Francisco: la cruz era «un escándalo demasiado fuerte» para la fe de los discípulos de Jesús - Alfa y Omega

Francisco: la cruz era «un escándalo demasiado fuerte» para la fe de los discípulos de Jesús

Francisco recuerda a las víctimas del incendio en la casa hogar Refugio Virgen de la Asunción en Guatemala y pide «por todas las chicas y chicos víctimas de violencia, maltrato, explotación y de las guerras»

Ricardo Benjumea

Con la transfiguración, Jesús pretende «iluminar las mentes y los corazones de los discípulos, a fin de que puedan comprender claramente quién es su Maestro», dijo el Papa este domingo al comentar el pasaje evangélico de este domingo.

«Ya decididamente encaminado hacia Jerusalén, donde deberá padecer la condena a muerte por crucifixión, Jesús quiere preparar a los suyos a este escándalo –el escándalo de la cruz– a este escándalo demasiado fuerte para su fe y, al mismo tiempo, preanunciar su resurrección, manifestándose como el Mesías, el Hijo de Dios».

Jesús los está preparando para un «momento triste» que remite además a «un Mesías que rompe con de las expectativas, con lo que ellos se imaginaban sobre el Mesías, a cómo debería ser el Mesías: no un rey poderoso y glorioso, sino un siervo humilde y desarmado».

«Jesús transfigurado en el monte Tabor ha querido mostrar a sus discípulos su gloria, no para evitarles que pasen a través de la cruz, sino para indicar hacia dónde lleva la cruz». Lo cual nos deja esta enseñanza: «El que muere con Cristo, con Cristo resucitará. Y la cruz es la puerta de la resurrección».

Tras el rezo del Ángelus, Francisco expresó su dolor por el incendio en la casa hogar Refugio Virgen de la Asunción en Guatemala, que dejó decenas de víctimas morales. .

El Papa pidió también oraciones «por todas las chicas y chicos víctimas de violencia, maltrato, explotación y de las guerras. Esta es una plaga, esto es un grito escondido que debe ser escuchado por todos nosotros y que no podemos continuar fingiendo que no vemos y no escuchamos», dijo.

Palabras del Papa antes del rezo del Ángelus

El Evangelio de este segundo domingo de Cuaresma nos presenta el relato de la Transfiguración de Jesús (Cfr. Mt 17, 1-9). Llevados aparte a tres de los Apóstoles, Pedro, Santiago y Juan, Él subió con ellos a un monte elevado, y allí se produjo este fenómeno peculiar: el rostro de Jesús «resplandeció como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz» (v. 2). De este modo el Señor hizo resplandecer en su misma persona aquella gloria divina que se podía entender con la fe en su predicación y en sus gestos milagrosos. Y a la transfiguración se acompaña, en el monte, la aparición de Moisés y Elías, «que hablaban con Él» (v. 3).

La «luminosidad» que caracteriza este evento extraordinario simboliza su finalidad: iluminar las mentes y los corazones de los discípulos, a fin de que puedan comprender claramente quién es su Maestro. Es un destello de luz que se abre improvisamente sobre el misterio de Jesús e ilumina toda su persona y toda su vicisitud.

Ya decididamente encaminado hacia Jerusalén, donde deberá padecer la condena a muerte por crucifixión, Jesús quiere preparar a los suyos a este escándalo –el escándalo de la cruz – a este escándalo demasiado fuerte para su fe y, al mismo tiempo, preanunciar su resurrección, manifestándose como el Mesías, el Hijo de Dios.

Y Jesús los prepara para aquel momento triste y de tanto dolor. En efecto, Jesús se estaba demostrando un Mesías diverso con respecto a las expectativas, a lo que ellos se imaginaban sobre el Mesías, a cómo debería ser el Mesías, un Mesías diferente con respecto a las expectativas: no un rey poderoso y glorioso, sino un siervo humilde y desarmado; no un señor de gran riqueza, signo de bendición, sino un hombre pobre que no tiene donde posar la cabeza; no un patriarca con descendencia numerosa, sino un célibe sin casa y sin nido. Es verdaderamente una revelación de Dios invertida y el signo más desconcertante de este escandaloso cambio es la cruz. Pero precisamente a través de la cruz Jesús llegará a la gloriosa resurrección, que será definitiva, no como esta transfiguración que duró un momento, un instante.

Jesús transfigurado en el monte Tabor ha querido mostrar a sus discípulos su gloria, no para evitarles que pasen a través de la cruz, sino para indicar hacia dónde lleva la cruz. El que muere con Cristo, con Cristo resucitará. Y la cruz es la puerta de la resurrección. El que lucha junto a Él, con Él triunfará. Éste es el mensaje de esperanza que contiene la cruz de Jesús, exhortando a la fortaleza en nuestra existencia. La Cruz cristiana no es un adorno de la casa o un ornamento que ponerse, sino que la cruz cristiana es una llamada al amor con la que Jesús se ha sacrificado para salvar a la humanidad del mal y del pecado.

En este tiempo de Cuaresma, contemplamos con devoción la imagen del crucificado, Jesús en la cruz: es el símbolo de la fe cristiana, es el emblema de Jesús, muerto y resucitado por nosotros. Hagamos de modo que la Cruz marque las etapas de nuestro itinerario cuaresmal para comprender cada vez más la gravedad del pecado y el valor del sacrificio con el cual el Redentor nos ha salvado, a todos nosotros.

La Virgen Santa ha sabido contemplar la gloria de Jesús escondida en su humanidad. Que Ella nos ayude a estar con Él en la oración silenciosa, y a dejarnos iluminar por su presencia, para llevar en el corazón, a través de las noches más oscuras, un reflejo de su gloria.