En Cuaresma, yo... - Alfa y Omega

En Cuaresma, yo...

Una madre de familia, un joven estudiante, unas religiosas contemplativas, un sacerdote, un jubilado… Estados de vida muy distintos, pero todos ellos unidos por una sola fe

Redacción

Un chequeo interior

El otro día, recomendado por un buen amigo, me hice un chequeo. Llevo muy poco de sacerdote y me encuentro perfectamente, pero, por lo visto, una vez al año no hace daño. Lo curioso es que la doctora, después de revisar los análisis, me recomendó cuidar alguna cosa. Así veo yo la Cuaresma: un chequeo interior, donde pensamos que estamos bien pero pueden aparecer cosillas. Igual que la doctora veía los leucocitos, glóbulos, etc. En Cuaresma reviso la oración (cantidad y calidad), la preparación y celebración de la Eucaristía y de la confesión, cómo vivo la caridad y mi disponibilidad sacerdotal. Las penitencias cuaresmales me ayudan a prescindir de lo superficial, soltarme de mis seguridades y abandonarme confiadamente en Dios. Es un tiempo de gracia que cojo con ganas sabiendo que, cuanto más lo aproveche, mejor celebraré la alegría de la Pascua.

Pablo Maldonado
sacerdote

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Oculta a las miradas del mundo

En un convento de clausura, la Cuaresma tiene unos ecos muy especiales. Exteriormente, se suprimen la correspondencia y las visitas de familiares y amigos, ya de por sí escasas durante el resto del año. Todo ello con el fin de adentrarnos mejor, con Jesús, en el desierto, y caminar con Él hacia Jerusalén para vivir su Pascua, no como algo del pasado, sino como una realidad contemporánea a nuestra vida. Y aquí juega un papel importantísimo el silencio, que no es sólo ausencia de palabras, sino, sobre todo, presencia de la Palabra, con mayúscula. No es vacío, sino plenitud, Presencia -también con mayúscula- que llena cada rincón de nuestros claustros y de nuestros corazones. Sólo así podemos escuchar la voz del «Maestro que habla con nosotros y en nosotros», como acaba de decir el Papa Benedicto XVI.

Ésta es nuestra razón de ser: unirnos como la Virgen María a Cristo, a su sacrificio, en la sencillez de nuestra vida contemplativa, oculta a las miradas del mundo, de ese mundo por el que, cada día, con Él nos ofrecemos.

Hermanas del Primer Monasterio de la Visitación
Madrid

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La Cuaresma en el colegio

Para vivir la Cuaresma me ayudan mucho en el colegio. Empezamos el Miércoles de Ceniza bajando al oratorio, donde el sacerdote nos impone la ceniza y nos da una plática de preparación. Los viernes bajo a misa, también en el colegio. En casa, guardamos la abstinencia, y el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, además, el ayuno. El sacerdote del colegio habla con cada uno de nosotros, los alumnos, para hacer mortificaciones y prácticas de piedad. Pero no sólo vale con esto: tengo que seguir mis responsabilidades, estudio, encargos colegiales y domésticos. Los fines de semana salgo con mis amigos, toco la guitarra con mi grupo, juego al fútbol en un equipo y vemos alguna película. Se puede hacer una buena Cuaresma viviendo la vida cotidiana.

Miguel Mirón
estudiante, 16 años

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La oportunidad de vivirlo en familia

En una familia con varios hijos de distintas edades, la Cuaresma es una oportunidad para educarlos en la fe y en la piedad, vividas en casa en los pequeños detalles. Como la fe es la única virtud que entra por el oído, este tiempo litúrgico nos da la posibilidad de comentar con ellos algunas de las ideas que queremos transmitirles, y que, con el tiempo, se convertirán en esos valores que serán nuestro mejor legado. Con los mayores, de 19 y 16 años, que ya viven la abstinencia los viernes, explicándoles el sentido que tiene esta práctica que nos recuerda, al menos un día en semana, el tiempo litúrgico en el que estamos. Con los pequeños, de 6 y 11 años, contándoles lo que el Niño Jesús, hecho ya hombre, sufrió por nosotros, y el sentido que tiene hacer, de vez en cuando, algún pequeño sacrificio.

Micaela Menárguez

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Tiempo de oración…, y de esperanza

La Cuaresma es un tiempo muy activo, y la oración ha de intensificarse. También la mortificación. Yo, por ejemplo, por las mañanas, intento ponerme más en presencia del Señor. Personalmente, creo que es muy importante estar en un grupo donde te dan pautas; mi mujer y yo pertenecemos a los Hogares de Santa María, y procuramos vivir la Semana Santa en comunidad, lo cual es muy enriquecedor, porque tenemos Jornadas de estudio y oración, donde cada año nos centramos en un tema determinado. Con los años, he acabado dándome cuenta de que la Cuaresma es un tiempo para vivir todo con mucha esperanza y confiar mucho en el Señor.

Jesús Benito
jubilado