europeo, se ha planteado un caso parecido con Alternativa para Alemania, que atrae a votantes conservadores desencantados con la CDU de Angela Merkel. La opción no ha cuajado en el electorado católico, debido al euroescepticismo de esta formación.

Transparencia y eclesialidad

Ante esta orfandad política, toca defender el derecho a la vida desde el voluntariado y la sociedad civil, pero, también en este ámbito, la colaboración con algunas organizaciones, muy activas en la movilización ciudadana, plantea serios problemas de conciencia para los católicos. En una entrevista a la web Infocatólica, monseñor José Ignacio Munilla aludió a la disolución, hace 6 años, del frente común de familias objetoras contra la Educación para la ciudadanía, debido a la «integración de algunos de los líderes» de esas asociaciones «en organizaciones secretas o de naturaleza reservada, lo cual está siendo motivo de desconfianza». Ese problema se solucionaría si los responsables de esas organizaciones, que se declaran católicos, «conformasen una asociación canónica, de forma que la Iglesia pudiese llevar a cabo el debido discernimiento y acompañamiento», dice el obispo. «La transparencia y la eclesialidad son indispensables», añade. «El momento histórico que vivimos requiere de una generosidad especial por parte de todos, y confío en que este paso llegue a darse, de forma que se pongan las bases para desbloquear conflictos y superar desconfianzas».

Nota de la CCXXXIII Comisión Permanente de la CEE

Defender la vida humana es tarea de todos

–Ante el debate abierto con motivo de la retirada, por parte del Gobierno, del Anteproyecto de Ley para la protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada, la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española desea de nuevo hacer oír su voz. La vida humana es sagrada e inviolable y ha de protegerse desde la concepción hasta su fin natural. En esa defensa, ocupan un lugar privilegiado los más débiles: aquellos que, habiendo sido ya concebidos, no han nacido todavía. La ciencia prueba que, desde el momento de la concepción, hay un nuevo ser humano, único e irrepetible, distinto de los padres.

–No se puede construir una sociedad democrática, libre, justa y pacífica, si no se defienden y respetan los derechos de todos los seres humanos fundamentados en su dignidad inalienable y, especialmente, el derecho a la vida, que es el principal de todos.

–Proteger y defender la vida humana es tarea de todos, principalmente de los Gobiernos. España sigue siendo, por desgracia, una triste excepción, al llegar incluso a considerar el aborto como un derecho. En este sentido, es especialmente grave la responsabilidad de quienes, habiendo incluido entre sus compromisos políticos la promesa de una ley que aminoraba algo la desprotección de la vida humana naciente que existe en la vigente normativa del aborto, han renunciado a seguir adelante con ello en aras de supuestos cálculos políticos. Hay bienes, como el de la vida humana, que son innegociables.

–Es cierto que la existencia humana no está libre de dificultades. La Iglesia conoce bien los sufrimientos y carencias de muchas personas a las que se esfuerza en ayudar en todo el mundo con el ejercicio de la caridad, que es el distintivo de los discípulos de Jesús (cfr. Jn 13, 35), del que dan testimonio tantas personas e instituciones eclesiales. Pero también es verdad que, como nos advierte el Papa Francisco, aún hemos de hacer más «para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias» (EG, 214). En ello están empeñadas muchas asociaciones eclesiales y civiles, a las que queremos apoyar, al tiempo que pedimos a las Administraciones públicas un esfuerzo más generoso en políticas eficaces de ayuda a la mujer gestante y a las familias.

–Por otro lado, no es momento, por difícil que pueda parecer, para la desesperanza y el desencanto democrático ante reveses legislativos. Al contrario, son numerosos los voluntarios y las organizaciones de apoyo a la vida, promoción de la mujer y de solidaridad con los más necesitados de la sociedad, quienes nos animan a seguir adelante, extendiendo la civilización del amor y la cultura de la vida, y a abrazar sin condición a todos, especialmente a los que más sufren, como son los más pobres, los inmigrantes, los parados, los sin techo, los enfermos y todos aquellos, en definitiva, que se encuentran en las periferias sociales y existenciales. Y por supuesto, acompañar sin descanso a las madres embarazadas para que, ante cualquier dificultad, no opten por la solución de la muerte y elijan siempre el camino de la vida, que es el de la realización más plena de la verdadera libertad y progreso humano. Oremos para que así sea con la ayuda de Dios.

Madrid, 1 de octubre de 2014