El amigo tranquilo y feliz - Alfa y Omega

El amigo tranquilo y feliz

La beatificación de Álvaro del Portillo ha sido una fiesta, un acontecimiento llevado a cabo con esfuerzo y cariño, donde se han hecho presentes las necesidades de los más necesitados, donde ha habido palabras de ánimo y de consuelo, y donde se ha anunciado que el amor ha de ser la norma del día a día. Algo así debe ser el cielo…

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Parte de los asistentes a la beatificación de Álvaro del Portillo, durante la Misa

Como era una fiesta, había que prepararse bien: los más de 200.000 participantes en la beatificación de Álvaro del Portillo -sucesor de san Josemaría, prelado del Opus Dei, colaborador de tres Pontífices, hombre de Dios y de Iglesia- se pudieron preparar los días anteriores en varias iglesias de Madrid, en diversos actos de adoración eucarística. Ya en Valdebebas, el día de la beatificación, había trece capillas de adoración y 80 confesionarios en los que poder acercarse al «sacramento de la alegría, para sentir la ternura del amor de Dios y descubrir que aún hay tiempo para amar», como lo definió el Papa Francisco en su larga carta leída a los asistentes a la beatificación.

Las 26 pantallas gigantes y el buen hacer de los 3.500 jóvenes voluntarios repartidos por la zona, lo hicieron todo más fácil. Y la lluvia, que mojó los barrios de alrededor, pero pasó de largo en Valdebebas, también. Entre los peregrinos llegados de todo el mundo estaba la familia Lim, de Toronto (Canadá), de origen filipino y con cuatro hijos. Hace más de treinta años, don Álvaro le dijo a este matrimonio, entonces recién casados, que «el uno va a ser para el otro su autopista hacia el cielo». Lo dijo aquel a quien la Iglesia acaba de reconocer como modelo e intercesor para todos desde el mismo cielo.

¿El secreto para llegar tan alto? Lo señalaba una frase que enmarcaba todo el altar: Regnare Christum volumus! -Queremos que Cristo reine-, el lema episcopal del nuevo Beato. Precisamente en su homilía, el cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación de las Causas de las Santos, afirmó que «el Beato Álvaro transmitía el buen olor de Cristo, que es el aroma de la auténtica santidad. Monseñor del Portillo estaba, de hecho, beneficiosamente contagiado por el comportamiento de Nuestro Señor Jesucristo. La Iglesia y el mundo necesitan del gran espectáculo de la santidad», como la de Álvaro del Portillo, que fue espectacular precisamente porque estaba escondida. Así lo destacó el cardenal Amato al recoger unas palabras del nuevo Beato que pronunció su último año, algo así como su testamento espiritual: «Tenemos que luchar toda la vida para llegar a ser humildes. Tenemos la escuela maravillosa de humildad del Señor, de la Santísima Virgen y de san José. Vamos a aprender. Vamos a luchar contra el propio yo, que está constantemente alzándose como una víbora, para morder».

…imagen del amor de Cristo por su Iglesia

La escuela de don Álvaro

De esta escuela beben todos los días los miembros de la familia Odriozola, de Pontevedra, con cinco niñas, que acudieron a Valdebebas «a dar muchas gracias a don Álvaro, a quien tenemos como intercesor en nuestra vida diaria y que fue como un padre para nosotros»; o la familia Esteban Díaz, de Madrid, con seis hijos: «Nosotros le tenemos presente en casa de forma habitual. De él hemos aprendido a vivir nuestra fe con normalidad, y a transmitirla sencillamente a nuestros hijos, haciendo las cosas de todos los días lo mejor que podemos y poniendo siempre a Dios en medio».

A la beatificación de Álvaro del Portillo acudieron muchas familias y muchos, muchos niños, de todas las edades; y fue otro niño, el chileno José Ignacio Ureta Wilson -el que recibió el milagro que ha posibilitado la beatificación- el encargado de llevar hasta el altar las reliquias de don Álvaro.

Tan sólo unos minutos antes, el Papa decía en su mensaje que «quien está muy metido en Dios sabe estar muy cerca de los hombres. La primera condición para anunciarles a Cristo es amarlos, porque Cristo ya los ama antes». Así lo hizo Álvaro del Portillo, y por eso la colecta de la Eucaristía se destinó a cuatro proyectos sociales que promovió el nuevo Beato: un pabellón materno-infantil en Nigeria, un programa para erradicar la malnutrición infantil en Costa de Marfil, cuatro ambulatorios en la República del Congo, y becas para la formación de sacerdotes africanos en Roma.

Al finalizar la Eucaristía hubo unas palabras de monseñor Javier Echevarría, actual prelado del Opus Dei, quien pidió tener «muy presente la inminente Asamblea del Sínodo de los Obispos», así como a «las hermanas y hermanos nuestros que, en diversas partes del mundo, sufren persecución e incluso martirio a causa de la fe»; e imaginó la alegría que en cielo tendrían en ese momento aquellos hombres de Iglesia a los que el Beato Álvaro prestó servicio a lo largo de su vida: san Juan XXIII, san Juan Pablo II, el próximo Beato Pablo VI y san Josemaría Escrivá.

El Señor está en vuestro matrimonio

Al día siguiente, se celebró una Misa de acción de gracias en el mismo lugar de la beatificación, y allí monseñor Echevarría se dirigió a las familias para decirles: «El Señor os ama, el Señor se halla presente en vuestro matrimonio, imagen del amor de Cristo por su Iglesia. Sé que muchos de vosotros os dedicáis generosamente a apoyar a otros matrimonios en su camino de fidelidad, a ayudar a muchos otros hogares a ir adelante en un contexto social muchas veces difícil y hasta hostil. ¡Ánimo! Vuestra labor de testimonio y de evangelización es necesaria para el mundo entero».

En Roma se han celebrado también estos días dos Eucaristías en acción de gracias, presididas respectivamente por los cardenales Agostino Vallini, Vicario General de Su Santidad para la diócesis de Roma, y el español Santos Abril y Castelló, arcipreste de la basílica de Santa María la Mayor. Y todos estos días de fiesta concluyeron ayer, también en Roma, cuando numerosos fieles participaron en la audiencia general con el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro, para manifestar así al Santo Padre su agradecimiento por la beatificación.

Un hombre tranquilo y feliz

El nuevo Beato -cuya fiesta se celebrará el 12 de mayo- fue, en palabras del prelado durante estos días, «un hombre, un sacerdote, un amigo, que supo dejar todo en las manos de Dios, y por eso vivía siempre tranquilo y feliz». Y a todos el Papa nos dijo que, «en la sencillez y cotidianidad de nuestra vida, podemos encontrar un camino seguro de santidad».

Ese camino lo recorrió don Álvaro, y es el que le ha llevado hasta el cielo.