Dios sigue llamando a la Cartuja - Alfa y Omega

Dios sigue llamando a la Cartuja

Han pasado más de nueve siglos desde la fundación de la primera Cartuja y, en todo este tiempo, su estilo nunca ha sido reformado. La Cartuja de Miraflores, en pleno siglo XXI, sigue siendo fiel a esa vida entregada a Dios, lo mismo que las otras 23, masculinas y femeninas, que hay en el mundo. Este próximo lunes, 6 de octubre, en el día de su fiesta, se celebra el V centenario de la canonización de su fundador, san Bruno, hombre lleno de Dios que destacaba por la paz, la bondad y la sensatez que transmitía

Fernando de Navascués
Vista general de la iglesia de la Cartuja de Miraflores

Son las 11:30 de la noche, y en la cartuja de Miraflores de Burgos comienza la jornada. El monje se levanta y, tras unos rezos iniciales, aguarda a que la campana le convoque a la iglesia a rezar Maitines y Laudes. Para los monjes es el mejor momento del día: el cartujo siente predilección por la alabanza nocturna, pues el silencio de la noche convida a una oración de mayor recogimiento. Mientras las tinieblas ocultan el mundo, el monje ofrece su vida y su oración por las necesidades de la Humanidad.

Vista exterior de la nave de la iglesia

Oración y arte

Su oración comunitaria posee un marco excepcional. En Miraflores destaca el Retablo Mayor, de Gil de Siloé (1496-1499), en el que se alude al misterio de la Redención a partir de una novedosa composición circular. Los Hermanos cartujos tienen su propio coro, obra de Simón de Buera (1558), una sillería renacentista decorada con diferentes santos y ermitaños; mientras que los sacerdotes poseen el suyo, una sillería de Martín Sánchez (1146-1448), de influencia mudéjar. A su lado, en la puerta que da acceso a la sacristía, se encuentra la Virgen del Coro.

La luz entra por trece vidrieras, obra de Nicolaes Rombouts (1484), que representan escenas de la Pasión, la Resurrección y la Gloria. Y, por supuesto, se encuentran los sepulcros de los padres de la reina Isabel la Católica -Juan II e Isabel de Portugal- y el de su hermano el infante Alfonso.

Un cartujo en oración

Equilibrio: soledad y comunidad

Después del rezo de Laudes, vendrán otras horas de descanso, hasta las 6.30, cuando el monje vuelve a levantarse para rezar y acudir a la iglesia a la Eucaristía comunitaria. El resto del día, ahora sí con luz, discurre al ritmo de la Liturgia de las Horas. Cada monje tiene su ermita, y en ella pasa en soledad 20 de las 24 horas del día. Oración, estudio y trabajo. Un estilo de vida que se complementa los domingos y festivos con tiempos de recreación, y los lunes con un paseo comunitario por los campos y bosques cercanos al monasterio.

Se trata de una vocación que aúna radicalidad y equilibrio. Vida eremítica y comunidad. La soledad y el silencio son algo más que una norma o una penitencia, son la oportunidad única para crear un ambiente privilegiado para la oración y el trato íntimo con Dios. Así lo entendió san Bruno, en 1084, hace 930 años.

San Bruno, de Manuel de Pereira (siglo XVII)

El santo iniciador

San Bruno nació en Colonia, Alemania, y su carrera eclesiástica era prometedora: profesor, canónigo, Canciller e, incluso, aunque lo rechazó, candidato a arzobispo de Reims. Él prefirió vivir dedicado al silencio y la contemplación. Tras varias fundaciones y una intensa vida de fidelidad al Papa, de quien fue consejero, fallecía el 6 de octubre de 1101. Unos siglos después, el 6 de octubre de 1514, el Papa León X lo elevaba al canon de los santos.

El monje, con san Bruno, es fiel a su lema Stat crux dum volvitur orbis («La Cruz permanece estable mientras el mundo da vueltas»), de ahí seguramente también que la Cartuja nunquam reformata, quia nunquam deformata (nunca reformada, porque nunca se ha deformado). Una estabilidad que, en su radicalidad, sigue normas del sentido común y que le han hecho llegar hasta nuestros días. San Juan Pablo II, con ocasión del IX centenario de su fundación, les escribía: «La Orden cartuja, centinela infatigable del Reino que viene, procurando ser antes que hacer, da a la Iglesia vigor y valentía en su misión, para remar mar adentro y hacer que la Buena Nueva de Cristo inflame a toda la Humanidad». Ésa es su vocación.

Vista de conjunto, con el retablo mayor, de Gil de Siloé, al fondo

La cartuja hoy

Desde el entorno de la Orden se asegura que «la vocación cartujana sigue atrayendo a hombres y mujeres de hoy que desean vivir ocultos a los ojos del mundo y consagrar su existencia por completo a Dios. Los que se deciden a dar el paso, encuentran una vida sencilla que ilumina su corazón con una paz y plenitud que el mundo no puede dar».

En sus webs (http://www.vocatiochartreux.org y http://www.cartuja.org) no faltan visitas interesadas en esta vocación única.

Sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal, padres de Isabel la Católica